La casaca número dos de Atlético de Madrid aparece como nunca antes lo había hecho la camiseta de un zaguero entre la gurisada de los barrios. El último trazo de la rúbrica en las miles de formas de la tela celeste se tilda con una sonrisa pueblerina. Los mismos que hoy le piden fotos son quienes lo veían andar en bicicleta alrededor de la plaza, en Rosario, festejando un triunfo celeste. No todos son Diego Godín, pero sueñan con serlo. El fútbol es cultura, siempre, y en color celeste intenso en tiempos de Mundial. El país está pendiente de 23 y tantos tipos de barbas prolijas, soñadores curtidos en los más altos niveles de la cosa. Algo parecido a una revolución cultural los pone bajo la misma gotera. Hay dos palabras que se repiten en el aire del complejo Uruguay Celeste: una es el proceso, la otra es la identidad. Hay dos conceptos que se mecen debajo: uno es el oficio, el otro es la representación.

No es muy común que el presidente se mueva para despedir a una delegación, en este caso que vaya hasta el complejo Uruguay Celeste. ¿Qué significa para ustedes?

Es raro ver que el presidente se mueva hasta el lugar donde están los deportistas. Es lo que representa la selección, lo que significa el fútbol para nuestro país; por otra parte, el presidente es un hombre futbolero, que ha estado siempre alrededor del fútbol, que le gusta. Obviamente, para nosotros es un motivo de orgullo, un honor. Sabemos lo que significa el Mundial y lo que estamos representando; sabemos la responsabilidad que tenemos.

Eso es parte de lo que ha hablado el Maestro Tabárez todos estos años, en referencia a la cultura futbolística del país. ¿Qué tanto pesa a la hora de ir al Mundial?

Pesa, siempre pesa. A todos los futbolistas les pesa la carga histórica que tiene este país. Siempre me preguntan qué nos hace diferentes. Creo que es eso: nosotros nacemos con nuestra historia, sabiendo que hemos sido ganadores y teniendo el respaldo de lo que han ganado los futbolistas en el pasado. Eso te empuja a competir, a intentar ganar, a tener espíritu competitivo. Tenemos una historia riquísima en Mundiales, por eso se genera tanta ilusión, tanta expectativa. Esta selección genera eso; por lo que dice la historia, por el presente de muchos jugadores, por lo que viene haciendo la selección. Si vos mirás, en el fútbol los equipos con historia al final son los que consiguen cosas importantes. Y nosotros la tenemos.

Hace pocos días se conoció una investigación de la Facultad de Ciencias Sociales y la Facultad de Psicología de la Universidad de la República (El fútbol uruguayo en números: ¿qué significa el fútbol en la sociedad uruguaya?) con respecto al porcentaje de identificación con la selección y con el fútbol en Uruguay. ¿Cómo proyectás eso cuando viajás por el mundo?

Yo leí a [Diego] Lugano en una entrevista en la que contaba que empezaron a identificar la historia de nuestro país con el fútbol. ¿Qué voy a decir yo de que el fútbol en Uruguay traspasa las fronteras de lo cultural, lo religioso, lo político? Traspasa cualquier tipo de frontera. Ese estudio confirma la sensación y el sentimiento de lo que sentís en la calle. Con el fútbol –nosotros lo sabemos, lo hemos vivido– llegamos a cualquier tipo de familia: chicos, grandes, abuelos, gente con distintas posibilidades económicas; llegamos a cualquier ciudadano, a cualquier hogar. Es la gran riqueza que tenemos como futbolistas en nuestro país. Lo que me llama más la atención es ver cada vez más niños con la camiseta de Uruguay; en mi niñez no pasaba.

Pusiste de moda el número 2.

Ahora hay niños que quieren ser zagueros, una cosa de locos. Yo me acuerdo de la caravana cuando salimos campeones de la Copa América de 1995: salí a la plaza a dar vueltas con la bicicleta, la gente tocaba bocina. Pero no recuerdo tanta identificación de la gente con la selección. Hoy en día, es impresionante la cantidad de gurises que quieren ver a la selección, que idolatran a los jugadores, que los ves con camisetas de Uruguay. Cuando yo era chico, veías por la calle camisetas de Manchester United, Barcelona, Real Madrid, Nacional, Peñarol; hoy en día, es al revés. Eso no se genera de un día para otro, y eso ya no se pierde, va a seguir creciendo. Es el mayor premio que podemos tener como futbolistas.

