Tengo la radio prendida. No importa qué radio. Puede ser la tele o la web. Esperaba que empezara el programa deportivo, y de arranque, en este producto de pretendido alcance nacional, hablan y hablan del penal. No importa qué programa. En todo caso, a esta altura de nuestras vidas importa la georreferencia, no sea cosa que nos agarre la Cambridge Analytica y nos dé vuelta como una media. Me podría hacer el bobo o el desentendido; hasta podría crear un personaje-oyente que cree que se trata de un penal que decide el campeonato local, pero no. Yo, ustedes, todos. Casi todos sabemos que hablan de un penal en Europa, de un campeonato ajeno, de un estadio muy lejano literal y metafóricamente, de una instancia que nunca, pero nunca se cruzará con nuestra competencia, con nuestro sentir, con nuestras emociones.

Pienso, me tomo unos matungos más mientras escribo, aguzo mis oídos y mis pensamientos, y veo que irremediablemente este texto tomará otro curso que aquel inicial, cuando la montañita del porongo estaba intacta, cuando este texto era nada.

Antes de que logre reperfilar mis ideas, mis demandas, mis preguntas y mis incompletas respuestas a las demandas que completan el mínimo protocolo periodístico para el tratamiento de una temática en particular, de una noticia o de la presentación de una información, conecto con lo que me está pasando y lo que ya ha sido contado, cantado, escrito por Larbarnois $ Carrero en su obra “Santa Marta”: “El progreso, poco a poco, / fue cambiando a Santa Marta: / la televisión por cable / y el acceso a la internet. / La gente se fue olvidando / de sus cosas cotidianas, / ahora habla en otro idioma [...]”

En todo caso, la verdad, estas líneas iban a tener su génesis en Europa y –oh casualidad– en la Copa de Campeones de Europa 1955-1956, que fue la primera edición de la Copa de Clubes Campeones Europeos de fútbol, organizada por la Unión de Asociaciones Europeas de Fútbol (UEFA), esa que desde 1992 se llama Champions League. Esa, la del penal del que no paran de hablar. Pero yo la iba a usar para conectar emociones, sensaciones, y vivencias nuestras. Lo iba a hacer dando por bueno el supuesto de que a imagen y semejanza de esa copa, cuatro años después, se generó en nuestra América la Libertadores, bajo la denominación de Copa de Campeones de América, que en 1965 pasó a llamarse Libertadores y cinco años después dio lugar a que la Organización del Fútbol del Interior (OFI) creara la Copa de Clubes Campeones del Interior. Quería conectar con aquellas sensaciones iniciales, aquellas emociones primigenias de nuestros pueblos, de nuestra orejona, de nuestra Libertadores del Interior. Llegar en un túnel del tiempo a las calles de aquellas Santa Marta de 1965: San Carlos, Paysandú, Durazno, Rivera, Juanicó, Florida… Quería tomar ese punto de partida para tratar de resignificar lo que son para nosotros estos campeonatos.

¿Vos quién sos, que no salís en la tele?

Sí, ya sé: vivimos bajo el mismo cielo, estás a menos de una hora de la ciudad donde todo se decide, donde todo se hace, pero es distinto, y en este caso es mágico. Es volver a la edad de la inocencia, volver a sentir el olor al cielo y el olor al pasto, porque vos sabés que ahí hay un perfume iniciático que no se olvida. Las motos y bicicletas apiladas contra el muro del estadio, sin cadenas haciendo eterno equilibrio con el pedal contra el cordón, la parrilla amplia con generosos chorizos de rueda, la risotada del gordo ya viejo y canoso que supo ser el cra del pueblo que dejó la raviolada nerviosa para llegar, manso y carretilludo, al estadio, donde todos estaban absolutamente endomingados como si ya estuvieran quemando la pilcha de la Noche de la Nostalgia.

Y ahí, entre esos muchachos, esos hombres, esos vecinos que se están aprontando como para jugar la final del mundo aunque mañana no sean la tapa del diario ni aparezcan en Pasión, sienten que están ante el momento deportivo de su vida. Y van por él cada día, en cada partido. Van por ella. Y la adrenalina fluye y los muchachos, los hinchas-vecinos, los hinchas-primos, los hinchas-novias, vocean de al lado a menos de un metro de que se forme esa ronda de juramentación entre gritos. Esos hombres-niños, niños-hombres, han vivido este sueño, tanto como el del día en que llegaron a probarse a Montevideo; tanto como el día en que pisaron el Centenario por primera vez; tanto como el de perseguir ese sueño celeste con forma de camiseta.

