Tremendo el triunfo del negro de la Cuchilla en Jardines del Hipódromo, con el grito en la garganta. Cuando los franjeados ya saboreaban los tres puntos pensando en la Sudamericana, dos goles rápidos pasados los 90 minutos le dieron flor de victoria a los visitantes. Danubio tuvo todo para ganarlo, estaba cómodo 1-0 y generaba chances de gol, pero no convirtió ninguna. Incluso marró un penal. En los descuentos, cuando parecía que nada iba a cambiar, una falla defensiva le dejó la mesa servida al Colo Ramírez, para el empate tras pase del Tofi Figueredo por encima de Cristóforo. El baldazo de agua fría fue tremendo y Danubio no lo pudo procesar. No quedaba nada y apareció otra falla. Contra rápida de Liverpool, con pase largo que puso a correr a Mathías Acuña. Romarito había entrado unos minutos antes y no vaciló, la llevó y la mandó a guardar para el 2-1.

En la salida danubiana el laburo estaba bien hecho, con el sello propio de Mauricio Larriera. Siempre Federico Cristóforo en corto, con Emiliano Ancheta o Nicolás Pantaleone, y de ahí algún balance en el medio con Gonzalo Montes. El Cabecita manejaba el relevo y abría en la banda, donde siempre tenía la subida de algún lateral, o las diagonales que marcaban Santiago Mederos o Facundo Labandeira. De ahí llegó el primero a los 30, cuando varias pelotas picaban cerca del arco defendido por el mundialista Óscar Ustari. La jugada del festejo arrancó por derecha con una gran corrida del de Mendoza Chico, que mandó un centro divino a media altura al área. En el camino la dejó pasar el Rata Martiñones y quedó solo Matías Jones para el gol.

Liverpool plantó su juego en un dinámico 4-4-2, que por momentos variaba a 4-3-3. Un esquema aceitado, quizá sin tanta subida de los laterales pero con un juego centrado en la mitad de la cancha. Nicolás Acevedo era la vía de escape rápida, y luego Diego Guastavino o Figueredo se encargaban de meter alguna bocha en profundidad para Federico Martínez o Ramírez.

Para el complemento Liverpool buscó adueñarse del juego con lo que mejor sabe hacer: controlar el balón. El equipo de Pezzolano adelantó líneas e intentó llegar por banda, pero comenzó a fallar en el pase final. Tanto Martínez como Ramírez estuvieron un poco distantes del juego. La chance más clara la tuvo Federico Martínez, que le tiró un sombrero a Cristóforo. Cuando parecía que la empujaba y se daba el empate, su remate fue rechazado en la línea por el argentino Pantaleone.

Danubio se paró de contragolpe y comenzó a llegar al arco negriazul con transiciones muy rápidas de defensa a ataque. Hubo algunos remates que pasaron cerca del arco de Ustari, y alguna arremetida con superioridad numérica malograda. Mauricio Larriera mandó a Briam Acosta y a Emiliano Ghan, buscando velocidad por afuera. En una de las primeras que tuvo Ghan, se metió al área por derecha y Pablo Caballero lo bajó. Claro penal. Martiñones se hizo cargo del penal, pero su remate se fue afuera contra el palo izquierdo. La ventaja mínima le daba vida a Liverpool. Y vaya que esa vida valió la pena, porque Liverpool no se entregó y tuvo la confianza y el ímpetu para ir a buscarlo. Los franjeados se durmieron, se quedaron con la ventaja en el tanteador y se olvidaron que enfrente estaba uno de los mejores equipos del campeonato. Cuatro minutos le bastaron a Liverpool para marcar dos goles y llevarse uno de esos triunfos que quedarán en la retina de los hinchas.