Con toda esta movida de Más Unidos Que Nunca –el hecho de estar hablando de cosas que tienen que ver con el oficio del jugador– no están solamente representando al Uruguay como país sino también a los futbolistas. ¿Ustedes perciben eso?

Nosotros lo percibimos, pero lo más importante es que lo perciban las autoridades. El presidente lo decía y también Fernando Cáceres [secretario nacional del Deporte]; ellos perciben lo que nosotros queremos transmitir como futbolistas, como trabajadores del fútbol, ya ni siquiera como jugadores de la selección. Las reivindicaciones que tenemos como jugadores de fútbol, lo que hemos querido transmitir desde fuera de la cancha, el hecho de que queramos devolverle algo más a la sociedad; eso se percibe. Ahí empieza un nexo con la gente, un lazo muy fuerte que traspasa los resultados deportivos. La gente nunca dejó de creer en nosotros, y eso sí que es difícil de conseguir. Tener credibilidad, que tengan confianza y que eso no se pierda por perder un partido o por quedar eliminados de alguna copa. Eso es difícil, y no se consigue de un día para otro; se ha conseguido por lo que hacemos dentro y fuera de la cancha. Lo más importante es llegar a toda la gente.

Estás enfocado en el Mundial y en el presente, pero ¿cómo sigue floreciendo esa semilla que se sembró hace 12 años acá?

La figura del Maestro es clave, importantísima para nosotros. Lo sigue siendo para mí, que estoy desde el primer día con él.

Desde antes, incluso.

Desde antes, sí, y sigue siendo lo mismo para mí, para mis compañeros, ni que hablar para los más chicos que se han sumado últimamente. Una de las cosas que siempre transmite es el respeto: el respeto por la camiseta, por el compañero, el sentido de pertenencia, la convivencia. Él ha ido moldeando un perfil de futbolista, ha intentado armar grupos humanos más allá de lo deportivo. Los jugadores que vienen saben cómo son las reglas de juego, cómo es la convivencia en la selección. Eso hace más fácil que esa semilla siga creciendo. Creo que mientras siga esta línea de trabajo eso va a perdurar. Cambiaremos de directores técnicos y pasaremos como jugadores, pero es difícil cambiar esa forma y ese sentimiento. Hoy estaba Diego Forlán acá, el otro día vino el Loco [Sebastián Abreu], también [Diego] Scotti, Juan Castillo, el Mota [Walter Gargano]. Te ponés en el lugar de [Federico] Valverde, [Lucas] Torreira, [Rodrigo] Bentancur, jugadores que recién llegaron y ven que los de antes siguen viniendo, pero ahora a verlos a ellos, como uno más... Sentirse parte es súper importante siempre para transmitir esa pertenencia.

Hace 13 años que estás en la selección. ¿Te pusiste a pensar en los momentos que has vivido, o lo dejás para después?

No me detengo a pensar. Me paro a disfrutar el momento, estoy disfrutando de manera impresionante este momento, este Mundial, que es distinto de los otros. Estaba en otro lugar incluso en el equipo. Ahora disfruto todo, hasta esta charla con ustedes. Estar en la previa, lo que fue la clasificación. Todo.

¿Llegás mejor?

Llego mejor porque ya he tenido vivencias de muchos partidos, me siento bien físicamente, me he preparado a conciencia para llegar bien. Física y mentalmente las ganas y la ilusión son más por ahí que en otro Mundial, porque lo vivo de otra manera.

Hay cosas que tienen que ver con los sueños, mientras que otras se relacionan con el oficio. ¿Cómo era un día tuyo en Cerro, y cómo ha cambiado al día de hoy, que te permite estar en este lugar?

