Los jugadores salen a la cancha con botijitas en brazos y se sacuden las molleras inacabadas. El inconsciente se tuesta con un sol de fútbol. Son sus primeras canchas. Esta vez el Prado es quien recibe a los futbolistas que los cargan, los miran, les hablan. Las criaturas balbucean y sienten. Luego de las fotos de los equipos a un costado del cartel propaganda -vestigios de una lucha-, Plaza Colonia y River Plate se miden en casa de darseneros: el parque Federico Omar Saroldi abierto por primera vez en 1928, como Olimpia Park, del Club Olimpia, uno de los fusionados en el River Plate del Prado.

En 15 minutos del partido los arqueros ni sudados. El partido es un ida y vuelta de apenas intentos que se pierden en la nada del círculo central o en los alambrados altos en un centro desviado. Federico Pérez, devenido en zaguero, Mario Risso, el Flaco Álvaro Fernández y el panameño Cecilio Waterman son la columna del sistema propuesto por el director técnico coloniense. Jorge Fossati, por su lado, con su ya típica línea de tres: Gonzalo Viera, Agustín Ale y Joaquín Fernández; adelante, Sebastián Píriz como un estereotipo del cinco criollo.

Recién sobre la media hora el partido se anima. Joaquín Piquerez tuvo un remate sin dejarla caer que iba exquisito, pero se reventó en una espalda. Plaza algo más tímido pero homogéneo, con una cierta intención: la cosa es con Waterman; Agustín Miranda y Ezequiel Redin lo saben. Plaza se sostiene con orden, con una defensa densa. Waterman también colabora si le toca. River tiene la posesión pero a Plaza le queda cómodo defenderse.

Para cuando Plaza progresa en el campo, Matías Rosa juega una pieza histórica, Nicolás Dibble, el ex Peñarol y Gimnasia de la Plata. Fossati hace su juego con Diego Vicente. Matías Arezo tiene presencia y estampa de crack. Con el ingreso de Matías Alonso busca renovar combinaciones. Sin embargo los acercamientos de ambos equipos son a tesón. Frágiles, en el último pase o en el disparo final. Arezo lo tiene en un rebote en uno de los tantos córner pero es esquivo el gol, incluso el arco. Entonces ambos se cuidan. Siempre mejor el cero que la pendiente de la desventaja. El “vamo vamo” de Fossati hace eco en la despoblada tarde entre semana.

Desde lejos fue un partido lerdo, sin emociones. Desde adentro claro, puede haber sido totalmente distinto. Negocio para el patablanca, verde de ocasión, que encima casi lo gana en la última con una llegada del Flaco Álvaro Fernández como un puntero y tras habilitación de taco.