Dice Manuel que viajar con el mouse por el mundo audiovisual de Youtube es casi lo mismo que captar esa fracción de tiempo que supone escribir la crónica de un hecho puntual, singular o no. Una cosa lleva a la otra, y así Manuel va llenando las páginas entre canciones, comentarios y contactos de los más bizarros con creadores, creadoras o adyacentes cercanos a quien rayó en un papel la melódica, que años después se convirtió en el himno fundamental de una hinchada, que adaptó nombres de ídolos, colores, hechos históricos a esa melodía que quizás hablara de desamor, o de un amor difícil, ridículo, como diría Milan Kundera.

Salimos de la casa de Manuel porque Pocho, el perro, no paraba de ladrarles a los extraños, nosotros. La plaza Seregni supuso la mesa para apoyar el grabador, pero el sol inminente del verano escatimaba con la sombra, así que deambulamos. Cuando empezamos a grabar, un hombre de unos 50 años, que parecía recién amanecido, vociferaba desde abajo del árbol que cubrió su siesta, algo así como: “La vida, la razón, el amor de Dios. ¿Sabés cuál es la pregunta que yo le contesto? El amor es perfecto”. Decidimos buscar otra sombra y entendemos que estamos metidos en un crónica que gira alrededor del libro de Manuel, como las suyas alrededor de los cantitos, pero que para llegar requiere atravesar munditos como el del señor, al que alguien saluda como “Valderrama”: “la parte de la parte, Valderrama”, le dicen, “la parte de la parte”, contesta.

Al fin Manuel Soriano conversó con Garra sobre ¡Canten, putos! Historia incompleta de los cantitos de cancha, su último libro, que involucra las crónicas que escribió para Anfibia y para Brando, entre otros medios.

¿Sentís que esta espoileado el libro por estar publicado en la web en diferentes medios?

No me molesta en general el spoiler. En este caso la cosa está en el recorrido, en la búsqueda. Cuando tenía cuatro o cinco crónicas me di cuenta de que tenía material suficiente para ser un libro. En las últimas hay una que va directamente al método de cómo se hace. Pero fue lógico que al tener diez o doce quiera verlas en papel. Incluso creo que en la primera o segunda que salió en Anfibia ya hablaba de ser un libro. Era como que rascaba y seguían saliendo cosas. En un momento tuve que parar porque es infinito, como que si no querés parar no parás. Ahí se dio la idea del subtítulo, que es historias incompletas de los cantitos. Me di cuenta de que abarcarlo todo no iba a poder, incluso la elección de las canciones es muy caprichosa, aunque haya algunas temáticas claras como las políticas, las de Maradona, las de la homofobia. Desde la primera que escribí disfruté muchísimo hacerlo. Me di cuenta de que podía escribir 15 páginas de un cantito que se inventó en 1982. El libro fue por ahí, salió por un tubo. Quizás para una novela tenés un método, un esqueleto, otro pienso. Pero estaba un poco cansado de la ficción, y esto fue una especie de recreo. Y de alguna forma tuvo más aceptación literaria este libro que otras cosas que he escrito.

¿Cómo es ese vínculo con la creación?

Es la búsqueda constante de una cosa. Es el mismo tipo de decisión de por qué escribís un cuento. Lo pensás hasta que te dormís y al otro día te levantás y lo seguís pensando, hay algo en la cabeza que te dice “escribilo, escribilo, escribilo”. Y si no lo escribís hay algo que te va latiendo, asociás las cosas por la calle. Todo se asocia a lo mismo, es como tener dos vidas paralelas al mismo tiempo. Esa escritura en la cabeza es divina, aunque a veces te vuelve un poquito loco. En Youtube se te poluciona todo, Sergio Denis, todo melódico; si tenés que definir mi personalidad a partir de eso, sería un antiguo, pero ese tipo de canciones son las que más me gustan para explicar. Las más nuevas son más fáciles, es fácil reconocer el original. La cosa es cuando lo tenés en el inconsciente pero no sabés de dónde viene.

“Me pasó con la de ‘Soy celeste’, cuyo autor es un canadiense que hizo la música para el musical Hair. Contacté a la viuda y le mandé tres videos: uno de los jugadores en el Centenario, otra de un equipo argentino que también la usa y otro de una tipa que le había enseñado a su loro a cantar el ‘Soy celeste’”.

¿Qué tipo de cosas sucedieron en esas búsquedas?

