Fue el mejor futbolista del país en la primera mitad de 2018; hizo 25 goles con la camiseta albiceleste de Cerro. Nacional, el equipo que lo trajo a Montevideo desde Durazno, su pueblo natal, quiso que volviera a vestirse en los renovados vestuarios del Gran Parque Central. Era la vuelta perfecta después de tanto trille, el cierre del círculo, “el último tiro”, dice. Pero, como también dice el goleador, “es todo una mafia el fútbol”; el pase quedó trunco y por reclamar lo que le debían lo mandaron a entrenar en Tercera. Pensó que el fútbol se le terminaba, estaba por el piso, como si un zaguero viejo y tosco le hubiese movido el esqueleto contra un córner de tierra, pero los gurises de Cerro le refrescaron el semblante. Cuando nadie sabía qué era de su vida apareció entrenando con la camiseta del Negro de Belvedere, donde supo hacer las mejores de las suyas. En plena preparación con el equipo del Papa Paulo Pezzolano para el debut por Copa Sudamericana frente al Bahía de Brasil, Garra habló con Maureen Franco, el goleador maduro que pega la vuelta a su hábitat.

¿Qué pasó después del pase trunco a Nacional y de aquellas vueltas con Cerro?

Me trancaron. Es todo una mafia el fútbol. Era la última que tenía, el último tiro. Después jugué, hice un par de goles más; en mayo reclamé lo que me debían y me mandaron a Tercera. Fui todo el semestre a Tercera. Los guachos unos cracks. Al principio me miraban de costado, después nos hicimos amigos. Yo les iba a chupar la energía porque mi cabeza no era la mejor, ellos estaban todo el día contentos. Si se levantaba viento había que parar el fútbol porque no se veía nada por la tierra. Yo entrenaba como si fuera a jugar el fin de semana, pero sabía que no iba a ser así. Si ganaban tres puntos yo pagaba la carne, si ganaban seis, pagaba la carne y la bebida. Salieron varios asados así. Si no hubiera sido por esos guachos y por mi familia capaz que dejaba de jugar al fútbol.

¿Pensaste realmente que se terminaba la vida en la cancha?

A todo lo malo que pasó el año pasado le saqué muchas cosas positivas. Hubo gente que desapareció que yo pensaba que era amiga. Quedaron los que tenían que quedar. Me empecé a rodear de gente positiva. Cuando quise acordar estaba en octubre. Al principio dije que no jugaba más, pero después de que empecé a entrenar se me fue yendo. Te dan vida los guachos. Yo les decía que no se entregaran, y ahora están todos en Primera y locos de la vida. Las vueltas del fútbol son así. El año pasado los tapaba la nube de tierra y ahora están en Primera. Siempre hay que rodearse de gurises porque están más limpios, la energía es diferente, todavía no los consumió el fútbol.

¿Y pescaste en ese tiempo?

A morir. Un día nos fuimos a las seis y media de la mañana a pescar con mi hermano con un temporal bárbaro; no sabés cómo llovía, y nosotros con mi hermano a 80 por la ruta tomando mate dulce. Cuando paró estuvimos hasta las siete de la tarde pescando. A veces me iba a Punta Carretas a las dos de la tarde y me volvía a las tres de la mañana, solo. Agarraba las cañas, termo y mate y me desenchufaba. Y si no me iba embarcado y hacía paliza de corvinas. Venía y las regalaba: al del almacén de enfrente, le llevaba para mi viejo; tremendo ejercicio mental. Es como cuando estás adentro del área esperando que te venga una para mandarla a guardar; estás ahí con la caña esperando que te cinche para enganchar, y a veces estás cuatro o cinco horas con la caña en la mano sin que pique.

¿Cómo viene esta nueva etapa en Liverpool?

Tenemos copa y vamos por pasar la primera fase. Está difícil, en Bahía tienen un par de jugadores bravos. Pero nosotros estamos bien, hay mucho laburo, te deja tranquilo que haya laburo. Hay muchos jóvenes pero ya saben qué es lo que tienen que hacer, vienen trabajando del año pasado y lo hacen de memoria. Se nota que se ha trabajado, desde el calentamiento estamos con la pelota en el pie. Siempre pelota. Liverpool necesita y se merece meter un batacazo. En el Campeonato Uruguayo los partidos más difíciles son con los cuadros que subieron de la B; a Defensor y Danubio les jugás de igual a igual y con los grandes sabés que si te descuidás te clavan. En los pequeños detalles se ganan los campeonatos.

¿Cuál es la situación de Liverpool con respecto a otros equipos?

En Liverpool pasa lo que debería pasar en todos los equipos del fútbol uruguayo: que los jugadores estemos preocupados por entrenar y ganarnos el puesto, y no por pagar la luz. Hay que emparejar para arriba, y acá todos emparejan para abajo; si un equipo debe cuatro meses y el otro tres, el que debe tres se cree que está bien y no es así.

¿Cómo te llevás con la experiencia que has adquirido con los años?

