De las primeras partes nacen las segundas. Si la primera parte fue buena, la segunda tal vez nazca con el peso de ser igual o mejor. Pero en el verbo radica todo: nacer. El resultado dependerá de muchas variantes, incluso de la ejecución y del aprovechamiento de cada una de las variantes, individual o colectivamente. A fin de cuentas, como dijo Erich Fromm, vivir es nacer a cada instante. ¿Qué son las segundas partes? Entre otras cosas, es nunca dejar de intentarlo.

El martes 24 de julio, Marcelo Trigo, entrenador de remo del club mercedario Remeros y de la selección uruguaya juvenil, comenzó la recorrida por los liceos y la UTU de Mercedes con el fin de presentar el programa Rema Mercedes, que sale a la cancha por segunda vez, tras el éxito del primero, lanzado y ejecutado desde 2016 hasta principios de este año.

Retrospectiva: Rema Mercedes primero fue una idea, luego un proyecto y después un programa con la aspiración de consolidarse en tres fases: scouting, desarrollo y proyección olímpica.

De la captación se encarga Trigo junto con su equipo de profesionales; para el desarrollo es vital el apoyo público-privado entre la Intendencia Municipal de Soriano y varias empresas privadas, además de las (fundamentales) 100 becas que el club otorga; la proyección olímpica es la aspiración suprema, y en este aspecto el remo ha sido fundamental en la historia del deporte uruguayo.

Según contó Trigo a la diaria, la idea en 2018 es apuntar a primero y segundo de liceo. Es fundamental que los niños y las niñas que queden seleccionados tengan entre 13 y 14 años para que, en 2022 en África, cuando se desarrollen los próximos Juegos Olímpicos de la Juventud (salteándose los de este año, que son en Buenos Aires), tengan la edad y el recorrido para competir en las mejores condiciones posibles. “La detección será muy difícil. Tal vez se vea mejor en las mujeres, que a veces se desarrollan antes, pero en los varones va a ser más complicado. Son edades en las que los desarrollos están muy verdes”, comentó el entrenador, sin dejar de reafirmar que lo importante es hacerlo porque la captación de talentos es fundamental.

Todos los inscriptos son evaluados. En 2016 fueron 400 chiquilines y a las primeras pruebas se presentaron 320. Para esta edición, a casi dos semanas de empezadas las recorridas por los centros de estudio, ya hay más de 600 inscripciones. Las evaluaciones iniciales, que comenzarán esta semana, serán sencillas pero determinantes: altura y peso, envergadura, saltos en potencia, carreras de velocidad y remoergómetro. No será fácil seleccionar a los 100 –50 varones y 50 mujeres– que seguirán a la segunda fase.

El mundo es de los que se animan

Yuliana Etchebarne tenía 16 años. Fue al liceo, como siempre, y un día cualquiera presenció la charla sobre Rema Mercedes I. Escuchó con atención, sólo eso. El entrenador vio su porte. Eso no se le escapa a quien está acostumbrado a disertar, por un lado, mientras la observación va por otro, como un escáner silencioso. “¿Se anotará?” piensa Marcelo Trigo cada vez que ve un físico ideal para la práctica del remo.

Marcelo Trigo, entrenando para Rema Mercedes. (archivo, octubre de 2016)

Marcelo Trigo, entrenando para Rema Mercedes. (archivo, octubre de 2016)

Foto: Sandro Pereyra

No sólo se inscribió, sino que Yuliana es sinónimo de que Rema Mercedes da frutos: a los 16 comenzó, a los 17 su progreso fue enorme y al poco tiempo llegaron las medallas internacionales: dos platas y un bronce en el Campeonato Nacional Argentino y una presea de plata en el pasado campeonato Sudamericano y Panamericano disputado en Chile.

La culpa fue de las amigas. Después de la charla en el liceo, Yuliana nunca pensó que iba a llegar, ni siquiera que iba a quedar en el programa, porque “nunca fui la persona más deportista y sabía que este deporte era muy sacrificado”, dice. La incertidumbre comenzó a despejarse cuando las amigas, que querían ir, le pidieron que las acompañara. “Cuando me llegó el mensaje de que había quedado no podía creerlo”, resume.

Los entrenamientos empezaron con el compromiso de hacerlo bien. A medida que el tiempo fue pasando las pruebas continuaban, cada vez más exigentes, y la decantación seguía su ritmo. Cada vez eran menos, pero Yuliana seguía estando: 320, 100, 60, 40, siempre estaba. Su decir es muy elocuente: “De a poco me fui integrando al plantel, siempre queriendo llegar a ser cada día mejor. Así fue como conocí a un equipo muy lindo y unido. A medida que aumentaba el nivel aumentaban las exigencias, pero también las ganas de mejorar cada día. Creo que después de la primera vez que tuve la oportunidad de compartir entrenamientos con la selección, en julio de 2017, fue un antes y un después. Remé junto con Sabrina [Silva], que es una de las referentes, y me inspiró mucho a tratar de superarme. Ella es un claro ejemplo de que nadie nos regala nada, tenemos que ganarlo y esforzarnos por conseguir lo que merecemos”.

