1) ¿Por qué Marcelo Bielsa provoca lo que provoca?

2) ¿Qué explica las empatías que genera en Rosario o en Leeds, en Bilbao o en Marsella, en Liniers o en rincones que no pisó nunca, en unas cuantas casas de Montevideo o del norte africano, más acá o más allá de su condición de entrenador de fútbol?

3) ¿Qué fundamenta, por el contrario, las antipatías que suscita, en los mismos sitios, con prescindencia frecuente de su oficio de director técnico y de algunos de los rasgos que ejecuta en ese oficio?

4) ¿Cómo es que surge nítido que esas empatías o esas antipatías no devienen de la circunstancial serie de triunfos que encadena el Leeds, su equipo ahora, ni se rompen cuando lo que se eslabonan son las derrotas?

5) ¿Será que Bielsa nos pone en contacto con unos valores futbolísticos y no sólo futbolísticos que quizás son intangibles pero en alguna parte nos importan y van a contramano de lo que domina al fútbol y a parte de la vida en este tiempo?

6) ¿Por qué algunas y algunos nos conmovemos cuando Bielsa pone en el Leeds a Ryan Edmonson, un pibe de 17 años que es hincha del equipo, y lo elogia no por sus dotes deportivas sino por algo que considera hasta más esencial: “Es emocionante ver cómo nos ayuda. En un mundo tan superprofesionalizado estos comportamientos nos vinculan con el verdadero origen del fútbol. Todos al comienzo éramos tan sanos como él”.

7) ¿Ocurrirá que Bielsa nos repone la relación que tuvimos con el fútbol y con lo que lo rodeaba (o creíamos que lo rodeaba) cuando éramos chicos, quizás otros y otras, seguro con menos contaminación: la lealtad, la integridad, la consonancia entre la forma y el fondo, la valentía, la dignidad de no especular, la preocupación por el saber, la aceptación de que podemos soñar todo pero eso no asegura más que tener ese sueño, la reivindicación de la pasión, la oportunidad de verificar que valemos la pena aunque perdamos, la oportunidad de comprobar que valemos la pena aunque ganemos?

8) ¿Sucederá que Bielsa, incluido pero no domesticado por las lógicas de poder y de negocios que imperan en el fútbol, reivindica cuestiones sencillas que de tan sencillas se nos van esfumando, cuestiones como, por caso, la que él sintetiza en esta frase: “El fútbol, finalmente y aunque parezca que trabajamos sólo por dinero, es una búsqueda de emociones fuertes: es mucho más redituable recordar emociones que contar dinero”?

9) ¿Nos invitará Bielsa -desde sus actos y sin escribir ninguna invitación- a que los que lo admiran no se concedan ser acríticos con su figura y que los que lo desflecan procuren realizarlo sin aseveraciones arbitrarias y sí con argumentos porque, falible, debatible e imperfecto como tantas y como tantos, es un individuo que hace de sus conferencias de prensa, en especial en los últimos tres lustros, un espacio para ejercer la autocrítica tanto como la crítica o, más fácil, para pensar y para que pensemos?

10) ¿Pasará que Bielsa porta un poco de los mandatos de nuestras abuelas y de las lecciones de nuestros vecinos más honorables porque, al cabo, cuando dirige y cuando no dirige, cuando habla y lo desoyen más de lo que lo registran, se nos aparece como un señor que discute de moral con él mismo, alguien empecinado en hallar coherencias en medio de una realidad en la que navegan cómodos lo que en la moral o en lo que sea se cagan en casi todo?

11) ¿O, en una de esas, lo que nos trae un cierto encantamiento con Bielsa es que, a su manera, se pelea con adversarios que nos vencen tanto que hasta no nos permiten darnos cuenta de que nos vencen y nos vencen? ¿O no es eso lo que impulsa Bielsa cuando, entre mil expresiones, sentencia: “Si algo ha obstaculizado la comunicación con la gente ha sido el negocio periodístico”?

12) ¿Y si lo que tenemos es una especie de gratitud no pronunciada hacia Bielsa porque, a riesgo de que una vez más lo despedacen o intenten despedazarlo, advierte seguido, casi denuncia que, con la pelota y sobre todo sin ella, nos metieron en un mundo en el que la industria de la comunicación empujó casi afuera de la cancha a la familia y a la escuela para hacernos la cabeza desde los medios sin avisar que hacía eso, dañando al ser humano según haya glorias o tropiezos?

13) ¿Es posible que, hasta más que semejantes tópicos, lo que despabila simpatías o antipatías con Bielsa sea consecuencia de que por ahora existe poca gente que ocupa espacios tan resonantes como el de un entrenador famoso y que, desde ese espacio, proclama -y Bielsa siempre lo proclama- que el éxito y la felicidad no son sinónimos, un concepto potentísimo que implica que nosotras y nosotras, que no solemos cantar victoria en lo que la modernidad interpreta como éxito, igual podemos ser felices?

14) ¿O, en definitiva, hay señores y señores esparcidas sobre la castigada Tierra que aplauden, sonríen y hasta se identifican con Bielsa porque a Bielsa, por hacer y reflexionar lo que hace y lo que reflexiona, lo llaman Loco y porque esas señores y esas señoras intuyen o saben que sólo asumiendo ese tipo de locura tan noble es que nos volvemos más libres, incluso más justos y, si insistimos, insistimos e insistimos, también mejores?