Flor de Maroñas, La Unión, Marconi, Piedras Blancas, Borro, Casabó, Colón, Capurro, Playa Pascual, Brazo Oriental, Lezica: vienen de todas partes. El Campeón del Siglo, un monumento contemporáneo. Sopla un viento suburbano. Los paraguas aurinegros son un clásico. A Peñarol se lo aplaude cuando sale a calentar y cuando se dispone para los 90. Digamos, Peñarol saluda a Peñarol, es como un álter ego tan fanatizado como puede llegar a ser el amor. Incluso de amor se habla hasta en las banderas. Los arqueros son los primeros en saltar al campo para los ejercicios previos, los primeros en levantar el aliento. Los primeros en irse al ritual de vendas, linimento y escupidas.

Ya suenan los bombos de los manyas. Los de Boston River son apenas un puñado de dirigentes, padres y madres. El más aplaudido en la nómina de la voz del estadio es Lucas Viatri, quien tiene una bandera que cae de los palcos y dice “Viatristas”, pero que después del silbato inicial desaparece. El más silbado en la presentación de los equipos es Sebastián Abreu, que integra el banco de relevos de la visita.

Ambos equipos proponen, Peñarol con Facundo Pellistri y Agustín Canobbio, que juegan por afuera, por delante del triángulo central con Walter Gargano, Cristian Cebolla Rodríguez y Matías de los Santos. Arriba Lucas Viatri. Boston River tiene al venezolano Gelmin Rivas como referencia, y a Facundo Rodríguez movedizo. Lucas Rodríguez, muy activo, busca por el callejón central penetrar con paredes. Sin embargo, en los primeros 45 son escasas las situaciones claras sobre los arcos.

Sopla un viento de impaciencia suburbana. Los hinchas repasan el banco de suplentes y piensan alternativas: “Pellistri es el único que la baja”. La velocidad del pibe entusiasma a la parcialidad. La primera es con él cortando al medio desde la banda y filtrando para De los Santos, que prefirió el disparo al buscapiés, pero supuso un augurio para la gente. Fueron 15 minutos de presión que derivaron en el primer grito de gol. Poniendo la cara, Cebolla Rodríguez, desde afuera del área tras un rebote y un desconcierto. La ventaja le permitió a Peñarol seguir creciendo. Obligó al Boston a mirar el banco. Por eso el Tato Martín García mandó a Abreu ponerse las canilleras y sacarse el chaleco, bajo una sensible silbatina. No es un gran espectáculo de la raya de cal para adentro, pero el fútbol no es espectáculo, es fútbol, y en eso están. Boston River sin encontrar cómo, Peñarol dubitativo, sin embargo.

El Boston probó con Bruno Foliados, quizás el eslabón que faltaba, y así logró acercarse. Peñarol, por su parte, renovó el mediocampo con Guzmán Pereira, cuestión de callar cualquier intento. Faltando tres se les anuló el empate por fuera de juego a los rojiverdes. Xisco, por las dudas, fue mandado al campo, cosa de liquidarlo, pero fue el Boston el que terminó el partido cerca del área, con apenas algo más que intenciones. Peñarol ganó en el Campeón del Siglo, refugiado en la juventud de Pellistri, que se fue aplaudido en medio del murmullo de la disconformidad.