Con la primera ventaja a los nueve minutos, con un primer tiempo 2-0 adelante que podría haber tenido incluso más goles celestes, con un rival que se quedó con diez jugadores cuando faltaban 55 minutos, con la culminación del tercer gol sobre el final y con una actuación siempre dominante, todo anduvo bien ayer en el equipo de Óscar Tabárez. Medido en puntos y en un equipo en progresión positiva de su funcionamiento, todo apunta a la conformidad. La última actuación, con el claro triunfo 3-0, fue la circunstancia que surgió de una formación renovada, vitalizada con modificaciones muy racionales, muy bien pensadas, las que produjeron el excelente resultado. De esa circunstancia se debe pasar a la sustancia de lo sucedido ayer.

¿Qué se esperaba y qué sucedió?

Se esperaba la victoria, ciertamente. Y para conseguirla se anunció largamente que el entrenador celeste iría a un cambio sustancial en el planteo táctico. Se habló demasiado –no hay dudas– de que aparecería una línea de tres, algo que no sucedió. “Nada de jugar con carrileros”, dijo el director técnico en la conferencia de prensa posterior, y sonrió al mencionar un titular de prensa uruguayo que ayer había anunciado: “Tabárez apuesta al contragolpe”, como antes lo hizo con un medio –¿siempre el mismo?– que anticipó que se harían ¡ocho cambios! Ayer lo recordó nuevamente. En esa sana discusión futbolística que nunca elude hizo una afirmación que hace tiempo no recordaba: “Para mí, en fútbol, la palabra santa es equilibrio”. Y a eso apeló.

No hubo línea de tres, no hubo carrileros, no hubo contragolpe. Hubo ajustes: notorios y necesarios ajustes, aplaudidos y reclamados ajustes.

Los jugadores uruguayos celebran la victoria ante Rusia.

Los jugadores uruguayos celebran la victoria ante Rusia.

Foto: Sandro Pereyra

De la autocrítica a la reconstrucción

Tabárez acertó en no quedarse conforme con lo mostrado en el partido con Arabia Saudita, aunque ya se hubiera conseguido la clasificación a octavos de final. Y lo trascendente es que acertó en todos esos ajustes y que no enfocó a las modificaciones desesperadas que anunció la mayoría de la prensa escrita, radial y televisada. No hubo línea de tres, pero hubo un triángulo defensivo muy marcado que, además, tuvo un alto rendimiento que apuntará al futuro. Esa fue la figura defensiva básica, la constituida por los dos defensas centrales, la que ayer estuo integrada por Sebastián Coates, Diego Godín y –en su debut como titular– Lucas Torreira. Los tres rindieron en alto grado. Sobre todo importa lo de Torreira, de quien dijo ayer que “hubo que ir llevándolo”. Eso es progresividad. Y el volante italiano le respondió a cabalidad. Quitó, obstaculizó, ordenó saliendo limpio con la pelota, fue rueda de auxilio de quienes lo rodeaban. Diez puntos. Segundo: incluyó a Diego Laxalt de lateral izquierdo para hacer lo que hace un lateral, tapar la zona en la defensa y mostrarse siempre activo en armar jugadas de ataque. Aprovechó su ímpetu al servicio de lo defensivo y su posibilidad técnica de proyectarse, y le dio más comodidad a Martín Cáceres al mandarlo al lateral derecho, zona en la que actuó bien, aunque todavía no recobre la vitalidad de años atrás. Pero cada vez está más cerca. Tercer ajuste: mientras completaba la zona del corazón del equipo con Nahitan Nández –poco sutil pero útil cuando embarulla al equipo rival y mantiene el orden básico con sus compañeros– y el relojito Matías Vecino, colocó a Rodrigo Bentancur más cerca de los dos delanteros, sin abandonar tareas de contención elementales. El neohelvético tuvo vacilaciones. Fue el primer jugador en recibir una tarjeta amarilla –por lo que fue sustituido para no arriesgar una expulsión–, pero hizo aportes diversos y valiosos. De los dos monstruos futbolísticos, ni hablar. Luis Suárez calmó su voracidad goleadora tempranamente con un medido y certero tiro libre ejecutado con la potencia necesaria, mientras que Edinson Cavani encontró satisfacción en la última pelota. Además, volvió Giorgian de Arrascaeta y mejoró; el Cebolla Cristian Rodríguez hizo su aporte, por ejemplo provocando el tiro de esquina que produjo el tercer gol, y hasta debutó Maximiliano Gómez para tocar una vez la pelota y sentir cómo le queda la celeste que tiene puesta para lucir en una Copa del Mundo.

Ah... y Muslera, el golero cero gol, estuvo perfecto.