Me pasó con la de “Soy celeste”, cuyo autor es un canadiense que hizo la música para el musical Hair [Milos Forman, 1979]. Contacté a la viuda y le mandé tres videos: uno de los jugadores en el Centenario, otra de un equipo argentino que también la usa y otro de una tipa que le había enseñado a su loro a cantar el “Soy celeste”. La mujer me responde y me cuenta que hace 50 años no tenían un mango, recién se habían mudado a Nueva York, y a su marido se le ocurrió esta música en un sótano. No podía creer estar recibiendo, 50 años después, el video de un loro cantándola, o de una hinchada.

Hay un insumo importante que se repite, que son los foros o los comentarios en Youtube. ¿Por qué?

Los comentarios de YouTube y de los foros son mi fuente. Un amigo periodista me decía que me había cagado en todas las bases del periodismo, y es lógico porque yo no soy periodista, no vengo de ahí. Para él ese era el gran hallazgo del libro. Es que en internet encontrás lo mismo que en las crónicas, entrás por un lado y se dispara para otro. Una vez estaba viendo una canción de Roque Narvaja, y alguien comenta que aparece en la película Creed [Ryan Coogler, 2015]. Fui a la película y encuentro a Stalone caminando por un túnel en la cancha del Everton y aparece la canción, cantada con ese tono de borracho de pub inglés. Ahí me contacté con gente del Everton, que decía que ese cantito había llegado a España y que en Everton habían tenido un técnico español que lo había traído de alguna forma. Para esa película aparece toda la hinchada del Everton al momento de la pelea entre el hijo de Apolo y Stalone. Toda esa información salió de un comentario en Youtube, por eso en la dedicatoria les agradezco, sobre todo a gente que pone cosas como: “Yo estaba en una situación abusiva y esta canción me cambió la vida”. Ese tipo de conexiones esta por todos lados.

¿Por qué hoy en día se utilizan canciones modernas para armar las canciones de hinchada?

Hoy en día dicen que cuando se elige una canción para cancha tiene que estar sonando en el momento. Hablé con Hugo Lobo, el de Dancing Mood, que fue encargado de vientos de Atlanta, me decía que trató de poner canciones de ellos o un standard medio de jazz y nadie lo seguía. Quizás si en ese momento sonaba Bonnie Tyler, le seguían la corriente. Hay también como doce canciones de Brasil, del carnaval carioca. Todo es medio espontáneo, no tiene mucha explicación. Lo que es casi imposible de encontrar es al que dice “fui yo”, al que la inventó. Es que es anónimo, y esa es un poco la gracia de esto.

“Cuesta creer del todo que murió Maradona. Es de esas cosas que tenés fijas desde que naciste. Es difícil entender que eso puede no existir después o existir de otra forma”.

En particular la crónica de los cantitos maradonianos fue premonitoria, ¿viviste ese día como lo escribiste?

Lo escribí hace como un año, cuando asumió en Gimnasia. Es un texto distinto a los otros porque es un recorrido por los cantitos pero también es una especie de perfil, de homenaje a su vida. Estábamos en un asado y alguien dijo “¿qué persona generaría más litros de lágrimas a nivel mundial con su muerte?”. Con Leo [Santuario], un amigo argentino, sosteníamos la teoría de que era Maradona, y empezamos a imaginar qué pasaría. Al final su muerte estuvo enmarcada o tuvo mucho que ver con la situación de encierro por el covid o no covid. Además, había que ver si caía en diciembre, porque en Argentina es un mes muy simbólico, que siempre está a punto del estallido social. Pero no es lo mismo este diciembre que el diciembre pasado con Macri temblando. Si hubiese pasado ahí, hubiésemos tenido tres días de fuego, anarquía y descontrol. De alguna manera fue como un último regalo de Maradona hacer que todo el mundo salga a la calle e inmunizarlos como en Suecia.

Cuesta creer del todo que murió Maradona. Es de esas cosas que tenés fijas desde que naciste. Es difícil entender que eso puede no existir después o existir de otra forma. Cuando Diego asumió en Gimnasia empezó a cantar el “volveremos, volveremos” y se quedó callado porque Gimnasia nunca salió campeón ni había descendido para volver a ningún lado. Eso me dio una sensación de vacío que incluso fue más triste que su muerte. El día de su muerte fue emotiva, una cosa medio mexicana, de celebración. El día del “volveremos” fue sólo de tristeza.