El estadio Mineirão como epicentro. De un lado de la cancha, la verdeamarela: Alisson, un arquero como muralla, la defensa con clase, un medio que crea y raspa –en ese orden o viceversa–, lo que juegan los nuevos como Éverton, la mochila que no les importa a Philippe Coutinho, Roberto Firmino y Gabriel Jesus con la tarea de hacer lo que Brasil ha marcado como regla de sus colores: goles. El Brasil de Tite llega invicto y sin goles en contra, aunque es verdad que no es de aquellos equipos que les pasaban por arriba a sus rivales. Más bien este Brasil es un equipo laburante que, por momentos, ha sufrido al enfrentar a selecciones con menos poderío, aunque también es verdad que en los últimos dos encuentros fue netamente superior que los que estaban enfrente: a Perú le metió cinco goles, a Paraguay le apedreó el rancho desde todos los puntos cardinales, pero le faltó puntería y debió ganarse la clasificación en los penales.

Del otro lado de la cancha, el ruido de Argentina. Una selección a la que le ha costado todo: empezar perdiendo, empatar a duras penas, clasificarse a los octavos de final sin luces pero de forma efectiva. Tal vez su punto más alto haya sido precisamente el último encuentro, ese en el que le ganó bien a Venezuela para estar hoy en el Mineirão. Tiene con qué la albiceleste: Franco Armani ha sido importante, mucho más que sus defensores –aunque la última línea de cuatro le dio ciertas garantías–; un cinco que mete con clase, como Leandro Paredes; y los tres puntas de excepción: Lautaro Martínez, Sergio Agüero y Lionel Messi. El primero es el goleador argentino en la Copa América; el Kun no arrancó bien pero en el partido con los venezolanos encontró un juego de asistidor que le sirvió al equipo; y Messi aún no ha explotado. Por ahí puede estar una de las claves de los de Lionel Scaloni: qué pasará si el supercrack tiene uno de esos días en los que ya ha demostrado que es de otro planeta.

La historia arriba de la mesa. Primero, la cercana, la de querer ganar lo que se está jugando, la de meterse en la final de una nueva Copa América. Después, la historia grande, la que tiene a las dos selecciones frente a frente por 106ª vez, una rica historia que los tendrá por 33ª ocasión cara a cara por el torneo sudamericano, la de los nombres de otrora en plantelazos admirables y, por si fuera poco, llenos de títulos. Brasil y Argentina siempre atraen, aunque no esté Uruguay en la conversación. Brasileños y argentinos captarán las pantallas de todo el mundo porque, entre otras cosas, el mundo (futbolístico) sabe de sobre que es un espectáculo inigualable.