El sábado 7 se anunció una decisión posiblemente inédita en el mundillo futbolero uruguayo. “En el Mes de la Diversidad los equipos de Danubio en fútbol masculino y femenino jugarán su primer partido de setiembre con una cinta con los colores del arco iris. El club celebra y reivindica los derechos de la comunidad LGBT”, se leyó en Twitter. Casi una semana después, cerca de 1.500 personas le habían dado “me gusta” a la publicación. Entre quienes comentaron el posteo, las opiniones favorables predominaron claramente sobre las críticas. Sin embargo, un pequeño grupo de hinchas se encargó de presionar tanto como fuera necesario para impedir que el plantel masculino cumpliera con el compromiso. Por eso, ayer Danubio jugó contra Cerro Largo sin el distintivo. En el mundo virtual, en cambio, la aprobación del tuit fue nítidamente mayor a la generada por mensajes anteriores de la cuenta oficial de Danubio, aunque no tan grande como la que provocó un posteo del 2 de marzo, cuando la institución aprovechó el comienzo del mes en el que se celebra el Día Internacional de la Mujer para lanzar una original campaña contra la violencia de género. Se trata del mismo club que dos años antes rebautizó su estadio con un nombre femenino, algo también inédito en el profesionalismo uruguayo. La homenajeada, María Mincheff de Lazaroff, fue quien en 1932 rascó sus memorias búlgaras para sugerir la denominación que adoptarían los chiquilines a los que les cosió las primeras camisetas.

El sábado 7, mientras la cuenta de la franja exhibía fotos del jugador Santiago Paiva y de las futbolistas Natasha Verdes, Fernanda Tenorio y Sofía Benavídez con el brazalete multicolor, las redes sociales también le daban espacio a un intercambio que se extendió durante varios días. Ante el anuncio de la llegada a Peñarol del delantero español Xisco Jiménez, Twitter se llenó de chistes homofóbicos basados en rumores de blogs futboleros. Una cosa es que la Marcha por la Diversidad convoque tanta gente como sea necesaria para llenar un estadio Centenario, otra es que quienes suelen ir al estadio Centenario le abran la cabeza y el corazón a la diversidad.

Mucho antes de estos episodios en cuestión, el psicólogo Diego Gervasini se planteó varias preguntas referidas al vínculo entre homosexualidad y fútbol masculino. “¿Qué pasaría si un jugador con esa característica estuviera en el fútbol uruguayo? Quiero saber cuál es la percepción del ambiente, cuál es la percepción, principalmente, de los jugadores de Primera División acerca de esto”, explica, cuando se le pregunta por el objeto de estudio de su trabajo final de grado, al que tituló “Por ese puto jugador”. Si bien apunta a estudiar el sentir de los futbolistas, Gervasini asume que las reacciones de los planteles posiblemente estén influenciadas por un entorno en el que “puto sigue siendo una ofensa. Aunque, por ejemplo para [el antropólogo José] Garriga y [el sociólogo Pablo] Alabarces, no significa que sea un homosexual o una persona pasiva, sino que significa una persona evasiva al enfrentamiento”. Sin embargo, “ese puto se asemeja mucho al homosexual, entonces, ahí entra en juego todo eso. Directamente, puto es el enemigo, el enemigo de la hinchada; siempre el otro va a ser el puto”, completa. El profesional afirma que el insulto convertido en latiguillo tribunero alude a atributos como “cobardía” y “debilidad” que ese imaginario sitúa, precisamente, en la vereda opuesta a la de “la masculinidad o la figura del macho”. Y sale de las tribunas y repasa rivalidades futboleras expresadas en muros: “Ves en los grafitis, constantemente: ‘Soy tu padre’, ‘hijo mío’, ‘mujer mía’, o directamente ‘puto’ o ‘maricón’”. Desde el fútbol, podríamos agregar a la lista de ejemplos todas las veces que confundimos paternidad con predominio deportivo o que conjugamos verbos como clavar y vacunar al contar anécdotas de goles, por citar apenas algunos ejemplos. Al fin y al cabo, son expresiones lógicas en una sociedad que sigue violentando a niñas, niños y mujeres. “Una historiadora, Elisabeth Badinter, menciona que la identidad masculina se conforma bajo tres negaciones: no ser mujer, no ser un niño y no ser un homosexual”, acota Gervasini. Nunca tan justo.

Sobre esa base, uno puede proyectar previsibles bajezas cada vez que a un jugador con brazalete diverso o abiertamente homosexual le toque cruzar la cancha para disputar un córner entre los zagueros rivales y se desate el clásico ritual de los empujones y los insultos a prueba de oídos de juez. O no, si está dispuesto a usar los lentes de género. Al menos eso cuenta Sofía Benavídez, la capitana del equipo femenino de Danubio, el primero en disputar puntos oficiales con el arcoíris en el brazo. “Estamos muy contentas por el margen de público que hubo y por el respeto que hubo a pesar de la rivalidad”, cuenta, cuando resume el partido de hace algo más de una semana contra Defensor Sporting. Dice que no hubo insultos en los córners ni chistes homofóbicos. Agrega que quienes integraron la terna arbitral las felicitaron después del pitazo final, mientras los dos planteles posaban juntos para la foto. Posiblemente haya sido el mejor partido del año: terminó 4-4. La delantera lo vivió como un clásico, porque los equipos femeninos heredan la rivalidad construida entre los dos clubes desde hace casi cuatro décadas en las canchas masculinas. Y los puntos en juego en el Complejo Héctor del Campo reforzaban la sensación de partido pesado. Las violetas marchan primeras en la tabla de la divisional B y hasta ese día no habían perdido ni un punto. Las danubianas son escoltas. Para colmo, era la primera vez en la que ambos equipos se cruzaban oficialmente, dadas sus recientes incorporaciones a las competencias de mujeres. La capitana de la franja afirma que llevar “la cinta” con los colores de la diversidad “significa igualdad de derechos y ser uno mismo, sin importar los prejuicios, qué digan los demás”. Lo dice con la misma determinación con la que ella y sus compañeras levantaron el 0-4 de apariencia lapidaria con el que terminó el primer tiempo. Fue después del descanso, hicieron cuatro goles en 17 minutos y consiguieron el hazañoso empate que inauguró el historial. El día en que a nadie se le ocurra pensar que lo lograron a lo macho, será la hora de celebrar la victoria.