Federico Pérez ingresa con el pie diestro dando un saltito previo para caer. Sebastián Fernández, que está en esa otra galaxia que es el banco de suplentes, realiza los primeros movimientos, los que aceitan, incluso antes del monito, de jugar a que no caiga. En el calentamiento se agolpa el público en las parrillas llenas de chorizos. Suenan los chivos. Crece el murmullo. En el campo cada cual con su librito: el de las cábalas, el de los métodos. El último pique de velocidad, la última reacción motora, la penúltima conversa antes del ritual interno previo del vestuario. A la vuelta, Sebastián y Federico harán casi lo mismo: la simpatía de pisar con el pie diestro, o el ejercicio de concentración de ir descubriendo cómo está cada parte.

La entrada de los equipos tiene un cortejo de un centenar de botijas que pululan en el campo hasta el clic de la foto del cuadro. Hay un micrófono atado al alambre de púas con una cinta pato plateada. Los fotógrafos se ubican donde prevén la primera emoción, pero el arte de lo imprevisto se dispone y el partido empieza con bombos y papel picado. Carmelo, Nueva Helvecia, Juan Lacaze y Rosario presentes en banderas.

Nacional tiene un 4-1-4-1 convertible, sobre todo con Brian Ocampo, Matías Zunino y el Chori Gonzalo Castro. En esas transiciones surge el primero de Gonzalo Bergessio, con la producción de Brian Ocampo llegando a la zona de finalización.

El sostén de Plaza está en Mario Risso y Federico Pérez desde el fondo. La conversación con la pelota está en los pies del Flaco Álvaro Fernández y Facundo Waller. Es un 4-4-2 con gente que llega y gente que banca. Imprime velocidad en los contragolpes, es fiel a su estilo y es el que insiste por la desventaja tempranera. Además, hay un laburo previo que inquieta en balones parados; sin embargo, el último pase es deslucido. Nacional especula, tiene con qué contestar, pero Plaza se condensa. En el entretiempo las gurisas del Plaza femenino que están de alcanzapelotas bombean unas de regalo a la tribuna. Los balones volando sin destino infantilizan a cualquiera.

Para el segundo tiempo Plaza adelanta líneas. Busca entonces, con velocidad y pelotas quietas, suplir la sentida ausencia de Cecilio Waterman. Nacional está más fino en la última palabra, por eso cuando llega inquieta el arco de Nicolás Guirín. Las armas del patablanca son Franco Acosta y Leandro Suhr, pero Felipe Carvalho y Guzmán Corujo son expeditivos, sobre todo el fronterizo, que no titubea para sacarla del Suppici de Colonia.

En veloz desborde, otra vez de Brian Ocampo, y tras un centro que se fue desviando peligrosamente al arco, Bergessio cazó el rebote de manos de Guirín. Plaza quedó grogui, por eso Matías Rosa no demoró en dar ingreso a Nicolás Dibble. Nacional encuentra aire para el recambio y Álvaro Gutiérrez troca puesto por puesto: Thiago Vecino, Pablo García y Sebastián Fernández.

Plaza insiste, no afloja. Con Dibble llega la primera cierta, sobre los 30 del complemento; el resto de las intenciones se apagaron en la medialuna. Dibble tuvo lo que faltaba, pero no alcanzó. Ocampo volvió a exigir a Guirín y si es por llegadas el resultado es justo. Incluso, el bolso tuvo el tercero con Sebastián Fernández. La virtud de Plaza estuvo en no claudicar, de ahí es que puede recoger maduro para lo que sigue. Nacional pareció siempre haber sabido cómo era el trámite y cuál era su negocio.