“76, 83, 84 y parte del 85”, aclara como al pasar Gregorio Elso Pérez, sentado cerca de uno de los vestuarios en Pichincha, la casa de Defensor Sporting. Pueden ser simples números para cualquiera de nosotros, pero las combinaciones en algunos clubes resultan mágicas a veces. Y místicas. Dice Gregorio que correr lo ayuda a pensar, y él va como recorriendo el camino, constante, sin prisa y sin pausa. Dice que es feliz, y acota: “Nunca me quedé detenido en el camino, y he tenido buenas y malas. Pero no bajo los brazos”.

¿Cómo encontró el fútbol uruguayo?

Estos meses que estuve en Perú, desde que reinició la actividad, vi mucho fútbol uruguayo. Lógico que lo consumo, es parte de mi vida, de mi pasión. En algún momento pensaba si no tendría la oportunidad de quedarme. Después de la rescisión del contrato en Perú, con Universitario, que fue bastante injusta ‒pero es otro tema‒, tuve llamados para fin de año, o principios del año que viene, para definir el tema, con gente de confianza del exterior. En Perú me iba muy bien, viste cuando entrás con el pie derecho a un lugar, en un club grandísimo, con muchos millones de hinchas; estaba entusiasmado y me trataron como si fuera de toda la vida de ahí. Con la pandemia y la llegada de la nueva administración, ellos entendían que yo me tenía que quedar acá. Igual, dejamos la señal de un buen trabajo. Y las expectativas eran llegar a tener algo acá, y cuando pasó esto en Defensor y me ofrecieron la posibilidad de tomar los destinos del club, no lo dudé: fue como un masaje al alma. Volver acá después de 35 años no es poca cosa.

¿Y a Defensor Sporting cómo lo encontró?

Totalmente cambiado. El Franzini tiene más capacidad, y cuando llovía y el campo no estaba bien veníamos acá a Pichincha, que era la única cancha que había. Hoy no sólo hay varias, sino que es una de las mejores; en aquella época era barro, tierra. Hoy cambió todo para bien, es un club que creció y creció en lo social. La fusión con Sporting fue algo más importante, le dio una explosión al aspecto social. En fin, lo veo crecido en muchos aspectos, al fútbol y al básquetbol se le unen otras disciplinas dentro del deporte.

Usted fue parte del Club Atlético Defensor. ¿Cambió en algo la idiosincrasia luego de la fusión con el Sporting Club Uruguay?

No, lo que pasa es que también hay que adecuarse a los tiempos que vivimos. Ser conscientes de que aquellas generaciones han pasado, muchos se fueron, lamentablemente. Quedan unos pocos. Pero los cambios han sido para bien; lógicamente, en la parte futbolística, Defensor tiene una esencia relacionada con la historia, de ser un equipo mirando hacia arriba. Hoy hay cierta confusión, porque miran la tabla y lo ven en una situación que no es la que históricamente los tiene acostumbrados a los hinchas. Son cosas momentáneas, esto se puede enderezar, no es fácil, hay que trabajar mucho. Pero se va a reencontrar el camino.

¿Qué análisis hace de estos primeros partidos?

Fue más lo positivo que lo negativo. Quedaron cosas importantes que uno va rescatando, como las otras que tiene que ir corrigiendo. Pero todo es contrarreloj acá, porque cuando uno llega a un club no es lo mismo que sea para iniciar un trabajo, una temporada, que llegar a mitad de año. Si llegás ahí es porque el cargo está acéfalo, porque las cosas no andan. Y es todo a contrarreloj, pero yo me voy a hacer responsable. Si por H o por B se pierde algún partido, no voy a salir a decir que yo no armé este equipo, yo no hago eso. Vine convencido.

¿Cómo se adapta el entrenador a un mercado tan inestable como el del fútbol?

En todos lados pasa lo mismo. La cantidad de cambios de técnicos en Brasil... yo sé que es un país muy grande, pero Flamengo lleva tres entrenadores cambiados, y es el campeón de América. En Argentina recién empezó la actividad, pero pasa en todas partes: no se dan los resultados y hay que cambiar. Hay mucha ansiedad, poca paciencia.

“Hay muchas cosas rodeando el fútbol, y eso lleva a la ansiedad de los dirigentes. El mundo va cambiando, las redes sociales tienen una influencia muy grande: hoy no va el público a la cancha pero es como si fuera”.

¿No era así cuando arrancó a dirigir?

