Una tarde el fútbol quedó frizado. Ya sabemos que fue por causa de la pandemia que aún anda en el aire. Así y todo, vivimos. Quiero decir: dejamos pasar el tiempo. Con la pelota desinflándose en un rincón, la poca felicidad la dieron fotos viejas, partidos de otros tiempos, los adictivos videojuegos. Un día extrañamos fuerte y nos costó un montón saber por qué. Todavía no hay remedio y nos conformamos con otra forma de ver el fútbol.

Otro día miramos fútbol alemán sin gente en las tribunas. Qué frío. Un tiempito después llegaron los partidos españoles, ingleses e italianos bajo la misma dinámica, aunque empeorada: la recreación del sonido ambiente en las canchas fue una tomadura de pelo. Quienes decidieron eso hablaron en nombre del espectáculo como si la vida transcurriese dentro de una pantalla. Por mucho que se parezca, no lo es. Cualquiera que vaya al fútbol sabe que no se aplaude cada córner a favor, que no se grita todas las veces que el equipo de uno pasa la mitad de la cancha. Si toca el silencio o que hablen unos pocos, ¿cuál es el problema? ¿Tanto cuesta adaptarse a la realidad?

La realidad de nuestro fútbol no tendrá esa intervención, por suerte. No entramos en el mapa de EA Sports. Por suerte sí se logró un acuerdo para la transmisión de todos los partidos del Torneo Apertura, y eso no es poco. Todo hincha de cualquier equipo, que no podrá ir a la cancha porque así lo dispone el protocolo sanitario, tendrá el fútbol (contratado en su cable) para ver. Más allá de los negocios de turno, tener esa posibilidad suena democrático. Otro fútbol es posible.

¿Vos sabés cómo va tu equipo? La tabla de posiciones se parece a esos recuerdos borrosos. Esta vez no alcanza con leer el diario del lunes. Sólo es posible saber los números si miramos el ayer, si recordamos el verano antes del coronavirus.

Entre tanto desorden juegan Nacional y Peñarol. Nada es igual cuando eso sucede. Los días pasaron con la idea en la cabeza, el entusiasmo en el pecho, las manos sin entradas, vacías, las ganas de cantar colgadas en el perchero, la bandera sin rezar. No poder ir a un clásico debería ser un pecado capital. Alguien lo va a contar.

El tipo de la radio te lo cuenta, pero a esta otra forma de ver el fútbol le faltarán voces. Deportivo Uruguay, programa que hace 15 años está en las radios públicas, no podrá dar su visión de las cosas –con todo lo que eso implica–. El Depor será apartado del dial. No es una separación feliz: sus trabajadores se enteraron vía Twitter, y ni siquiera por las nuevas autoridades de la radio, sino por los colegas que ocuparán su sitio. Porque sí: no estarán en el aire y en su lugar saldrá otra transmisión. Que no es el problema, en el entendido de que los nuevos responsables de dirigir los medios públicos tienen el derecho de cambiar la programación y elegir otros “nuevos” contenidos; el problema es el destrato, la falta de respeto al trabajador, desconociendo su laburo, por un lado, y el cinismo descarado y oportunista que hace que la movida se parezca más a un despido indirecto que a un deseado cambio de grilla. El fin no justifica los medios. Hay que tener el decoro de enfrentarse al que ya no estará más y decírselo en la cara. Aseguraron medios públicos donde prime un código de ética, pero empezaron con prácticas que rememoran viejas políticas de piratas, fantasmas y dinosaurios.

Dónde quedará un programa que se dedica al fútbol como parte de la construcción social de nuestro país, que tenga un enfoque cultural, una mirada integradora, que sea feminista, que defienda a los pueblos del interior con la camiseta puesta, que tenga mostrador y facultad en la misma esquina, que sea desde la oralidad y que vibre como la literatura, que trate a los y las deportistas distinto a lo convencional, fuera de los lugares comunes, sin descuidar lo preciso y lo incisivo. Dónde quedará el Deportivo Uruguay, esa forma de hacer periodismo. A nosotros, en Garra, no nos da lo mismo.