Todavía le duele la patada que le dieron hace algunos días en uno de los Picaditos Etnográficos organizados por el Instituto Superior de Educación Física en Maldonado, al cual llegó por un intercambio entre la Universidad de la República y la Universidad de Buenos Aires. Deja entrever que, a pesar de que en su pueblo natal no le fomentaron ese amor por el fútbol que bullía en su interior, ha desarrollado algunas técnicas para la gambeta que hace que las criollas lleguen tarde. La consecuencia es un raspón fluorescente de tapones a la altura del tibial anterior, que con la estadía en Montevideo se irá secando. Quedará la hinchazón, la noción de haber hecho pasar de largo a más de una.

Se llama Nemesia Hijós y su nombre significa “la que hace justicia distributiva”. Nació en San Antonio de Areco, a algo más de 100 km de la ciudad de Buenos Aires. Es hincha de Boca desde pibita por su abuelo y su viejo, y cuenta que llegó por primera vez a La Bombonera un día de entrenamiento de aquel inolvidable Boca Juniors de 1998. Se hizo socia a tesón, y cuando resolvió estudiar Antropología, lo que la hizo tener que mudarse a Buenos Aires, empezó a ir a la cancha con asiduidad. Cuando tuvo que elegir una población para hacer un trabajo en territorio eligió la tribuna, los viajes en bondi con los pibes, los cánticos, las lógicas, ese supuesto mundo de varones que jadea mucho más que 90 minutos. Entonces conoció a Verónica Moreira y a Pablo Alabarces y se plegó a sus estudios sobre la cultura del aguante. Así llegó a una preocupación más fuerte por la mercantilización del deporte y a hacer su tesis sobre la marca Boca Juniors y la incidencia de Mauricio Macri en el deporte en los pasos previos a su candidatura a la presidencia de Argentina, y comenzó sus estudios etnográficos sobre el running, ese término anglosajón que busca diferenciarse de la palabra atleta, hundido en lógicas del mercado que aplican un estilo a un rendimiento deportivo. Para entender el sentimiento consagratorio, el pensamiento y el sentimiento del runner puso el cuerpo, porque así entiende el mundo, y corrió dos maratones de 42 km.

¿Cómo encontraste el mundo del deporte en Uruguay?

Muy progre. Valoro muchísimo la invitación a la ciudadanía a los espacios públicos a hacer deporte, en los parques y las plazas, el hecho de incluir espacios para ejercitarse. Además, la comunidad académica, el Estado y la sociedad civil funcionan de manera conexa: hay proyectos de extensión universitaria para el trabajo en territorio para la promoción deportiva. Eso es sumamente valioso. En Argentina eso se lleva adelante pero desde la militancia, no desde la articulación académica.

Incluso con ciertos avances del kirchnerismo con respecto al deporte.

Nosotros tenemos la asignación universal por hijo en el deporte, una cuestión bastante combatida por la derecha, pero esa asignación te permite llevar a tu hijo o tu hija a un club social con los mismos derechos que cualquiera. Se trata de darles las mismas oportunidades a todes. Lo otro que hizo el kirchnerismo fue desasociar deportes que estaban vinculados a determinadas clases sociales. Por ejemplo, el hockey y el rugby; antes no podías proyectarte como parte de Las Leonas. Lo que se hizo fue democratizar ciertos accesos. En Argentina la Ley de Deporte invita a la participación de jóvenes, de mujeres, para que ocupen al menos 20 % de los espacios de decisión. Para acompañar la iniciación en la política de los jóvenes, que empiezan a votar a los 16 años, se busca que se involucren en la vida deportiva de los clubes y de las asociaciones como un espacio democrático, de formación, y a las mujeres para generar igualdad de género en los cargos directivos. Acá vi una gran diferencia: la Comisión de Fútbol Femenino en Uruguay siempre estuvo encabezada, desde su inicio, por una mujer; en Argentina esos espacios siempre estuvieron ocupados por hombres.

¿Cómo llegan a tu vida el fútbol y la antropología?

Soy hincha de Boca por mi abuelo y por mi viejo, aunque la primera cercanía fue en 1998, cuando fui a un entrenamiento de Boca. No era un espacio contemplado para mujeres, menos para una mujer del interior. En casa no se me promovió ni se me dio la oportunidad de que fuera socia del club, por ejemplo. Logré conseguir asociarme al tiempo, estaba en una especie de lista de espera. Así llegué al fútbol, digamos. A la antropología llegué por mi pasión por la investigación, por la lectura, por estar en movimiento y ser flexible en mis objetos de estudio. La carrera me iba a permitir ser camaleónica, y así poder tratar de entender por qué estamos acá y a qué sociedad queremos llegar. Los por qué y los cómo en búsqueda de una sociedad más justa, más igualitaria. Soy de San Antonio de Areco, un pueblo de 24.000 habitantes; la carrera de Antropología no era muy común, me mudé a Capital y ahí empecé a ir a la tribuna, siempre a la popular.

¿Siempre pensaste en el vínculo entre la antropología y el deporte?

