El ruidito de la cebada es como un loop que deviene en una risa, como un alto en la conversa, casi como tomar aire. Hay uno que llega sobre la hora, hay quien pregunta qué le pasó, hay quien le arrima un mate y los botines, si es necesario, se los trae de la utilería. Hay un consenso en esperarlo, en saber si está bien, si le hace falta algo. Si tan sólo fue una demora porque le ganó el sueño o el bondi, entonces es el momento del descanse, de reírse del otro o con el otro, de las desgracias mínimas. El vestuario es la empatía, la noción de reír cuando se puede porque también se llora, hasta que la angustia se apaga en la ducha o en el hombro del otro. El vestuario es el tacto, el roce de los cuerpos, la hermandad en los olores. Es una comunidad de gestos, una épica construida con abrazos, con besos, con el sudor ajeno cayendo en la manga de uno. Una serie repetida de choques de palmas, de jabones prestados, de besos en la frente. Cuatro paredes donde se crían 30 o más que sueñan con lo mismo, que renuevan lo que sueñan cada lunes, cuando se arrastran patadas de ayer, broncas, cuando se reviven jugadas que no volverán a repetirse jamás.

En tiempos de pandemia apareció una innumerable cantidad de aplicaciones para estar en comunicación y que se pareciera a lo que era, pero, parafraseando a Mauricio Larriera, que parafrasea a Eduardo Galeano, casi que nos terminan alejando. El desafío entonces es el vínculo, los puentes, el tejido vincular con el que se hacen camisetas.

La táctica se refresca, la estrategia se rejuvenece, el físico se amolda, los objetivos vuelven a parecerse a zanahorias. Pero el vestuario, esa parroquia, nos seguirá haciendo falta aunque el fútbol empiece a volver.

Sobre los vínculos, el fundamentalismo de esas cuatro paredes, el abrazo y la arenga Garra habló con Mauricio Larriera, Martín García y Román Cuello, directores técnicos de Wanderers, Danubio y Liverpool, respectivamente.

El vestuario es la unidad básica del fútbol

Mauricio Larriera, director técnico de Wanderers

Dentro de la normalidad, y en estas latitudes, el factor humano fundamental es la sociabilidad, sociabilizar. Es un deporte colectivo, y acá hacemos mucho hincapié en la unión, la colaboración, la solidaridad. Eso tiene que ver con un sentido social y con un sentido de pertenencia con el grupo. En estos momentos de distanciamiento evidentemente los temas físicos, técnicos, tácticos y estratégicos hacen falta, eso es claro, más allá de que desde el punto de vista físico se puede hacer algo para paliar la situación; lo que más falta es el relacionamiento diario. Esto es un juego, es un deporte, es un trabajo, pero se trata de seres humanos que juegan a la pelota, que juegan al fútbol y se sienten parte de, y son seres sociales que tienen afecto, emociones. El contacto, lo auditivo, la palabra, el compartir, el llorar y el reír, esas circunstancias que pasan por lo humano son las que más faltan.

El vestuario es la casa de ese futbolista, de ese ser humano. Es fundamental, es donde se dan las sinergias, las simbiosis, las relaciones de todo tipo que van a ir fortaleciendo los lazos y el sentido de pertenencia con ese momento, con ese lugar, con ese grupo y con esa camiseta. Es la cocina de las relaciones, es donde se teje. Acá hasta tenemos el mate, que eso también va a cambiar en la nueva normalidad. Es un lugar de mucha alegría, de música, de discusiones, de conversaciones. Es la gran casa, la unidad básica del fútbol.

Durante el distanciamiento tomé la opción de mantener un contacto personalizado cada determinada cantidad de días, aparte de los entrenamientos. Hemos pasado por diferentes fases en estos tiempos, con altibajos desde todo punto de vista. Algunos tienen una relación de amistad que se mantuvo, pero, en un equipo donde se incorporaron unos cuantos futbolistas, vamos a tener que volver a generar puentes, que evidentemente son una base importantísima para el relacionamiento interno, para ir en busca de objetivos colectivos por encima de los intereses personales. Ese es el gran desafío.

De todas maneras hay sentimientos como la ansiedad, que hay que aplacarla. Otros hay que verlos con cierta perspectiva, que es la enfermedad en sí misma, esa nueva normalidad de vernos distinto, de comunicarnos desde otro lugar. Más comunicación verbal y gestual, poca transmisión de sentimientos en forma de abrazo, de tocarse. Hoy creo que todos nos estamos extrañando, y ese tiene que ser el disparador. Tenemos que luchar contra la pandemia, contra el distanciamiento y contra el poder que más que nunca tienen los aparatos electrónicos, la tecnología, las redes sociales, que nos alejan, nos van alejando, como decía Galeano.