Los maracanaces que vienen del pueblo

Conectar mediante paralelismos y emociones esa competencia, esa forma de sentirlo, las transformaciones, su alejamiento de la competencia inicial hija de la pasión lúdica, sus devaneos con el infotenimiento, con el espectáculo a la venta. Por ahí iba. Quería que entráramos en contacto con esta –mejor dicho, con estas, porque ahora son dos nuestras copas de campeones– y además quería meter cuchara, pero sobre todo información y, quizá, algunas pistas para entenderlo. “Santa Marta está informada / de la cumbre de Ginebra, / si la reina estuvo enferma / o Palermo erró un penal. / Todo el mundo vive al tanto / de un millón de cosas nuevas, / pero ya nadie se entera / lo que pasa en su ciudad”.

A media mañana hago una paradita para ir hasta el puesto. Diego, el puestero, que es de Atlético, me grita, en posición doctoral de vecino: “¿Viste? Te dije que se suspendía”. “¡Te lo dije!”, reafirma. “Ya está todo arreglado con Tenfield”, tira con la certeza del peluquero que mientras te corta el pelo le sentencia al que está a sus espaldas. Diego me habla de la Copa Nacional de Clubes A, la de 20 participantes regulados por esa misma competencia desde 2016, con la posibilidad de que casi un tercio de los participantes puedan cambiar de un año para el otro (seis ascensos de la Copa Nacional de Clubes B), y del acuerdo televisivo con Tenfield, por el cual ayer se pospuso oficialmente el inicio del campeonato para el viernes 21 de abril (estaba todo fijado para mañana y pasado).

Esto ocurrió el fin de semana en que aparecieron noticias en las que se publicaba que finalmente Tenfield había llegado a un acuerdo para la compra de los derechos televisivos de la Copa Nacional de Clubes. Con estos temas de los medios sociales, de la posverdad, de la poca bolilla y conocimiento que desde los mass media se le da al fútbol del interior, por deporte, lo primero era poner muy en duda esa narración y averiguar. Por oficio y profesión, preguntar, confirmar y procurar la información oficial.

Los que acordaron con Tenfield eran 20 de los 650 clubes que integran la OFI, que de manera particular y no en nombre de la OFI aceptaron la oferta de la empresa de Francisco Casal. Lo explicó de manera clara el presidente de OFI, Gustavo Bares: “Nosotros lo único que hacemos es ceder los derechos a los clubes por un torneo. Nada más. Lo que pasó acá es que, por primera vez, se juntaron los 20 clubes, pero se hace un circo de todo esto. OFI no le cede nada a Tenfield, nosotros no firmamos nada. Acá lo único que se hizo fue lo que se hace siempre: ceder a los clubes los derechos para que vendan los partidos. Estos 20 clubes, los que participan este año en la A, son los que venden sus partidos, y sólo por este campeonato, porque más no pueden. Dentro de dos años puede haber 12 equipos distintos. Sólo lo pueden negociar por estos cuatro meses. Tenfield en OFI no va a figurar en nada. Acá no pueden venir a pedir nada. Tenfield no accedería a ningún derecho, sólo al de televisar los partidos de la copa. Acá los partidos los fija OFI, el día y a la hora que corresponda”.

Después está el negocio, propio de señores feudales, de terratenientes con la peonada: 70.000 dólares por 76 partidos entre los mejores 20 equipos dl interior. De esta forma los derechos de televisación de cada partido terminan siendo de 920 dólares. ¡Mamita! Eso vale para Tenfield un partido del mejor campeonato después del Uruguayo de la Asociación Uruguaya de Fútbol. Pero sigamos tirando números, que para algo preparé tantas veces el examen de Matemáticas de quinto. Cada uno de los 20 clubes recibiría 3.500 dólares por la televisación de su Libertadores. Y entonces, por el absurdo, jugando para el cuadro de Eugène Ionesco, debemos reconocer que sí, que este es un campeonato de porquería, de los que Charito daría en su espacio escatológico, y que no vale nada. Aunque no sea asunto de Tenfield, parece que habrá clubes que ni eso recibirán: al parecer, los prorratearán a 100 pesos por kilómetro recorrido, por lo que es verosímil que algún equipo apenas reciba 20.000 pesos por sus derechos de televisación, sin hablar, claro está, de la enajenación de derechos de imagen que tendrán que atender con cada uno de los protagonistas.

“Es oro por espejitos”, le dije a Diego, que sólo piensa en salir campeón con Atlético, mientras se queja porque no hay un peso.

Oro por espejitos.