Cristiano hace un gesto con los dedos índices, como que enmarca en el aire, dibuja una tele que casi puedo ver. Un prisma transparente en el que aparece el semblante a pura crema de Ronaldo. Cristiano está pidiendo el VAR a gestos. Hemos ido atravesando con el tiempo la transformación de la viveza. Aquellos árbitros bigotudos del siga siga se fueron quedando en el olvido junto con las casacas azabache y el cuello blanco. El fluorescente también se apoderó de los de negro, los bigotes se colgaron de la época. Con el tiempo también aprendimos a simular, hasta que hubo que amonestar la simulación. Parece que lo veo a Bebeto volar por los aires en cámara lenta como en un animé futbolero luego de un tímido contacto con las extremidades rivales empaquetadas en cuero con tapones; el gesto en la cara del brasileño fue escuela para los tantos simuladores que iban naciendo. El pelo duro del gel es lo gráfico. Las casacas apretadas, la opresión de las entrañas. Las próximas estarán pintadas directamente en el cuerpo. Se sumarán entonces las pinturas al mercado, al desfile de marcas de antaño siempre por renovarse y prominentes firmas de la supuesta vanguardia.

Con los festejos de los goles pasó algo similar. Atrás quedaron aquellas trepadas al alambrado a lo Manteca Martínez en Boca, los picos de Diego y Cani, la meada a lo perro de los nigerianos en el 94, la recordada avestruz de Nwankwo Kanu, las trenzas de Taribo West, las rastas del sueco Larsson, el estilo de Alexis Lalas. Creo irme convirtiendo con el texto en un nostálgico de la caravanita con cruz dorada sacudiéndose en el lóbulo de la oreja izquierda, reflejando el sol de turno.

Cristiano está pidiendo el VAR. Lejos quedó la patada de Cantona, quien hasta hoy sostiene que patear a un fascista no se da todos los días. Ni que hablar de la “mano de Dios”. ¿Cuántas opiniones en tantos idiomas sobre la misma jugada, el mismo gesto, el mismo resultado y el mismo llanto? El fútbol que se escribe trae mugre pegada a los pelos de las piernas, costra de la cancha con la sangre de un raspón, sangre con tierra, lo negro de la costra con lo negro de un moretón, la media dura, un defensa colgando del elástico del short. Los brazos en jarra de la resignación por la pantalla son lo nuevo. Si el penal es muy notorio siempre habrá una jugada anterior para reclamar. Los brazos en jarra son la resignación por el hastío. Los mundiales son aggiornarse, enterarse en la cara de que nos vamos poniendo tecnos. Y que nos rendimos ante la pantallita que pide el muñeco de torta que tantos veneran y tantos odian.