Para describir el partido de octavos de final entre Francia y Argentina todas las frases empiezan o terminan en Kylian Mbappé. Normal, con la clase de fútbol que dio el delantero francés el sábado. Metió dos goles en el 4-3, le hicieron un penal que Antoine Griezmann mandó adentro, para cortarlo le cometieron un montón de faltas al borde del área –en una de ellas y tras el tiro libro Griezmann reventó el travesaño–, metió varias carreras largas a lo Ronaldo –con zancadas y driblings largos como lo hacía el brasileño–, y además porque en eso de que lo cortaron con faltas le hizo sacar tarjetas a medio pueblo, si bien esto no es un mérito en sí mismo. Figura y pico Mbappé.

Pero no juega solo, y en el partido en el que Francia fue más que Argentina se vio claramente. Francia tiene una muy buena zona defensiva, con zagueros firmes y laterales que se sueltan –prueba de esto es el golazo que hizo el lateral derecho, Benjamin Pavard–, un medio campo muy táctico con N’Golo Kanté y Blaise Matuidi –que no estará ante Uruguay por amarillas– y, ahora sí, de ahí para arriba la magia de Paul Pogba, la velocidad en las transiciones defensa-taque, los buenos de Mbappé y Griezmann, más el 9 bien de área, Olivier Giroud.

Es necesario reafirmar el carácter colectivo de los franceses, porque fue fundamental para dar vuelta el partido frente a Argentina. Ganaban 1-0, pero con goles de Ángel Di María –a los 41– y de Gabriel Mercado –a los 48– pasaron a estar abajo 2-1, hasta que sacaron el repertorio para en diez minutos, desde el 58 al 68, ponerse 4-2, resultado apenas maquillado por el tanto que Sergio Kun Agüero metió sobre el final.