La realidad dice que Brasil cuenta con la mejor posibilidad para ser primero de su grupo, luego de que, en el partido anterior ante Costa Rica, pareciera que no pasaba del empate, situación que lo hubiera complicado. Pero realidades son realidades: los brasileños metieron dos goles sobre la hora, Neymar Jr. terminó llorando de estrés y acá están.

Enfrente tendrán a Serbia. Una selección joven, llena de talento, que despliega un fútbol dinámico, pero que quizás tenga algunas falencias en defensa –que quedaron evidenciadas en su partido anterior, frente a Suiza, y que le llevaron a perder un encuentro que tenían controlado–. Las cuentas son claras: como Brasil tiene un punto más, el empate le basta para meterse en la siguiente ronda. Le falta lo otro: jugar con la autoridad que ostentó pero no siempre le sale, tener solvencia defensiva, estar menos errático en las oportunidades de gol que fabrica. Porque sí, hay que decirlo: que la mueven, la mueven, pero no en uno sino en los dos partidos le pasó que perdió el tiempo jugando más horizontal que vertical. Ojo, referido a esto último también es necesario destacar que los rivales le plantan sendas líneas defensivas.

Suiza es la otra selección que arranca dependiendo de sí misma para avanzar. Ganar o empatar son sus claves para enfrentar a la eliminada Costa Rica –que si bien dio muestra de buen fútbol, no estuvo ni cerca de tener la performance que logró en Brasil 2014–. Incluso perdiendo puede meterse en octavos, pero para ello necesita que Brasil le gane a Serbia –algo que no sería nada raro, por cierto–.