Dice el keniata Eliud Kipchoge, actual plusmarquista mundial de maratón desde que el 16 de setiembre de 2018 clavara el reloj en 2 horas 1 minuto 39 segundos, que cuando se corre “el dolor es constante, pero tienes que tratar de no pensar y concentrarte únicamente en la carrera. No creo en los límites. Intento escuchar a mi cuerpo y desafiarlo para sobrepasar barreras en el momento oportuno”. Si lo dice el mejor, basta imaginarse qué sentirán los de abajo.

Nicolás Cuestas, que este sábado corre la maratón en los Juegos Panamericanos Lima 2019, habló con Garra y en sus palabras está el eco de Kipchoge. Esta será su segunda gran carrera del año. Entrena liviano, se prepara fuerte y corre. Así es la vida del atleta uruguayo que, más allá de lo que haga en Perú, tiene asegurado su cupo para el Mundial de Atletismo en Doha, Catar. Porque desafió los límites y los dolores, sí, pero también por la constancia en los entrenamientos, por la disciplina, mejor dicho autodisciplina, y por la pasión, que a veces explica todo.

Los pasos por Lima son los pasos del ayer. “Hice muy buena preparación, de las mejores, junto con la de Río de Janeiro [para los Juegos Olímpicos de 2014]. Se asemejaron bastante, repetí los mismos tipos de trabajo, aunque no se pueden comparar por el lugar en donde las hice. Antes Cuenca, en Ecuador, ahora Paipa, en Colombia. Cuando me fui a Paipa estaba fuerte y eso sirvió. También haber corrido una maratón en abril, en Rotterdam, donde hice la mejor marca, me dejó con confianza”, asegura Nicolás.

Aseguraba Muhammad Ali que “no son las montañas que quedan por escalar lo que agota, sino la piedrita en el zapato”. Tal vez hablaba de boxeo, quizás de discriminación racial o de religión. La metáfora y su concepto también aplica a la maratón: “Una carrera se programa desde el corto al largo plazo. Este año programé tres maratones, una cosa bastante fuerte porque, por lo general, se recomienda correr dos. Pero se dio que tuve poca competencia después de Rotterdam. También es algo que se puede hacer siempre y cuando termines bien las maratones: sin lesiones, sin quedar fundido, lograr un buen descanso y volver progresivamente. Casi no corrí en pista, sólo el Sudamericano en 5.000 y 10.000 metros, pero como entrenamiento. Preparé eso porque en Rotterdam sabía que podía conseguir la marca para el Mundial y el Panamericano”.

Comentan los que saben, como Nicolás, que realizar parte de la preparación en ciudades con 2.500 metros sobre el nivel del mar ayuda. Ahí la mente juega con el oxígeno y viceversa. “A veces pega, pero te vas acostumbrando. Esta vez no la sentí. Cuando estás en muy buena forma a veces ni te pega. Llegué un miércoles, entrené un poco para deshinchar las piernas, y el viernes ya estaba corriendo suelto y mejorando tiempos. Me sentía muy bien”, resume el atleta. Pero no se queda ahí, porque más allá de la respiración, correr en la altura cuando se está en modo preparación es vital, porque ahí se entrena la parte más dura: “Se hacen semanas de 200 o más kilómetros. 226 kilómetros metí en la segunda semana, rompí mi récord. Cómo repartir los kilómetros es personal. Hay días de pista donde se baja el volumen, pero hay días de 40 o 50 kilómetros fuertes”.

Mojones ambulantes

“Si se pelea una medalla, mejor. Los objetivos siempre son hacer una buena carrera. Puede ser ganar, entrar en el podio, ser top 5 o top 10, o no quedar ni cerca pero meter un buen tiempo. Es difícil medir porque no se sabe cómo vas a estar. La carrera es la carrera. Sí sé que es una prueba abierta y puede ganar cualquiera. La maratón es una prueba que ese día, si te sentiste mal, no podés correr bien. O que vengas bien y en determinado momento te fundas entre un kilómetro y otro. Listo, perdiste la carrera. Mirá, siempre tenés a los referentes o sabés quiénes van a estar en punta y quiénes no. Pero en estas pruebas se equipara mucho. Podés acalambrarte, deshidratarte, sobre todo del kilómetro 30 en adelante. Hay que estar bien de cabeza. Hay cosas que conseguís con preparación, con suplementación, con la hidratación en la misma carrera, pero todo está en la cabeza. Los Panamericanos son hacer una buena carrera y quedar conforme con lo que hice”, dice Nicolás, y parece así: lo que termina hoy es el principio de mañana. Correr es así. La vida también.

Como nada se detiene, Nicolás Cuestas descansará a partir de mañana y ya dirá su recuperación cuándo vuelve a las canchas. Enmarcado en el ciclo olímpico –así se lo conoce al tiempo que va desde un Juego Olímpico a otro, entre preparaciones, carreras y mundiales–, Nicolás sabe que lo del Panamericano suma. “Importa muchísimo para poder estar adelante. No creo que se pueda correr muy rápido, pero conseguir una buena marca daría buenos puntos para sumar. Intentaré también sumar con la media maratón en el Sudamericano, donde aspiro a estar entre los de adelante adelante o en el podio, para sumar más puntos. Son oportunidades”, añade.

Queda el objetivo grande de hacer una buena carrera en el Mundial de Doha, donde le tocará correr el 5 de octubre. “Durísimo. En algún momento se habló de una suspensión de carrera por las altas temperaturas: de día hace casi 50 grados y de noche 30 grados con 80% de humedad. Pero hay que correr. No hay opción cuando estás muerto. Hay que jugarse la carrera, apretar los dientes. No somos profesionales, no tenemos muchas chances para ganar contratos. Los africanos si tienen que parar, paran. No les importa. Si tienen que abandonar al kilómetro de haber largado, paran. Nosotros tenemos que seguir para ver si nos podemos recuperar mientras corremos. Veremos. Si logro una carrera buena puedo estar en el top 15 o el top 20”, afirma Nicolás y terminamos la charla.

El atleta se cambia, estira, conversa con sus compañeros de trote y vuelve a correr. De mañana, de tarde y de noche. Siempre así. La vida de Nicolás Cuestas se conoce a través de sus pasos. Con él recordé algo que inmortalizó Tom Hanks en Forrest Gump: “Aquel día, sin ninguna razón en particular, decidí salir a correr. Corrí hasta el final del camino, y cuando llegué, pensé que tal vez podía correr hasta el final del pueblo. Y cuando llegué, pensé que tal vez podía correr hasta el condado de Greenbow. Noté que si había llegado tan lejos, tal vez podía correr a través del gran estado de Alabama. Corrí derecho hasta el océano. Y cuando llegué, noté que ya había llegado lejos, y que tal vez debía dar la vuelta y continuar corriendo”.