En el siglo de la globalización, la incertidumbre parece ser lo único que sigue el vertiginoso ritmo de la interconexión social mundial a la que estábamos acostumbrados y que se encuentra, hoy, en absoluta paralización. Sin embargo, ahí va la incertidumbre, acompañada y apoyada en el miedo, traspasando fronteras y siendo funcional a la supuesta solidaridad colectiva unida por el objetivo concreto de vencer el virus. Objetivo que, al menos en el corto plazo, parece imposible de alcanzar. Esta circunstancia acrecienta aun más la incertidumbre y hace que vivamos sumergidos en el conocimiento científico y médico, sin mucho margen para cuestionar las medidas que nos imponen, y en muchos casos aferrándonos a ellas como a la mismísima panacea.

En estos días me he puesto a pensar que no sólo le tengo miedo a la famosa covid-19. De toda esta lucha románticamente concebida como colectiva, pregunto: ¿no saldremos más chovinistas, xenófobos, ermitaños y más pobres? Mi otra yo –un poco más entusiasta, por cierto– piensa que quizás no y que ese día, el día que todos tenemos planificado lo que vamos a hacer –¡sí, ese día!–, nos despertemos con soluciones más comunitarias y entendamos al mundo desde los colectivos a los que pertenecemos y concibamos a la solidaridad y la ayuda mutua como una condición y no como una circunstancia pasajera.

El pequeño pero incipiente círculo de las futbolistas uruguayas no puede ni debe ser ajeno a estas circunstancias excepcionales. Tan sólo fue ayer que creíamos que estábamos logrando cosas increíbles. Fue hace pocos meses que vimos a las futbolistas jugar en los estadios principales de sus clubes, ser presentadas junto a los planteles oficiales de varones, participar en campañas publicitarias, discutir sobre contratos e incluso ser cedidas a clubes del exterior. En fin, el horizonte parecía –y esperemos que aún parezca– prominente para el fútbol femenino uruguayo.

Ahora bien, debemos reflexionar en qué situación se encuentran las futbolistas en este mundo en stand by. Es verdad que algunos clubes han dispuesto apoyo físico y psicológico para sus deportistas a los efectos de que su rendimiento no tenga un declive una vez que la actividad se reinicie. Sin embargo, también habrá casos en los que la situación de cada jugadora y la continuidad de su actividad deportiva no tendrán un seguimiento. Muchas pasarán desapercibidas; su situación económica, física y emocional también lo hará. Esto nos debe llevar a cuestionarnos, indefectiblemente, nuestros objetivos como colectivo, más allá de los particulares de cada una. Las condiciones de las futbolistas no deberían quedar supeditadas a la buena voluntad de cada club o al tendido de redes de ayuda particulares y pasajeras, sino que deben basarse en la asunción de obligaciones claras y concretas, por parte de los equipos pero también por parte de las propias jugadoras.

El día que el fútbol retome su actividad, se hará de forma dispar. Aquellas jugadoras que contaron y cuentan con un mayor apoyo de su club tendrán mejores posibilidades a la hora de lograr resultados deportivos que aquellas que no tienen esos privilegios. Esto era así antes, se incrementará con esta pausa y seguirá siendo así hasta el día que las jugadoras, como grupo, seamos conscientes de esta problemática y busquemos soluciones conjuntas.

La desigualdad de condiciones afecta al fútbol femenino, y desestimula y deslegitima los resultados deportivos que se obtienen. Hay que abandonar esta lógica. El mejor fútbol es el de condiciones igualitarias: equipos con canchas adecuadas para entrenar, con indumentaria deportiva para los entrenamientos, con planificaciones de trabajo que respeten los horarios de las futbolistas, que todas tengamos un cuerpo técnico preparado, que se cuente con médico, fisioterapeuta, nutricionista. Sólo así podremos construir un fútbol más justo. Ojalá este “entretiempo” se nos presente como una oportunidad para tomar aire para pensar y actuar colectivamente.

Graciana Ravelo juega al fútbol sala en Peñarol. Es doctora en Derecho y Ciencias Sociales egresada de la Universidad de la República.