Sería una irresponsabilidad muy grande, y una posición muy boba, (no) preparar el partido de hoy con Arabia Saudita en la posición de ganador de antemano, considerando de que será un partido fácil y que ya está todo resuelto. Sería sensato, y acorde a lo que este cuerpo técnico y sus deportistas nos tienen acostumbrados, tomar este partido como la final más difícil que nos puede tocar y, en consecuencia, optimizar la planificación, la estrategia y la concentración para el juego en Rostov del Don. Es en realidad un partido trascendente: un triunfo de los uruguayos los colocará casi de plano en los octavos de final de este magnífico –por las altas prestaciones de los contendientes– campeonato.

Saltémonos entonces los vulgares prejuicios sobre partidos papa y pan comido, y aunque es posible que en una hipotética comparación de colectivos, individualidades y últimas prestaciones, la Deep Blue, el finado Pulpo Paul, el Pãe Virginio y hasta el propio Vladimir darían como cómodo ganador a Uruguay, todos sabemos que un partido de fútbol tiene exponenciales alteraciones y variables a lo largo del tiempo que los futbolistas interactúan en la cancha compitiendo como colectivos que se forjan mediante la suma de las individualidades, que también, en función del equipo, pueden ser determinantes por sí mismas. El partido de hoy no es fácil ni un partido más, y conseguir la victoria significaría seguir rompiendo marcas: si los celestes derrotan a los árabes estarán quebrando dos marcas que no se ha podido modificar desde 1954 (64 años): ganar los dos primeros partidos del torneo, y en función del resultado de Rusia-Egipto (3-1), llegar al tercero matemáticamente clasificados.

Seguir a nuestra selección en Rusia, en Nizhny Nóvgorod y en cada uno de los lugares donde debe salir a la cancha –hoy toca Rostov del Don– no significa tener más privilegios que el de la observación, la consulta, el conocimiento y, en función de todo eso, arribar a ciertas conclusiones particulares que de ninguna manera son la posición expresa de los técnicos o los futbolistas, pero que tal vez en muchos casos pueda tener puntos de contacto. La conferencia de prensa que dio ayer el Maestro Óscar Washington, además de ser emocionante por sus palabras y por el aprendizaje que tira arriba de la mesa en cada instancia de esas que la FIFA tiene como obligatorias, dejó la noticia del equipo titular que saldrá hoy a la cancha. No es habitual que el entrenador adelante los nombres públicamente, pero ante la pregunta de un periodista extranjero y luego la de un uruguayo, terminó por confirmar lo que se conjeturaba desde hace un par de días. Lo confirmó sin dar los nombres y reforzó la idea de que Carlos Sánchez y Cristian Rodríguez entrarán a la cancha en reemplazo de Giorgian de Arrascaeta y Nahitan Nández, tal como pasó en el transcurso del encuentro con Egipto. Los 11 de hoy serán Fernando Muslera; Guillermo Varela, Diego Godín, José María Giménez y Martín Cáceres; Pato Sánchez, Rodrigo Bentancur, Matías Vecino y Cebolla Rodríguez; y Edinson Cavani y Luis Suárez. A la cancha, la celeste.

Acerca de Arabia Saudita, difícilmente podamos encontrar mejor análisis que el que hizo Jorge Burgell en la edición de ayer. Otra vez contamos con el mejor marco teórico, pero claro, las circunstancias, potenciales efectos mariposa, pueden modificar cualquier situación prevista en el juego. Es un hermoso partido, con excelentes recompensas posibles y con la seguridad de que su preparación y su croquis de juego han sido considerados con la mayor concentración y perfección posible, además, claro está, de la idoneidad necesaria. Esta fase del torneo pide puntos para pasar a las fases más determinantes. Por ellos irá hoy, una vez más, el Uruguay de Tabárez.