Leés la jugada un segundo antes; zagueros veteranos hay pocos, entonces los movimientos que uno puede hacer en el área los jóvenes no los saben tanto. Leés dónde va a caer la pelota, leés qué movimiento va a hacer el defensa, sabés cómo hacerle un amague. Yo miro mucho fútbol uruguayo y miro a los defensas. Si pasan cuatro partidos miro los cuatro. En el partido anterior al gol que le hago con Cerro a Peñarol con el pase largo del Japo [Jorge Rodríguez], [Maximiliano] Perg había hecho el mismo movimiento pero el delantero bajó la pelota para adentro y entonces él despejó. A mí me la tiraron cruzada y me perfilé para adelante y me quedó el arco de frente, él pensó que yo iba a frenar para adentro igual que el otro. En el partido contra Fénix también, me paré al lado del palo del lado de afuera de la cancha, salí por atrás de todos y cabeceé adentro del área chica. Son mañas, las vas agarrando con la experiencia. Si agarrás a un zaguero joven puede tener otras virtudes propias de la edad, si agarrás a un zaguero veterano es probable que tenga las mismas mañas que vos.

¿Aprendiste cosas del cuidado personal?

He ido al nutricionista varias veces. De tantos años de andar en la vuelta ya sabés qué es lo que tenés que hacer y qué no. Yo a esta altura precisaba un nutricionista que me dijera qué tenía que comer cada día. Si me como una porción de verdura y una porción de proteínas como te dicen todos me tengo que comer un asado de noche. Debo tener cinco o seis dietas de ese estilo que nunca las hice. Necesito una dieta real que tenga que ver con cómo soy.

¿Has tenido etapas de desprolijo?

Sí, claro, bastantes. Pero que me quiten lo bailado, nadie me va a contar nada. Pero llega una etapa que si no te cuidás, el cuerpo te pasa factura. Y más por cómo se entrena hoy en día, es muy intenso. Los gurises corren tres veces más que uno y se cuidan, te pasan por arriba. Se portan bien ahora, no son como éramos nosotros en nuestra época.

¿Te ves siendo entrenador? ¿Qué les transmitirías a los pibes?

Trataré de cantarles la posta. Es difícil porque ellos ven que yo siendo como soy he hecho goles en casi todos los equipos que he jugado. Siendo técnico voy a tomar las experiencias que tuve para llevarlos a ellos por el mejor camino. No decirles lo que tienen que hacer y lo que no, sino contarles las vivencias que he tenido y que ellos tomen lo mejor, lo que les sirve y lo que no. Al que le gusta el vino y el asado no se los podés sacar, el fútbol es 80% de la cabeza y el resto físico. Ese 20% tiene que ser a full, pero lo otro es fundamental. La cabeza es más importante que todo el resto, y la cabeza tiene que ver con las cosas que te gustan y con el entorno en el que estás. Yo no puedo decirle a alguien que no puede hacer determinada cosa porque está mal, ¿quién dice que está mal? A mí un día me apagaron el parlante y me desperté. Imaginate.

¿Cómo fue tu experiencia en el exterior?

En Chacarita, por ejemplo, pisás San Martín y ya saben quién sos. Jugás siempre a estadio lleno. Esa fue mi primera salida al exterior. Después fui a Racing de Olavarría, camiseta azul con una estrella de cinco puntas. Es un pueblo a 400 kilómetros de Buenos Aires, me llevé al perro para allá. El técnico [Diego Omar] Dabove pagaba los corderos. Los lunes aparecía y me decía: “Uru, vamos a prender el fuego”. Yo vivía con tres argentinos; si nos aburríamos mucho íbamos al bingo. También estuve en Técnico Universitario, de Ecuador, y en China, en Beijing, que es otro mundo. Le preguntábamos todo al traductor, hacíamos feria los domingos y había que regatear en chino. He tenido la suerte de conocer otras culturas. De repente, un entrenamiento era subir a un templo. Estaban Abel Nazario y el Pájaro [Andrés] Márquez.

¿Qué fue del Maureen Franco marcador de punta, sacador de óbols?

Conocí otro puesto. Era el sacador de óbols. Faltó uno de lateral-volante y empecé a jugar ahí y así debuté en Primera. Jugué seis años de lateral, hasta que me aburrí de correr y me fui para arriba. No corro más, me dediqué a jugar de delantero. Los laterales cambiaron mucho; antes eran más fuertes, más sectoriales, ahora se toman el buque: son de subir, es otra historia. Pero está bueno conocer otras posiciones.

¿Cómo llegaste a Montevideo?

En un campeonato del interior que se jugó en Florida fueron a ver a un floridense. Nosotros terminamos jugando la final con Defensor y ahí me vieron; en el campeonato del Sur en que salimos campeones hicimos 54 goles en siete partidos. Yo tenía 16 años: 13-0 a Paso de los Toros, 10-0 a Sarandí. Jugaba el Seba Maz, el Chori [Gonzalo Castro], el Pájaro [Andrés Márquez], Darío Guanco era el golero.

¿Cómo es tu relación con Durazno?

Allá están mi viejo, mi vieja, mi hija, que ya tiene 12. Nosotros vamos siempre, y además jugamos el partido a beneficio que se hace todos los 25 de diciembre; juegan el Chori, el Pájaro, algunos más nuevos que están jugando en Montevideo. Siempre que podemos nos pelamos para allá, ahora está viniendo mi vieja todos los fines de semana a vernos. Y acá estamos siempre cerca con mi hermano. Allá soy hincha del Plaza 1, donde jugábamos nosotros, pero es un cuadro que no existe más. Siempre que voy para allá limpio la cabeza; voy a la casa de mi vieja, ando descalzo en el pedregullo y me siento a tomar mate abajo del pino.