En Cerro no teníamos gimnasio, teníamos adoquines para usar como pesas, andábamos en bondi o nos arreglábamos para que te levantara alguien por ahí. Era otra realidad. Me fui conociendo como futbolista. Me fui educando en la alimentación, por ejemplo; es impresionante lo que cambia en un futbolista la alimentación. Yo estaba jugando los partidos finales de la Liga Española y la final de la Europa League y estaba entrenando aparte con un profe, pensando en el Mundial. Mi pensamiento ahora es otro; sé en lo que puedo mejorar o cómo llegar mejor preparado para este momento. De aquel entonces hasta ahora ha sido mucho el aprendizaje; eso me lo da el estar jugando afuera, el estar por ahí, ver jugadores que se preparan a alto nivel. Lo que me dio Cerro en aquella etapa es más espiritual, de competitividad, de manera de ser, de sentir el fútbol. Y eso es lo que nos hace diferentes a los uruguayos: nos halagan y nos admiran por nuestra forma de ser. El jugador uruguayo es un jugador noble, que se adapta a las condiciones climáticas, a estilos de juego; eso lo tenemos por nuestras vivencias desde chicos, por lo que nos han enseñado adentro de un vestuario.

Esta selección tiene mucha incidencia del interior. Vos, por ejemplo, sos un ídolo en Uruguay pero también en tu pueblo , Rosario. ¿Te imaginabas esto?

¡Qué me voy a imaginar! Estuve en mi pueblo el fin de semana. La gente que te pide una foto es la misma que me vio de chiquito andar en bici. Es parte de cómo somos como futbolistas y como personas. Tu entorno tiene mucho que ver. En mi ciudad me crié en torno a gente buena, gente sana, gente que me enseñó a respetar. Pasé por todos los rincones que te puedas imaginar de mi ciudad, jugando, haciendo alguna bandideada; que te tengan esa admiración en tu ciudad no tiene precio. Una de las cosas más lindas que te puede generar ser un deportista y una persona pública es el reconocimiento. A veces me preguntan si no me molesta sacarme una foto: que me pidan un autógrafo o una foto es un honor, un orgullo, lo más lindo que te puede pasar. Cuando me puteen me voy a preocupar. ¿Qué puede haber más lindo que salir a la calle y que la gente te diga “gracias”?

Tenés de compañero de zaga a otro gurí de pueblo, de Toledo, José María Giménez, y hace cuatro años que están jugando juntos. ¿Qué importancia tiene este aspecto para llegar a un nuevo Mundial?

Es importante tener muchos partidos juntos, porque eso te da la experiencia, saber los defectos y las virtudes, cómo puede reaccionar, fallar o intervenir, y eso es fundamental. A veces, Josema está participando en una jugada y yo sé o puedo intuir qué puede pasar por mi experiencia con él. Si bien en el fútbol hay matrices inevitables para cumplir a rajatabla, sobre todo en la defensa, y no hay que confiarse, conocer al compañero te da mucha ventaja. Ya nos conocemos, y automatizamos cosas de la cancha que para el equipo son importantes.

¿Qué pensás después de haber estado en contacto, por tu participación en el movimiento Más Unidos Que Nunca, con gurises que juegan acá, que van a prender la tele y los van a ver a ustedes en el Mundial?

Después de tantos años afuera, fue como volver, mirar años atrás y decir: yo salí de ahí, sé lo que es, soy lo mismo que ellos. Tuve la suerte o la oportunidad de crecer y estar en otro lugar, pero lo que ha pasado, esa comunión y esa cercanía con el que está acá, nos hace crecer como personas y cambiar la imagen de cara a la gente del día a día de los futbolistas, porque no todos son [Luis] Suárez, no todos son [Edinson] Cavani. Hay gente que está acá y que tiene que entrenar y salir a laburar. Me siento orgulloso de cómo vivimos el fútbol en nuestro país; esa cercanía y esa naturalidad son lo que hace que la gente se identifique. Nos vamos a tirar de cabeza si hace falta, sobre todo por el futbolista. Dejar bien representado al futbolista tanto dentro como fuera de la cancha, en definitiva, es lo que vamos a dejar para los que están en Uruguay y los que puedan salir, es la imagen que podemos transmitirle a toda la gente. El fútbol tiene muchos imponderables, pero representar a todo el fútbol uruguayo es fundamental.