Resultará raro, porque se desvía del paradigma de la competencia que aprendimos, de los partidos de fútbol que se juegan para ganar, pero estas instancias eliminatorias se juegan para pasar de fase y no para ganar el partido. Como arquitectos de futuras construcciones, como técnicos prevencionistas, los cuerpos técnicos evalúan estrategias para clasificarse, y los cálculos de riesgo a veces llegan a niveles críticos, como los que vivió Nacional, que llegó a los penales en casa y así se clasificó, cuando unos minutos antes parecía que quedaba eliminado por un gol que finalmente no valió.

Nacional ganó en los penales 4-2, después de que el partido terminó empatado con el mismo marcador que en Quito, 0-0, y logró pasar a los cuartos de final de la Libertadores, fase en la que deberá enfrentar a River Plate, que el martes eliminó a Athletico Paranaense. Sergio Rochet, el arquero palmirense, fue la figura determinante, por encima de compañeros o estrategias, para que Nacional siga adelante, atajando todo en los 180 minutos y también en los penales.

Cristian Ortiz, de Independiente del Valle, y Emiliano Martínez, de Nacional, en el Gran Parque Central.

Cristian Ortiz, de Independiente del Valle, y Emiliano Martínez, de Nacional, en el Gran Parque Central.

Foto: Raúl Martinez, pool, AFP

Nacional jugó un partido muy pensado y planeado. Concentrado, aplicado y con una idea, modesta y molesta para Independiente: presionarlos en primerísima línea para evitar el armado habitual de juego, y robar alguna pelota que con sorpresa pudiera generar una jugada de gol.

Definir de local una eliminatoria. Lo soñado en la Libertadores. Durante años fue considerado una ventaja definir en casa. Cuando el partido venía para el estadio conocido, con tribunas explotando, tampoco se tomaba en cuenta como elemento definitivo la cantidad de goles que se marcaban como visitante, y entonces, si uno no había marcado de visita, no había nervios extraordinarios a la hora de defender el arco propio. Ahora eso pesa más que nada cuando hay igualdad en puntos. Los estadios estaban a tope, pero ahora no. Eso que suena ahí es un pinchadiscos que en su consola de botones de colores va sumando MP3 con voz pero sin voto. Unas banderas y la localía por conocimiento de vestuario. Es difícil acostumbrarse.

Cristian Ortiz, de Independiente del Valle, y Joaquín Trasante, de Nacional, durante el partido jugado en el Gran Parque Central, el 2 de diciembre de 2020.

Cristian Ortiz, de Independiente del Valle, y Joaquín Trasante, de Nacional, durante el partido jugado en el Gran Parque Central, el 2 de diciembre de 2020.

Foto: Raúl Martinez, pool, AFP

El primer tiempo fue de estrategia y acciones pensadas de Nacional contra el permanente intento de fútbol sobre patines de los de la ciudad dormitorio de Sangolquí. Una partida de ajedrez, manejando los tiempos y las oportunidades. No es simple pensar en locales que no salen a avasallar o adueñarse de la cancha, combinar tiempos con estrategias que remitan el juego a limitar los inicios del juego virtuoso rival, a sorprender. La cuestión de Nacional era anular cualquier circuito inicial de Pellerano. Así se jugó la primera parte. Pura estrategia.

Con nervio y sin nervios

La segunda parte fue lo mismo. En los vestuarios se hicieron ajustes y contraestrategias, pero con Nacional obstruyendo unos metros más atrás. Cautela con ambición regulada por tiempos y situaciones. Fue demasiado el tiempo de control, de quedarse con la idea de que la red de los trapecistas eran los penales. Con alambre zurció esa red para evitar la caída el palmirense Sergio Rochet, metiendo una mano infernal abajo para salvar a Nacional de un gran cabezazo de Luis Segovia o de la definición de Faravelli.

Jorge Giordano, entrenador de Nacional, durante el partido ante Independiente del Valle, en el Gran Parque Central.

Jorge Giordano, entrenador de Nacional, durante el partido ante Independiente del Valle, en el Gran Parque Central.

Foto: Raúl Martinez, pool, AFP

Jorge Giordano no pudo, o no quiso, capitalizar otros recursos, otras ideas, para renovar el soporte colectivo del juego, y Nacional pareció quedar sometido a las evoluciones de los ecuatorianos. Pasados los 40 minutos, parecía que venía el baldazo de agua fría con un gol de Independiente del Valle que causó gritos y festejos de los ecuatorianos, y profundísima desazón de los uruguayos. Iban a mover del medio, pero el VAR y los algoritmos que detectan los adelantamientos trazaron una raya roja que hizo explotar de algarabía a los que habían recibido el no-gol.

Después, los penales. Después, el gurí Emiliano Martínez pegándole como después de la escuela en la definición por penales, porque se venía la noche. Antes, Rochet. Y el después ahora se llama River Plate buscando un lugar en semifinales.

Beder Caicedo, de Independiente del Valle, y Felipe Carballo, de Nacional, en el Gran Parque Central.

Beder Caicedo, de Independiente del Valle, y Felipe Carballo, de Nacional, en el Gran Parque Central.

Foto: Matilde Campodónico, pool, AFP

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