Mariano Pavone nació en Tres Sargentos, un pueblo de 400 personas de la provincia de Buenos Aires. Vivió en las pensiones de Boca Juniors y de Estudiantes de La Plata, club en el que debutó en primera división en el año 2000, cuando nacían algunos de sus compañeros actuales de Defensor Sporting. Entre aquel lejano año inaugural del milenio a esta temporada violeta 19 años después ha pasado de todo: un descenso con Betis y otro histórico con River Plate, un campeonato con Estudiantes, otro con el Cruz Azul de México y una Liga de Campeones de la Concacaf con la misma casaca azul que, además, le permitió llevarse el Balón de Oro. Obtuvo el galardón de máximo anotador del Campeonato Argentino en 2005 y de la Copa Libertadores del año siguiente. Hizo goles siempre, también con la camiseta de Vélez Sarsfield, la de Racing de Avellaneda y la de Lanús.

El Tanque Pavone estira sobre la alfombra del estadio Luis Franzini en el Parque Rodó de Montevideo. Atrás de los tablones de cemento donde para la Banda Marley se erige un añejo parque de diversiones; más allá, la rambla, la playa Ramírez, el Río de la Plata y Buenos Aires. Mariano Pavone habla de fútbol con amplitud, sabe que las líneas de cal son apenas un límite para el cuero del balón, que incluso más allá del alambre hay alguien que siente y, más atrás aun, tras las paredes de los vestuarios, hay un mundo de telas de colores sudorosas que implica pasiones, derechos y conceptos.

¿Qué conocías del fútbol uruguayo y qué estás conociendo?

Los primeros compañeros uruguayos que tuve fueron Leo Ramos, Federico Bergara, el Hueso [Adrián] Romero, en Estudiantes. En Lanús estuve con Mauricio Pereyra, que hizo un carrerón en Rusia, y con Mario Regueiro, muy buena gente. En River, con Juan Manuel Díaz. En el Betis, con Alejandro Lembo, aunque por poco tiempo. En Racing, con Washington Camacho y con Carlos Núñez, que ahora está en Rampla. Y conozco a Didí Zabala, con quien nos hicimos muy amigos, y algunos más. Son un montón, seguro alguno me queda en el tintero. Y he venido a jugar unas cuantas veces, pero la cocina del fútbol uruguayo no la conocía. Hay pisos que por lo que me han dicho han ido mejorando: el césped del Franzini es impresionante, sin exagerar, se puede comparar con las cinco mejores canchas del fútbol argentino. En infraestructura debería haber más apoyo en general, como en Argentina que también pasa, que hay canchas que hay que aggiornar. A mi entender se debería poder, porque jugadores uruguayos salen todo el tiempo, es una cuestión de organización. Es la forma de estar a la altura, contemporáneo a lo que está pasando.

¿Cuál es la diferencia entre el fútbol uruguayo y el argentino?

El fútbol argentino se ha vuelto muy frenético. No te da tiempo de pensar, no tenés un segundo para pararla porque ya tenés uno arriba. Por eso los partidos a veces no son bien jugados, no hay nadie que pare; es todo vorágine, de constante ida y vuelta, sin pausa. Hay equipos en Argentina que están fuertes económicamente, se llevan a [Nahitan] Nández de Peñarol, tienen a [Martín] Campaña en Independiente, también a [Gastón] Silva, River se lleva a [Nicolás] de la Cruz. Los que se destacan te los llevan, entonces parece que allá fuera más competitivo. Pero después, compitiendo en la Copa Libertadores por ahí no se nota, porque los partidos hay que jugarlos. Duran poco los jugadores; ahora a Wanderers se le fueron unos cuantos y tiene que renovarse. Por otro lado, en Argentina hay diez veces más población, y Brasil tiene mucha más población que Argentina, entonces hay más competencia, más equipos, más de todo. Además, los clubes en Argentina reciben más dinero por televisación, y tenemos un gremio muy fuerte, sobre todo para los jugadores del ascenso, que son los más vulnerables, la voz que no se escucha. Si hay deuda en Primera y los jugadores paran, tratan de acomodarlo enseguida, pero si es más abajo a veces no pasa nada. Hace poco, hubo un paro de unos cuantos días, en solidaridad con los clubes que estaban con deudas, sobre todos los del ascenso: estuvieron siete meses sin cobrar. Había equipos que estaban al día, y los dirigentes se quejaban con razón, pero es una cuestión de solidaridad, porque en cualquier momento te puede pasar a vos, es como ponerse en el lugar del otro. Imaginate no cobrar cinco o seis meses en cualquier trabajo.

¿Se pone en juego el concepto de trabajador del fútbol?

Ni hablar, aunque es un trabajo diferente a cualquier otro. Salvo algunos contados casos, al resto nos apasiona. Eso también le puede pasar a un doctor, a un periodista, a un mecánico, pero en el fútbol está también el sentimiento del hincha. Sobre todo cuando se dan cambios de clubes con rivalidad, o irse por una mejor oferta económica cuando dijiste que no te ibas a ir más, o cuando dijiste que no pensabas en el dinero. La de [Mauro] Zárate o la de [Carlos] Tévez cuando se fue a China quizá sean las más visibles, pero también pasa en los cuadros chicos. Hay que ser precavido con las palabras, porque en el fútbol en cinco o seis meses pasan muchas cosas. Hay otros casos, como el de [Juan Sebastián] Verón, que volvió y no se fue nunca más. Pasan cosas que te llevan a tomar decisiones, pero siempre en la balanza están el trabajo, la pasión y lo sentimental.

