La mesa estaba servida. Marcel la venía rompiendo en los play off y era uno de los puntos altos de su equipo. La séptima final era a todo o nada con Aguada, el que ganaba era campeón y festejaba. Los aguateros ganaban por dos y venían en ataque: la llevaba Federico Bavossi, tocó y recibió pase de Federico Pereiras y quedó de cara al aro. En el camino se plantó firme Marcel, le fue al bombo, saltó y enseguida se dio cuenta de que algo pasó. Vio cómo la guinda entraba, Aguada se ponía 19-15 y al caer apoyó solamente el pie derecho. Dio unos pasos cortos, como cuando un niño juega a la rayuela, pasó la línea final y se tiró al suelo. Sabía exactamente lo que pasaba, era el tendón de Aquiles. Se terminaba la final para él. Sólo había durado tres minutos y 12 segundos.

Sin esperanzas de estar en la final, se fue de urgencia a una clínica cerca del Palacio Peñarol. Atrás quedaba la ilusión de romperla con la naranja como lo venía haciendo, para recibir de frente la bofetada. La ecografía confirmó lo que ya sabía: tenía roto por completo el tendón de Aquiles. Ya no era sólo la final: se derrumbaba el sueño de estar con la selección tras ser preconvocado y se arruinaba un contrato con un poderoso de Puerto Rico en busca de otro campeonato. “En ese momento, entre la rabia y la impotencia, me puse a llorar. Se me pasaron muchas cosas por la cabeza: venía haciendo partidazos y era el juego definitivo. Yo sabía que estaba ayudando al equipo y era importante, la bronca la tenía”, confiesa.

Había dos caminos: volver a casa en Malvín y llorar, o volver al Palacio Peñarol y alentar al resto. Marcel sabía que tenía que estar, se moría de ganas; allá fue. Habló con el médico de su equipo y le dijo que volviera, que toda la gente lo iba a ver, los de Aguada y los de Malvín. Agarró sus cosas y cambió el chip: “Cuando estuve en la universidad en Estados Unidos un entrenador nos enseñó algo que me quedó y lo recordé. Él hablaba del woe me, que es algo así como ‘pobre yo’. Él decía que en algunos momentos hay que aislarse de la pena que hay, o que sientan pena por uno, porque en esos momentos lo importante era alentar a los compañeros para ser campeones, y eso pasó”.

La historia es conocida. Malvín venció 77-72 a Aguada y se coronó campeón de la Liga Uruguaya de Básquetbol (LUB). Marcel Souberbielle fue elegido el jugador más valioso y se llevó de premio una moto, que deberá aguardar por unos cuantos meses para usar, mientras se recupera. Operado y con un yeso que le cubre toda la pierna, firmado por todos sus compañeros, resalta la leyenda “pasta de campeón”, escrita por su hermano por una frase de su padre. Mientras las horas pasan y recibe entre medio alguna visita, permanece frente a la estufa a leña jugando el Mundial virtual en la Play, mientras espera que arranque el de verdad.

La carrera que arrancó de pibe, entre el fútbol de Playa Honda y el básquetbol de Malvín, lo movió por 25 de Agosto, Cader de Rocha, Puerto Rico y la universidad de Indiana, en Pensilvania, donde también se recibió en la carrera de medios de comunicación. “Somos colegas, cuando quieras te hago la nota yo a vos”, tira antes de arrancar.

¿Cómo estás?

Tratando de mantenerme entretenido, yo qué sé, la llevo como puedo. La mala me la llevé antes que la buena. Apenas salté me di cuenta de que me había roto todo, me di cuenta enseguida de que era el tendón de Aquiles. Enseguida después de que me lastimé nos fuimos a una clínica por 18 de Julio. Me hicieron una ecografía que decía que el tendón estaba todo roto. Los médicos me pedían que me apoyara en el pie izquierdo, a ver si podía pararme en puntas de pie, y no había chance. Cuando me apoyaba en el pie izquierdo sentía que el piso estaba en bajada, una sensación rarísima. Me fui saltando en una pata, me ayudaron a salir del Palacio y a volver a entrar.

¿Y qué pasó cuando volviste al Palacio Peñarol? ¿Cómo lo viviste?

Cuando volví al Palacio entré por Galicia y me quedé mirando el partido un poco parado, un poco sentado. Ya estaba cansado, la pierna derecha estaba acalambrada de saltar. Estaba intentando no apoyar la izquierda, hoy no puedo apoyarla hasta que no me saquen el yeso. En un momento me metí y crucé la cancha, con hielo y saltando, y llegué al banco con mis compañeros. Quería estar ahí, no quería ir a mi casa a ponerme a llorar.

Fue medio raro. Creo que lo viví más tranquilo que cuando estoy jugando. Lo vi bien al equipo, a pesar de que la distancia cuando ganábamos era corta. Incluso en un momento se puso muy complicado. Todos los partidos que ganamos fueron los que íbamos en ventaja, no fue que ganamos partidos viniendo de atrás. Quizá por no estar jugando me mantenía tranquilo. A veces estoy en el banco y lo vivo con mucha locura, sabiendo que puedo entrar. Aún así, estaba enchufado y viví cada jugada.

