Por la tarde y con un partido de fondo en la televisión, Daniel Pérez nos recibe en su casa en el Prado. La seriedad y firmeza con la que se lo puede ver trabajando se contrapone con la simpleza, sencillez y entusiasmo con que se dispone a contarnos su experiencia: es el entrenador que logró que Peñarol, que compite hace seis años en el fútbol femenino de la Asociación Uruguaya de Fútbol, tenga seis triunfos clásicos y sea el actual tricampeón uruguayo. A ese título con las carboneras le suma uno obtenido con Cerro. “Siempre estudié antes de dirigir”, cuenta, como si revelara un secreto. Sobre el camino recorrido, analiza lo que pasó y lo que se viene: “Costó, sigue costando y va a costar el año que viene: vamos a jugar otra Libertadores y precisaremos cosas que no teníamos este año para la copa. Hay un proyecto armado; en el cuerpo técnico están Álvaro y Florencia, profesores de educación física que se están iniciando en la vida laboral y están por los viáticos. Necesito asegurar el futuro de mis compañeros”. Sobre el futuro y las opciones, Daniel no duda: “Me capacité para el fútbol de mujeres, y es donde quiero estar”.

¿Cómo aplicás tu modalidad de trabajo en Peñarol?

La particularidad que tiene el proyecto “Educar a entrenar” es respetar las fases sensibles de la niña. El primer año ganamos el torneo sub 14, la Copa de Plata en sub 16 y el campeonato sub 19 y de Primera, al otro año de nuevo fuimos campeones en sub 19 y en Primera. Había jugadoras en sub 19 que ya habían jugado en Primera y en la Copa Libertadores, pero les mantuvimos la categoría, no pusimos a competir a niñas con mujeres. En el fútbol uruguayo es muy común, y es algo que diferencia a Peñarol de los demás equipos.

¿Qué significa para vos que tu proyecto haya tenido tanto éxito en una institución como Peñarol?

En parte el éxito tiene que ver con el club, porque en otro equipo en el que no tuviéramos un lugar de entrenamiento adecuado, un gimnasio y otras posibilidades no se hubiera logrado.

Las jugadoras estudian y trabajan. Básicamente, juegan por amor al juego. ¿Cómo manejás las exigencias?

La camiseta es lo que más influye: venimos a salir campeones y ser protagonistas, lo entienden porque son hinchas; se planifica el trabajo sabiendo que están en el club más grande de Uruguay. En Manaos, el año pasado por la Libertadores, todo el mundo nos pedía fotos. Este año en Ecuador entrenamos en el complejo de la selección ecuatoriana. En Uruguay no pasa; recién nos habilitaron el Campeón del Siglo por primera vez. Todo lo que se consiguió hasta ahora fue por mi insistencia, como el viático, pero si yo no lo pedía no estaba. Ni eso ni la cancha para entrenar.

Aspirás a que las jugadoras puedan dedicarse sólo al deporte. ¿Cómo se puede lograr ese objetivo?

Primero, mejorar el tema de los viáticos. Pedí un ómnibus para que trasladaran a las muchachas de Portones al Complejo de Alto Rendimiento, y una luz más en el complejo, y no salieron. El fútbol de mujeres está visto como un gasto. Creo que el club debería apostar a mejorar los entrenamientos: ganamos un campeonato entrenando en la cancha dos veces por semana. El presupuesto es el mismo que el año pasado. Se lo considera un deporte anexo.

Levantar la copa

¿Cómo fue la experiencia en la Copa Libertadores de este año?

Fue increíble. Se sintió la altura de Quito, pero corrieron como bestias. Fue un aprendizaje bárbaro. Perdimos 2-1 con Huila, que era el campeón, por errores propios, no por virtudes del rival. Con Colo Colo, el equipo que tiene más participaciones en la copa, jugamos de igual a igual. Con Cerro Porteño era un 0-0, arriesgamos y nos ganaron. Perdimos por jerarquía, en el sentido del roce internacional que necesitás en estas competencias. Acá si erramos un gol no pasa nada, internacionalmente hay una sola oportunidad y hay que mandarla a guardar.

¿Cómo lograrían trabajar esa jerarquía que mencionás?

Jugando contra Boca, River o Gremio; con partidos internacionales durante el año. Necesitás pasajes para 20 jugadoras, es imposible.

Por eso juegan amistosos con varones.

Sí, el varón nos da la dinámica y la táctica defensiva. Pero nosotras no atacamos a varones, fuimos allá pensando que ellas lo eran, nos defendimos y tenemos que pensar en llegar y definir.

Eternos rivales: el clásico

En los primeros minutos del clásico que llevó al equipo a ganar el tricampeonato dio la sensación de que el partido estaba muy parejo. ¿Qué cambió después?

Cuando se fueron los nervios, el partido cambió. La gente piensa que jugamos con un 4-4-2, pero jugamos todo el partido con un 3-5-2; mis puestos no tienen nombre, tienen números. Tenemos un equipo polifuncional. Por ejemplo, Agustina Arambulo es una stopper, entiende magníficamente el juego, hace el relevo de los dos medios, cerrando, haciendo la cobertura en el fondo, llegando por el lateral, metiendo, marcando.

¿El plantel sigue igual? ¿Se van o vienen jugadoras?

Ojalá se vayan para crecer.

¿Qué fue lo primero que se te vino a la cabeza cuando salieron campeones?

Lo que está por venir. Tenemos una dualidad de criterio con las jugadoras: ellas miran el día a día, el ahora; yo, el futuro.