El premio es saber querer. Quien quiera verificarlo está invitado a probar. En la disciplina que sea, porque querer siempre es arbitrario. Tal vez la familia de Yuliana no tenía dentro de las prioridades pagar la cuota social de un club, mucho menos –porque no estaba en el imaginario– para que hiciera remo. Pero no saber tiene algo positivo: nunca es definitivo. Basta una posibilidad para cambiar el rumbo de las cosas. Y querer.

Yuliana y su mundo nunca imaginaron la posibilidad de remar, de competir remando y, mucho más allá, de ir a un campeonato preolímpico. Pero las cosas llegan. “Cuando los entrenadores nos plantearon ir a Chile a buscar una clasificación olímpica, simplemente me pareció algo de otro mundo”, dice la remera, quien agrega que, sin tiempo para pensarlo, “comenzamos a entrenar para buscar eso y, además, obtener medallas panamericanas. Entrenamos todo el verano junto con Marcelo [Trigo] y Osvaldo [Borchi, también entrenador], levantándonos a las cinco de la mañana y terminando con las últimas horas de luz. Así fue como llegamos a la Copa América, en la que obtuvimos muy buenos resultados, que nos sirvieron para motivarnos y seguir adelante. Un mes después estábamos yendo a Chile. Fue algo de otro mundo: el intercambio con personas que buscan lo mismo que vos, personas que en unos años vamos a ver en [los Juegos Olímpicos de] Tokio 2020 en la televisión. Poder decir que yo compartí esto con ellos, aspirar incluso a estar ahí, tener la oportunidad de charlar con las campeonas del mundo”. Sí: de los sistemas de tres ecuaciones lineales con tres incógnitas, del estudio de los modelos hegemónicos en el mundo contemporáneo, de la química de los compuestos del carbono y de la hora para el recreo, a compartir espacio con campeones mundiales juveniles de remo.

De los malos rendimientos también se aprende. No hubo una buena primera regata y Yuliana, junto a su compañera Macarena Bonilla, lo supieron. El desempeño no fue como esperaban, pero eso no les hizo bajar los brazos. “Después de reflexionar sobre lo que había salido mal pasamos la página y nos mentalizamos en la regata que teníamos por delante: el ocho mixto”, dice la deportista.

En primera persona: “Esa regata fue una de las más emocionantes. Sabíamos que iba a ser difícil porque estábamos compitiendo con los mejores de cada país, pero eso no nos hizo perder la esperanza de darle a Uruguay una medalla panamericana. Fue una regata en la que lo que importó fue el trabajo en equipo y las ganas de, como decía Osvaldo en cada entrenamiento, ver a Uruguay arriba. Lo único que se me pasaba por la cabeza era Sabrina gritándonos para que hiciéramos diez remadas más fuertes y poder meternos en los primeros lugares. Cada uno de nosotros buscaba hacer cada remada un poco más fuerte que la anterior. La sensación de cansancio y satisfacción por haberlo dado todo y haber ganado una medalla de plata, haberles ganado a los dos países que venían liderando en la mayoría de las pruebas, Argentina y Chile, y pelear el primer puesto, fue una emoción”.

No estoy convencido de que cualquiera pueda creerlo, pero se puede. Cuando hay plan, se puede. Que los planes pueden ser mejores o peores, que se necesitan algunos o muchos recursos más, que si lo estatal debería apoyar más o menos a los proyectos deportivos que apuntan al profesionalismo o si, en cambio, debería enfocarse en el deporte para todos son discusiones abiertas y, necesariamente, deben seguir dándose, tal vez para encontrarle un mejor sentido a la totalidad de las cosas o para poner el foco donde mejor funcione.

En un país que parece vivir de espaldas al agua, el remo es un pedazo grande de historia social y deportiva que sigue demostrando que no importa que Uruguay sea chico, sino la cultura que se quiera desarrollar. Lo social es lo más importante de todo, pero el deportista de rendimiento es un ejemplo de sacrificio, de preparación. Un modelo de que sí se puede. Y como siempre hay que intentarlo, allá en Mercedes, a orillas del río Negro, hay un plan que va por más. Y aunque es una locura, tiene su cosa razonable, diría Onetti.

Colgadas

La medalla más importante que se colgó Yuliana Etchebarne hasta el momento es la de plata con Uruguay en el Sudamericano y Panamericano disputado en Viña del Mar, Chile. Fue en el bote ocho remos largos mixto e integró equipo junto con Felipe Klüver, Macarena Bonilla, Zoe Acosta, Ynela Aires, Martín Zócalo, Martín González, Leandro Rodas y Sabrina Díaz (timonel). Antes, defendiendo la camiseta de Remeros de Mercedes en el Torneo Nacional Argentino, Yuliana conquistó tres preseas: una plata junto a Macarena Bonilla en el bote dos remos largos sin timonel; otra plata en el cuatro sin timonel senior conformando embarcación con Ynela Aires, Zoe Acosta y Macarena Bonilla; más un bronce en el ocho con timonel junto con Sabrina Díaz, Ynela Aires, Zoe Acosta, Alejandra Curbelo, Emiliana Goró, Josefina Jamen y David Castromán (timonel).