Para quien vio al Albion fusionado con Miramar, allá por los años 70, para quien jugó en su cancha de tierra de punta a punta y de arcos de madera, para quien lo vio competir años y años en la C, para quien lo vio alinear con jóvenes jugadores de Nacional, como Gustavo Munúa por ejemplo, está raro pensar en el inicio de cada campeonato que es el candidato. Ni como club casi desaparecido, ni como institución lateralmente sostenida por Nacional, ni como ahora una sociedad anónima deportiva concebida como un proyecto de formación, promoción y competencia de futbolistas.

Me gusta tanto la lectura como los textos que legó a la eternidad el argentino Osvaldo Soriano. Su cuento “El penal más largo del mundo” es para mí una permanente fuente de inspiración, un visor de la fantasía hecha realidad. Cuando en la primera rueda empecé a ver el ascenso lento, continuo, y seguro del equipo de Darlyn Gayol se me incrustó en la cabeza uno de los párrafos del cuento del Gordo Soriano, una de las obras maestras de la narrativa futbolera: “Las canchas se llenaban para verlos perder de una buena vez. Eran lentos como burros y pesados como roperos, pero marcaban hombre a hombre y gritaban como marranos cuando no tenían la pelota. El entrenador, un tipo de traje negro, bigotitos recortados, lunar en frente y pucho apagado entre los labios, corría junto a la línea de toque y los azuzaba con una vara de mimbre cuando pasaban a su lado”.

En cada partido del Albion, que después de su fundación en 1891 tuvo hitos tan impresionantes como ser el representante de Uruguay en su primer partido internacional, o ser el fundador de la Liga, pero que tras su declive definitivo en 1905 no ha vuelto a participar del máximo campeonato de la AUF, se me venía a la cabeza Soriano, el campeonato del Valle de Río Negro, y el Estrella Polar. “A nadie le llamó la atención eso. En cambio, un mes después, cuando habían ganado cuatro partidos seguidos y eran los punteros del torneo, en los 12 pueblos del valle empezó a hablarse de ellos”.

Albion estuvo varios años sin participar, y desde la década de 1970 juega con regularidad en las categorías de ascenso. En 2017, en un proceso pensado, y adecuado, con enorme preeminencia de los jugadores que promovieron la solidaridad, el esfuerzo y el conocimiento, ascendieron de la C a la B.

“Las victorias habían sido por un gol, pero alcanzaban para que Deportivo Belgrano, el eterno campeón, el de Padini, Constante Gauna y Tata Cardiles, quedara relegado al segundo puesto, un punto más abajo. Se hablaba de Estrella Polar en la escuela, en el ómnibus, en la plaza, pero no imaginaba todavía que al terminar el otoño tuvieran 22 puntos contra 21 de los nuestros.(…) Daban y recibían golpes con tanta lealtad y entusiasmo que terminaban apoyándose unos sobre otros para salir de la cancha mientras la gente les aplaudía el 1-0 y les alcanzaba botellas de vino refrescadas en la tierra húmeda”.

Hace cinco o seis semanas que veo al Peto Callorda y lo reconozco como el centroforward del Estrella, y a Washington Ortega, sin dudas, como si fuese el Gato Díaz.

Albion es el primer club de fútbol de Uruguay. ¿Se entiende eso? Yo sé que se desangró rápidamente, que los ingleses mandaban, que los orientales se fueron primero para Nacional y después para Wanderers, que 15 años después de su fundación los socios que quedaban en el club ya casi no podían levantar las gambas y el equipo empezó a desaparecer de las canchas, hasta que seguramente desapareció de la vida cotidiana, pero hubo alguien, algunos, que dentro de sus corazones y de sus hogares mantuvieron algo de aquel espíritu pionero y fueron pasando la posta a hijos, nietos, bisnietos y tataranietos con la promesa de volver a ver al Albion bien arriba.

Lo hicieron.

Salú.