¿Por qué Malvín terminó siendo el mejor?

Creo que es merecido. Hicimos un gran trabajo durante todo el año, tuvimos distintas adversidades. Todos dudaron de nosotros en algunos momentos, pero supimos salir adelante. Hubo mucho cambio de extranjero, con un equipo muy irregular. Incluso si hubiéramos perdido algunos partidos podríamos haber quedado en la zona de descenso. Pasamos por todo. Tuvimos dos reuniones en todo el año con el cuerpo técnico. La primera fue esa, cuando estaba complicado. “¿Qué nos pasa? Vamos a darnos cuenta de que no somos el Malvín de antes. Miren que podemos pelear por el descenso”. La LUB estaba en un momento en el que cualquiera le ganaba a cualquiera. La otra reunión que tuvimos fue antes del último juego. Ya no fue con el mismo tono, pero era sobre la chance de ser campeones. Nadie quiere que te empaten un 2-0, la perspectiva cambió, pero sabíamos que podía pasar.

¿Por qué Malvín siempre está en la pelea y es un club tan bien organizado en lo deportivo?

Yo volví en 2014. Pasaron muchos planteles, pero me parece que este plantel, comparado con aquellos, no tiene nada que ver. A nivel de presupuesto este es menor, es más humilde y muy trabajador. Destaco el trabajo. Tenemos grandes figuras como [Nicolás] Mazzarino o Hátila [Passos], pero nunca tuvimos extranjeros desnivelantes. Somos un plantel corto. Creo que es muy meritorio porque no contábamos con superestrellas. Eso se vio reflejado en la temporada. Un equipo solidario que no dependía de un solo jugador.

¿Cómo viviste el final? ¿El título?

Esos minutos finales fueron bravos. Festejás un rebote o puteás a un compañero porque no entendés cómo dejan tirar a uno solo. Hubo dos jugadas claves en el final. Una fue cuando Pereiras estaba atacando, tocó con Feeley, que estaba marcado por Hátila, hubo un amague, Feeley tiró solo el triple y volvieron en partido. Ahí se pusieron de nuevo. La otra clave fue la tapa de [Dominic] Mcguire a Pereiras. Ahí me puse muy nervioso. Tenía la sensación de no poder caminar ni moverme solo, me apoyaba de cierta forma.

Después me vino un alivio bárbaro. Imaginate si me pasa el garrón de la lesión y perdemos, es mucho más difícil de llevar. No es lo mismo quedarte festejando el campeonato. La cabeza influye mucho.

¿Pensabas que podías ser elegido el jugador más valioso?

Sí, sinceramente. El MVP [por Most Valuable Player] lo tomo como lo que es, es un premio extra y un reconocimiento. Yo quería ser campeón. En los festejos alguno se me arrimó a decirme MVP y yo no sabía que me lo daban. Creo que tuve los números más parejos en los play off y por eso es el premio, por toda la actuación. Todos tienen que rendir en los play off, y todos sueñan con hacerlo a gran nivel. Para mí fue reconfortante poder hacerlo por el trabajo que venía desarrollando.

¿Qué fue lo que hiciste durante el año?

Tengo un rol de mucho trabajo en Malvín. Año a año mejoro, cuando juego con la confianza que tuve en los play off, si estoy solo voy a tirar porque sé que la voy a meter. Por ahí soy de los jugadores de Malvín que pueden hacer esas cosas, y las rachas también te lo permiten. En ataque tengo que meter los tiros abiertos, romper hacia el aro y terminar cuando puedo. También tengo que crear para mis compañeros, soy un jugador muy versátil. En defensa tuve varios trabajos durante el año. Físicamente en la primera parte del año no estaba para defender a un 3, e iba con el 4 rival. Después fui mejorando y físicamente llegué muy bien a los play off. De jugar todo el año de 4 se me abrió un lugar y soy consciente de eso. Cuando se me abren lugares en momentos oportunos trato de aprovecharlo. Entré en un momento en que agarré confianza, estaba bien de piernas, y por momentos defendía bien. Marqué a jugadores que eran difíciles. Por algo terminé jugando varios minutos.

¿Qué es lo más duro de esta lesión? ¿Qué información tenés?

Lo más complicado de la lesión es la cabeza. No sabés qué va a pasar, cuánto va a llevar [la recuperación]. No tengo mucho conocimiento; tengo tres semanas de yeso, después voy a estar con la bota un par de semanas más. He tenido compañeros que tuvieron la lesión y me escribieron. El Tallarín [Sebastián] Izaguirre, por ejemplo, al que no conozco y se puso a las órdenes. Con el tiempo iré viendo. Es una recuperación muy larga. Sé que voy a deber tener mucha paciencia. Son siete meses para volver a jugar. Supongo que después de que me saquen los puntos voy a arrancar con ejercicios de movilidad, por ahora me dicen que mueva los dedos de los pies. Luego el trabajo de fisioterapia es fundamental. También tengo que atender trabajos para no perder fuerza física: aeróbico, musculación. No tengo mucho historial. Antes de empezar esta temporada estaba muy jodido de la espalda y no sabía si iba a llegar. Me hice un bloqueo y mejoré muchísimo.