Al principio no. Es que la carrera tiene una gran deficiencia, que es que no tiene trabajos de campo y observaciones etnográficas, como de repente hay acá. Allá eso de la observación participante está recién en las últimas materias. Cuando llegó el momento todos elegían problemas de salud, migrantes, poblaciones originarias. Cuando la profesora me preguntó qué me gustaba hacer le dije que me gustaba ir a la cancha. Fui, registré la ida con los varones en el colectivo, las lógicas, todo eso, y a la profesora le encantó. Me conectó con Pablo Alabarces y Verónica Moreira. Ella es la primera mujer que estudió dentro de las hinchadas el ser mujer y las formas de hacer política en los clubes. Con ese grupo de investigación estamos desde 2009. Reproduje lo mismo que ellos venían estudiando: la cultura del aguante, la violencia, las lógicas de los hinchas, construir o desnaturalizar el folclore del fútbol. Estando ahí empecé a ver un interés más personal en las lógicas del mercado, el tema de la marca Boca, los productos Boca. Ahí llegué a preguntarme quién es Macri, cómo llega al club, y terminé haciendo mi tesis de licenciatura sobre la mercantilización en el fútbol.

“Esta transformación del fútbol femenino también es una nueva invitación a muchas mujeres, amigas, hermanas que se alejaron en algún momento del fútbol porque empezaron a sentirse muy incómodas”

¿Cómo es que llegás a la Coordinadora de Hinchas?

Se empezaron a juntar cuando Macri ya había asumido, me llamaron por la tesis que había escrito. Ellos eran hinchas “comunes” (el que no es barra), que están por fuera de la política, pero en realidad están dentro de ella. Es una nueva forma de hacer política, asociada a nuevos valores, con una perspectiva de género, con una reproducción no machista, consciente de las lógicas de discriminación y de xenofobia que hay en las tribunas, y con una postura antifascista. Yo fui a contarles el caso Boca, que no se convierte en una sociedad anónima, pero sí incorpora muchas lógicas del mercado, y cuáles serían las consecuencias de que los clubes se convirtieran en sociedades anónimas.

¿Y cuál es el cometido de la Coordinadora de Hinchas, cómo funciona?

La lógica es mostrar la capacidad de convivir con el otro o con la otra a pesar de las rivalidades futbolísticas. Son nuevas formas de vivir los clásicos, la cultura del fútbol. Mostrar esa heterogeneidad de camisetas con un objetivo en común, que es defender a los clubes como formadores de identidad, de bien común, de democracia. En contra de las sociedades anónimas deportivas, porque sabemos que el fútbol privado lo único que va a hacer es transformar la práctica en un objeto mercantil. Mi función era ayudar a sistematizar, y me volví una militante más. Encontré un espacio donde llevar a la práctica todo lo que había estudiado para una tesis que había quedado ahí. Vamos rotando las reuniones en los distintos clubes. En un momento nos juntamos en el Instituto de Investigaciones Gino Germani, que depende de la Facultad de Ciencias Sociales; imaginate, de un día para otro el instituto se llenó de pibes y pibas con camisetas de fútbol. Con Mónica Santino empezamos a hacer movidas de charlas a ver cuál era el rol de las mujeres en el fútbol, en las hinchadas, y se empezó a generar un intercambio entre academia, literatura, militancia y fútbol, que concluye en esa organización. También nos juntamos mucho en la cooperativa del hotel Bauen, que fue recuperado por sus trabajadores; ahí nos brindan el espacio para juntarnos, para debatir sobre esto, sobre el fútbol privado, sobre mercantilizar todo y sobre qué clubes queremos.

¿Cuál es el lugar del feminismo en esa organización?

El feminismo fue ganando terreno, se conformó una comisión de género dentro de la Coordinadora de Hinchas que se replicó al interior de los clubes. Empezaron a surgir y a proliferar un montón de comisiones feministas en los clubes. La movida se expande. También tenemos una lucha hacia el interior de la coordinadora para que los varones tomen en cuenta cómo se refieren a las mujeres, cuáles son sus posicionamientos. La lógica es mostrar la capacidad de convivir con el otro o con la otra a pesar de las rivalidades futbolísticas.

A la vez, este año también explotó el fútbol femenino, tanto en Argentina como a nivel global.

Considero que esta transformación del fútbol femenino también es una nueva invitación a muchas mujeres, amigas, hermanas que se alejaron en algún momento del fútbol porque empezaron a sentirse muy incómodas adentro de la tribuna. En 2015, cuando explota el movimiento Ni Una Menos en Argentina, empezamos a cuestionar un montón de cosas. ¿Qué es la violencia? ¿Qué es violencia simbólica, física? ¿Qué es violencia en las hinchadas? ¿Qué es lo que no queremos? Nos hicieron sentir que no éramos parte. Hubo mujeres que se alejaron por no sentirse identificadas con esas lógicas, se apartaron de algo que les gustaba, y se están reencontrando con el fútbol a través del feminismo. Estos días en Montevideo estuve exponiendo un poco la realidad del fútbol argentino desde la profesionalización, los orígenes, y el bache entre los primeros años y la actualidad, para pensar si realmente es posible una profesionalización acá en Uruguay. Cuál es el fútbol que queremos construir, qué es lo que no queremos reproducir del fútbol masculino. Hay actores involucrados que son los mismos, los buitres de las marcas, de los patrocinadores, buscando referentes que a veces ni siquiera son las que juegan mejor. Empiezan a aparecer los representantes, los pases al exterior. Es un círculo del que es difícil escapar, más con dirigentes no comprometidos. Acá en Uruguay veo una organización muy piola. Existe la Organización de Futbolistas Uruguayas, que significa una voz y un voto en la Asociación Uruguaya de Fútbol; tienen una mujer representante en la Comisión del Fútbol Femenino, y están planteando que antes de que se anuncie la profesionalización, y de que algunas empiecen a cobrar, quieren condiciones para el buen desarrollo de la práctica para todas, que los clubes se comprometan en las condiciones.