Yo adivino el parpadeo
de las luces que a lo lejos
van marcando mi retorno.
Son las mismas que alumbraron
con sus pálidos reflejos
hondas horas de dolor*

La vuelta de Defensor Sporting a la A, después de unos meses viviendo en los círculos del infierno de la Divina Comedia en la B, marca el único momento de alegría y felicidad de un club y su gente que desde hace dos o tres temporadas viene de crisis intestinas que no supo o no pudo resolver, y que lo llevaron después de 55 años a perder la categoría de ser de la primera división del fútbol uruguayo. En ese medio siglo la viola rompió la historia del fútbol profesional al ser el primer campeón distinto de Nacional o Peñarol, sumó cuatro títulos del Uruguayo, fue casi finalista de la Libertadores, ganó Liguillas, Apertura, Clausura, y promovió decenas de jugadores a la selección y al exterior.

El problema parece haberse ubicado en el relato en esta temporada, con tres técnicos en un campeonato de 22 fechas, escándalos propios de programas de chimentos, futbolistas apartados del plantel, el entrenador, cesado o renunciado, y casi un cuadro entero también fuera de las canchas. Pero cualquier lectura medianamente seria no debería obviar que el efecto dominó de esta crisis debió haber comenzado por lo menos en 2019, y se acrecentó de manera extraordinaria en la temporada 2020 con tres técnicos, decenas de futbolistas formados en Pichincha taponeados o increíblemente cedidos, y contrataciones de futbolistas experientes, extranjeros y uruguayos que no lograron dar el tono al que nos acostumbró Defensor.

El final de la historia ustedes lo conocen y tiene algo de épico, de histórico, pero no necesariamente el más indicado: un equipo de gurises, de los que estarían jugando en la cuarta división, salió con muchísima adhesión y compromiso a la cancha, y acompañados por algún veintipico y un par de treintañeros consiguieron el maravilloso premio de la rápida vuelta a la A.

El otro partido

Si muchos teníamos la sensación de que Defensor con el 3-0 había dado un enorme paso hacia el ascenso, ninguno de los 22 futbolistas que empezaron la revancha partía o podía partir de ese supuesto. Los de Héctor Samantha Rodríguez Peña sabían que les podía rendir, bien manejado, el plazo fijo de los tres goles de diferencia. Los de Damián Santín creían que era posible la épica remontada.

En los primeros cinco minutos de juego la tensión/desesperación de Racing, obligado y decidido a ponerse a tiro del sueño, generó dos situaciones reseñables: un tiro libre que el jovencito Matías Duffour sacó al córner, y un gol anulado por clara mano de Bueno, que hizo la del Diego, pero Gastón no es Maradona. Lo llamativo de ese caso es que, tal vez, si no metía la mano, la cabeceaba.

De a poco, los casi liceales defensoristas se fueron sacando de encima a los de Sayago, haciendo rendidores los tres goles de ventaja conseguidos en la ida. Seguía Racing con toda la intención, pero cuando pasa el tiempo y no hay éxito empiezan a decaer las fuerzas y las posibilidades, o las posibilidades y las fuerzas.

No hubo aciertos, pero sí ataques, y por eso el primer tiempo terminó sin goles. Quedaba menos para el éxito violeta. Quedaba menos para ensayar la hazaña para los albiverdes.

Tiempo de volver

En el arranque del segundo tiempo van y vienen. A los tres minutos hay un córner para Defensor, y Rodríguez pitó un penal del VAR en un partido en que no había VAR. Me refiero a que si en el partido hubiese existido la herramienta tecnológica, tal vez hubiesen rastreado la jugada, o tal vez simplemente no hubiera existido porque los futbolistas no se hubiesen agarrado como desde hace decenas de años se agarran cuando hay que defender/atacar en un córner. La cuestión es que Daniel Rodríguez lo pitó, ante la incredulidad de Luis Gorocito, que era el que se agarraba con el defensorista. El buen remate contra el caño de Álvaro Navarro fue excepcionalmente contenido por Rodrigo Odriozola.

Racing intentó lo que pudo, Defensor jugaba bien el partido sostenido por aquella ventaja. Faltaban cinco para el festejo, y otro penal para Defensor. Esta vez fue por mano, y lo remató Agustín Sant’Anna, y otra vez el duraznense Odriozola lo atajó. Quisieron el juego y el destino que la última jugada del partido fuese también un penal, esta vez para Racing, y la pelota pateada por Gorocito terminó fuera de la cancha, por lo que el juego terminó 0–0 y Defensor se quedó con su rápido retorno a la A.

El llanto profundo y desde adentro de los chiquilines de Defensor es una muestra de enorme adhesión, con la que seguramente se cimentará la vuelta a aquella viola que cambió la historia.

*Volver, tango de Gardel y Le Pera