Hay aspectos que van a ser totalmente nuevos para todos, como muchas cosas que nos están ocurriendo, por ejemplo la competencia sin público;, la motivación no sólo está en ganar, en superar al rival, la motivación tendría que estar sustentada en poder rescatar de cada uno de los muchachos el espíritu amateur, el jugar a la pelota por jugar a la pelota, el ganar por querer ganar, y desde ahí, dentro de las reglas de juego y con un estilo que tenemos marcado, tratar de lograr objetivos. Pero todo va a estar sustentado en recuperar la comunicación que teníamos, con mucha paciencia, con mucho optimismo y con mucha tolerancia, porque es reeducarse para un mundo nuevo, casi para un deporte nuevo.

Martín García.

Martín García.

Foto: Federico Gutiérrez

Que el futbolista vuelva a sonreír

Martín García, director técnico de Danubio

El futbolista tiene una rutina desde el momento que se levanta, que desayuna, que apronta un mate y sale para el lugar de entrenamiento. Llegar, pasar por la sanidad, darle un beso al utilero, que los utileros siempre son muy importantes dentro de los planteles. Compartir un mate. Se está extrañando muchísimo, es gran parte de la cosa y hay que tratar de recuperarlo lo antes posible. Lo que se ha hecho más complicado es eso, el relacionamiento, más allá de estar pendientes; desde aquel viernes no hemos dejado de estar en contacto con ellos, pero no es lo mismo. El vestuario, el compartir un mate, el charlar, que el compañero te cuente cómo pasó la noche, si el hijo tuvo fiebre, si no descansó bien, o si sí: el vestuario es sagrado. Pueden haber cambiado los vestuarios de antes con relación a los de hoy, pero la importancia siempre fue la misma, en los 70, en los 80 y ahora. Ojalá podamos volver cuanto antes, aunque con las normas de distanciamiento. Que el futbolista pueda estar en el lugar donde se siente cómodo, ese lugar donde los entrenadores para entrar tenemos que pedir permiso, es fundamental. Los vínculos entre los compañeros y el cuerpo técnico no se han perdido, hubo situaciones dentro de la pandemia que fueron complicadas y el grupo lo supo y fue un sostén para el compañero que la estaba pasando mal. Esa vuelta va a ser muy importante, desde el momento de vernos las caras, de estar juntos, aunque no nos demos un abrazo y nos tengamos que saludar con el brazo o con el codo. Todo va a ir de menos a más, lo importante es que el futbolista se sienta cómodo, lo que vamos a buscar es que el futbolista vuelva a sonreír. El día que pisemos el complejo de Danubio vamos a tener una felicidad enorme todos.

Román Cuello.

Román Cuello.

Foto: Mariana Greif

La noción de que hay otro

Román Cuello, director técnico de Liverpool

El factor determinante es el respeto, es la base sobre la que después se construye el relacionamiento. El fútbol se ha ido convirtiendo, pero no dejan de ser personas las que lo juegan, entonces el respeto por los tiempos, por el compañero, el respeto entendido como la noción de que hay otro, de que me interese qué es lo que le pasa al otro. Para el entrenador es clave, porque genera un clima de apertura, de comodidad, un clima en el que la conciencia colectiva está por encima de lo individual, donde el fin es el fin del fútbol, que es un juego social. Como hay menos interacción, quizás hay menos posibilidad de demostrar el respeto. Nosotros hicimos pocas reuniones de Zoom, entendíamos que era un momento para que el jugador estuviera más tranquilo, porque varía toda la dinámica familiar. Mismo desde el jugador salió que se necesitaban otros tiempos. Todos estábamos viviendo una situación diferente, pero el respeto estuvo en escuchar la necesidad que tenían los jugadores.

Otra demostración de respeto es que el club, dentro de las posibilidades, brindó todas las comodidades, entre ellas pagar el 100% de los sueldos. Está la posibilidad, pero también hay una elección ahí, una decisión. Los jugadores han estado en comunicación siempre entre ellos y con nosotros, han hecho los entrenamientos, han seguido con respeto hacia el trabajo, hacia la institución, hacia el compañero. Lo más vincular que hemos hecho fueron charlas tácticas y de análisis por grupos de puestos con el cuerpo técnico, charlas de ida y vuelta. También en grupos reducidos de tres o cuatro analizaban los rivales, tenían que reunirse entre ellos para hacer el análisis, y esos análisis son los que vamos a utilizar en el campeonato. Los jugadores ven todo lo que hay que ver. Los primeros días van a ser muy diferentes, tenemos un protocolo que nos enmarca, esa cercanía física en la fase uno del protocolo no la podemos tener, y eso se va a sentir mucho. El vestuario es de una importancia suprema.

Lo que viene pasando en otros países es que se va normalizando acorde al protocolo, pero al comienzo va a ser muy diferente y el vestuario es clave para expresare, para compartir, para interactuar, y aunque queramos suplirlo es difícil, pero vamos a buscar generar instancias porque las necesitamos, pero no va a ser lo mismo que el vestuario nunca.