Cuando se termina la vereda que Carlos María de Pena arrastra desde la cancha de Stockolmo, ya es Nuevo París. Lo que la luz veraniega resalta es la belleza del Montevideo suburbano: el cielo limpio, los perros sueltos. París, en realidad, tiene para envidiarte. Llupes entra, Santa Lucía sale, son como las crines del barrio: fábricas, curtiembres, Garzón, un poco más allá la cancha de Salus. Metros antes de la cancha está la sede. En la puerta, un cartel hecho a mano que avisa de la suspensión de las actividades. Afuera los vecinos, que conversan cada uno con su mate y una distancia de un metro que sólo se rompe por la intensidad de la charla: fútbol y política.

Adentro, tras los barbijos, codo con codo nos saludamos con Jhon Ferreira, presidente de la Asociación Inclusiva de Futbolistas Amateur, e Ignacio Bejeres, recordado por haber agradecido caminando de rodillas desde el medio de la cancha hasta el arco del Palermo el acceso a la final de la C, por el ansiado ascenso, con Colón. Si este encuentro fuera en el área chica, otra que codazos. Dice Jhon –parafraseando al Boca Óscar Andrade–: “Ser de izquierda es sentir como propio el dolor ajeno”. Y recuerda haber trillado de la sede de Progreso a la de Arbolito para llegar a tomar la leche en las dos, en el barrio obrero de La Teja.

Lo cierto es que en un rato llegan jugadores de Mar de Fondo, de Platense, de La Luz, de Uruguay Montevideo, incluso algunos que hoy juegan en la B. Hay contadas para los más necesitados, canastas contundentes para bancar la cuereada, la mayoría donadas por la empresa Tenfield y por jugadores y técnicos que se acercan en mute a dar una mano. El mismo Jhon, difícil imaginárselo sin la camiseta de Potencia puesta, entrará a trabajar al Automóvil Club de Colonia y Yi a las nueve de la noche. Mathías, que le pidió la camioneta del reparto al viejo para venir a buscar la canasta, está esperando que lo llamen otra vez del puerto. Lo mismo el otro y el otro, todos tocan y salen, saludan, preguntan si vino aquel, anotan a otro que está pasando mal y no está en la lista, y siguen el rumbo incierto que acontece.

En tiendas de la Segunda División supuestamente profesional también comenzaron a llegar y a repartirse las canastas, que en este caso llegan desde la Fundación Celeste. Las canchas políticas o se notan o se saben, pero hay veces que vale trascenderlas, y siempre repensarse en la forma de ejercer la solidaridad. Al menos por unos 15 días unas cuantas familias tendrán las cuestiones básicas para subsistir. ¿Y después? ¿Es esta tan sólo una urgencia o debería ser una constante? ¿Cómo funcionamos mejor, juntos o separados? ¿Volveremos a una supuesta normalidad, o la normalidad llegó hace rato?