¿Cómo ves a Defensor Sporting, más allá de lo coyuntural?

En esta reestructura de la dirigencia están Andrés [Fleurquin], Nico Olivera, [Fernando] Fadeuille, y el jugador siempre va a intentar mejorar cosas, porque las vivió, afuera y acá mismo. La pensión donde yo viví en Estudiantes no tiene nada que ver con la que hay ahora que se parece a un hotel, y eso lo hizo Verón porque lo vivió. El Pelusa [Rubén] Bedogni recorría los cuatro colegios a donde iban los chicos de Estudiantes para hacerles el seguimiento para que estudiaran. La idea de Defensor va por ahí, porque después un pibe la rompe y si falta al colegio no pasa nada. Hoy en día, en Estudiantes el colegio está dentro del mismo predio, los jugadores del club tienen clases acomodadas según los horarios, y si no estudiás no jugás. Cuando hay gente del palo, gente del fútbol –aunque no por ser jugador vas a ser un buen dirigente– es distinto. Los dirigentes que nunca se cambiaron en un vestuario te pueden hacer dar cuenta de cosas, y los jugadores también, por eso lo mejor es cuando se pueden mezclar. Tiene que haber más jugadores involucrados; hay muy pocos presidentes o vicepresidentes ex jugadores.

¿Cómo te lleva la vida cotidiana en Montevideo?

Soy muy casero. Mi familia –mi esposa con los nenes– se quedó allá. Descanso, veo fútbol. Hace unos días estuve viendo la B: Villa Teresa con Rentistas en el Paladino; está Nicolás Vigneri, que jugaba en Cruz Azul. Además, estoy haciendo el curso de director técnico por internet, me queda poco para terminar. Lo estoy haciendo porque nunca sabés; en un principio me veo quizás como ayudante, como una forma de aprender y de ir puliendo cosas. Pero después capaz me que gusta: hasta que no lo probás no sabés bien qué puede ser.

¿El curso de director técnico te permite manejar otra narrativa sobre los conceptos, más allá de la experiencia en el juego?

Cada uno tiene o va haciendo su librito, lo difícil es llevarlo a cabo. Está bueno conocer la visión de cada entrenador, pero hasta que no sos entrenador y lo vivís no sabés realmente lo que pasa. Una cosa es ser uno más entre 25 y otra es tener que guiar 25 mentes que piensan diferente y tratar de que todos estén contentos para sacar el mejor resultado. Hay pocos proyectos que te banquen a largo plazo y no por resultados.

¿Cómo te sentís en un plantel con tantos jóvenes?

A muchos los subió Nacho Risso de las formativas. Hay dos que son categoría 2001, Emiliano Gómez y Facundo Milán, y hay otros tantos del 2000, que fue el año que debuté yo. El año que debuté ellos estaban naciendo, lo bueno es seguir batallando. No lo veo como que estoy viejo, lo veo con la alegría de poder coincidir. En el trajín del fútbol es importante valorar a dónde te ha llevado la carrera; a veces estando a mil con el campeonato no te ponés a mirar para atrás o a pensar: estás pensando en ganar o perder.

¿Sos de hablar con ellos para transmitirles conocimientos?

Dentro de lo que se puede, sí, trato de dar la indicación que yo creo que les puede servir, pero no los lleno de información, a veces no es bueno. Sí menciono detalles que uno puede ver, pero ellos están aprendiendo. Cada uno puede tomarlo o dejarlo, como también me ha pasado a mí. Lo bueno es que por más edad que tenga sigo aprendiendo cosas, que es lo lindo del fútbol.

¿Qué momentos de tu carrera te han hecho madurar y cambiar?

Siempre elegí los lugares a los que fui, y no me arrepiento; una sola vez dejé un lugar donde me sentía cómodo. En el momento de la decisión uno siempre piensa que puede pasar lo mejor, después pasan un millón de cosas. A veces las cosas no se dan o se dan para otro lado. O a la oferta que rechazaste le tocó salir campeón y a la que elegiste no. Con el diario del lunes es fácil. Yo en mi carrera siempre elegí lo que en el momento creí que era lo mejor.

¿Con qué te quedás a la hora de pasar raya?

Cuando parás la pelota y mirás la carrera para atrás aparece un montón de gente. El 30 de octubre cumplo 19 años del debut en primera, pero antes de eso jugué en inferiores. Los compañeros y los técnicos, y la gente con la que he tenido contacto, es impresionante. Después nos volvemos a cruzar en otras facetas o en otros clubes, o eran pibes cuando uno ya era grande y ahora ellos son grandes o están jugando en Europa. A veces estoy viendo un partido y conozco a cinco de cada lado, incluso en la selección miro y entre los titulares hay tres o cuatro de quienes fui compañero. Eso te da cuenta del camino recorrido y la gente que vas conociendo.