No, no era tan así. A principios de los 2000, por ahí, empezó esto. No tanto como ahora, que es voraz, pero se daba. Hay poca paciencia, pero uno se tiene que adaptar a ciertas cosas, y más allá de no estar de acuerdo, sé que si los resultados no se dan te va a costar. Hay muchas cosas rodeando el fútbol, y eso lleva a la ansiedad de los dirigentes. Y el mundo va cambiando, las redes sociales tienen una influencia muy grande: hoy no va el público a la cancha pero es como si fuera. Ustedes lo saben mejor que yo.

Foto del artículo 'Gregorio Pérez, entrenador de Defensor Sporting: “Todavía sigo soñando”'

Foto: Federico Gutiérrez

Parecería que los dirigentes les prestan mucha atención a las redes sociales para tomar decisiones.

Yo no tengo redes, pero me las transmiten igual. Quienes me rodean me hacen llegar los comentarios, es inevitable. Eso penetró, es difícil que no te llegue. He hablado con gente amiga que dice que apaga el teléfono, pero es tanta la ansiedad de saber que lo prendés, entrás, y es un vicio. Para algunas cosas está muy bien, para otras no tanto.

“Siempre, cada día que me despierto, siento la necesidad de superarme, de aprender algo”.

No perder vigencia

Cuando uno ve los entrenadores que van surgiendo, en esa división de “jóvenes” y “grandes”, puede pensar que usted pertenece a la camada vieja. Pero los clubes que lo contratan son de primer nivel, por lo que da la sensación de que su trabajo sigue estando vigente.

Yo me preocupo para que siga vigente. Siempre, cada día que me despierto, siento la necesidad de superarme, de aprender algo. Lógicamente, por la edad que tengo, ya me han hecho esta pregunta, pero no es lo que indica la cédula. Yo pienso en otra cosa. Soy una persona que tiene pasión por lo que hace, y soy consciente de que el mundo ha cambiado, sobre todo en relación con nuestro deporte, más allá de que uno tiene ciertas bases que trata de ir renovando; estar aggiornado con lo que pasa hoy. Se habla mucho de táctica y estrategia, de palabras relacionadas con lo que hace 20 o 30 años significaban más o menos lo mismo. Pero no dejo de reconocer que las cosas cambian y uno tiene que estar ahí. Me preparo todos los días pensando en que mi trabajo lo voy a seguir haciendo con gente muy joven, de la edad de mis hijos. Pero eso es un beneficio que tenemos. A toda la experiencia que hemos recogido, el avance de la tecnología después de la globalización nos favoreció a los más veteranos. Porque es un agregado, obtener un conocimiento más rápido y vivir el vértigo del consumismo, de las cosas que a uno le interesan. Y está la otra parte: gente muy joven que empezó con esta realidad, pero de repente no tiene la experiencia. Cuando empezamos nosotros, a lo que aspirábamos era a dirigir en inferiores, hoy el futbolista termina y piensa en dirigir Primera División. Hay muchos que están preparados para eso, pero para muchos el camino ha sido muy corto. Hay que tener un equilibrio; el abanderado de nuestra generación es el Maestro Tabárez, después lo seguimos el Flaco [Jorge] Fossati, yo, los que están pisando los 60 años, y así.

“Yo ahora miro para atrás y pienso en cómo todos aquellos sueños de niño se me cumplieron. Yo soñé mucho con el fútbol, y se me cumplió”, dijo en una entrevista. ¿Qué quedó de aquel niño criado en Gregorio Aznárez?

Las mejores vivencias. Hasta el día de hoy voy seguido al pueblo. Voy, recuerdo cosas, el tiempo ha pasado. Recorro las calles, me pongo a pensar. Todos quienes hacemos esfuerzo, sacrificio para poder superarnos, para conquistar esos sueños. A todos no se les da, yo fui un afortunado, a mí se me dio. Pasé mucho, pero se cumplieron los sueños: jugar al fútbol profesional, en el estadio. Me acuerdo cuando en las canchita éramos 30 contra 30 en el pueblo jugando, y cada uno tenía un nombre de jugador. Yo todavía sigo soñando. Siempre veo cosas a las que puedo llegar, soy consciente de los años y de dónde estoy parado, pero eso no lo pierdo. Me siento feliz. Es cierto que mi familia está tranquila, tengo todo, ¿pero cuánto luché para llegar? ¿Cuánta gente con más capacidad que uno, con más sacrificios, no tuvo esa cuota de fortuna que tuve yo? Uno sueña, pero tiene que luchar para concretar los sueños. Nunca me quedé detenido en el camino, y he tenido buenas y malas. Pero no bajo los brazos.