Con un planteamiento colectivo ejemplar, sinónimo de los mejores manuales de básquetbol, Aguada se impuso a Malvín 101 a 64 en la tercera final de la Liga Uruguaya de Básquetbol. Andrew Feeley fue el goleador de la noche aportando 24 puntos para el ganador, mientras que en Malvín se destacó Nicolás Mazzarino, con 14 unidades. Tras este resultado, Malvín lidera las finales 2-1. El próximo viernes, a las 21.15, se verán las caras por el cuarto juego.

En el primer cuarto Aguada hizo una demostración del básquetbol simple. Demostración de las mejores: rotaciones limpias en ofensiva, siempre con las descargas buscando al hombre mejor ubicado para tirar, todo coronado con porcentajes de efectividad muy altos. Además, el goleo fue bien repartido –convirtieron los cinco titulares– y eso dificultó la tarea defensiva de Malvín. A propósito de la defensa, el aguatero defendió de muy buena forma el juego interior. Eso obligó al playero a tirar permanentemente de afuera, demasiado, rozando el abuso, y no estuvo fino. Con el panorama así, Aguada empezó a marcar diferencias minuto sí y minuto también. Hizo máximas de 8, de 12 y hasta de 15, primero 21-6 y luego, al final del cuarto, 26-11.

Si bien dentro de tanto buen funcionamiento se destacó lo colectivo de Aguada, también es justo remarcar que hubo individualidades que hicieron suyo ese momento del partido, como Andrew Feeley y Federico Pereiras. Cuando el rojiverde sacó 20 de distancia por primera vez (36-16), el estadounidense llevaba 11 puntos anotados y Pereiras, 12. Uno para todos, todos para uno, y cuando terminó el segundo cuarto los porcentajes de acierto de Aguada fueron enormes, sobre todo desde el triple: casi 70%. Y mientras en un lado de la cancha el aro parecía un cráter, del otro era más chico que la pelota, no entraba: 21% en triples, 63% en dobles, 40% en libres. El único que sostuvo la bandera de Malvín fue Mazzarino. Terminó 44-24 arriba Aguada. Pareció mucho.

Cuando en el arranque del tercer chico se abrió una nueva máxima, esta vez de 25 (49-24), la situación pasó de ser un parecer a ser un hecho consumado. Sí, aún con mucho tiempo por jugar. Malvín tuvo alguna reacción, pero siempre de forma aislada, solitaria, nunca seguida con tres o cuatro jugadas que hicieran creer en una remontada sostenida, tanto en el juego como en lo anímico. El trámite se hizo más bien gol a gol, cosa que favorecía a Aguada por la diferencia y el paso del tiempo. Pero, para peor, Malvín no despertó en defensa y, en resumen, marcó de deficiente para abajo: no ajustó bien ni los dos contra uno ni los pick and roll, tampoco pudo defender individualmente y no cargó como debía el rebote –cosa que le dio varias segundas chances a Aguada–. Terminaron el tercer chico 74-46 y, prácticamente, el último cuarto estuvo de más. A los pocos minutos comenzaron las rotaciones para reservar los jugadores más importantes en uno y otro. Sin el interés en el marcador, el partido se fue consumiendo, con la idea fija en la cuarta final.