No habían pasado 24 horas desde el anuncio de la creación de la Superliga Europea. El lunes 19 de abril Diego Torres, periodista de El País de Madrid, accedió a conversar con Garra sobre los acontecimientos que se estaban desarrollando y ya entonces fue muy claro al respecto: “Todo lo que yo pueda decir en una entrevista va a estar sujeto a una revisión permanente, porque esto va a ir muy rápido y va a cambiar muy rápido de un día para otro”. Así fue, la Superliga resultó un fracaso pero Torres, sin saber qué sucedería, aportó algunas ideas sobre las razones que desencadenaron esta crisis y sobre el ordenamiento del fútbol europeo actual, pieza fundamental del fútbol mundial.

¿Qué antecedentes motivan el intento de creación de una Superliga?

Desde hace unos 30 años, los clubes más ricos del continente y con más historia han entablado un pulso con la UEFA para obtener más beneficios de las competiciones de clubes internacionales. Esa tensión entre el organismo que rige el fútbol en Europa y los clubes existió aproximadamente desde que la televisación se convirtió en un factor fundamental de la financiación de los clubes. Esto coincide con el Mundial de Italia 90. Hay un momento en que el dinero que empieza a otorgar la televisación supera el dinero que ingresa a los clubes por taquilla en días de partido. Empieza a pesar más el hincha televisivo que el hincha presencial en la financiación de los clubes. Desde aquella época los clubes más poderosos amenazan a la UEFA con organizar su propia competición y la UEFA les hace concesiones para que tengan más exposición y ganen más dinero. Lo que nadie imaginó es que estos clubes romperían con la federación europea y generarían un conflicto sin precedentes, una ruptura. Desde su creación el fútbol ha estado organizado por las federaciones, no por los clubes. Los clubes nunca rompieron con las federaciones. Es la mayor crisis institucional que ha atravesado el fútbol desde su creación.

“La historia dice que esto no se cura con más dinero, al contrario”.

¿Cómo llega el conflicto hasta este punto?

Lo que yo observo es que cuando la televisación entra a jugar un papel importante, esa unión empieza a disolverse. Y cuanto más dinero ha ingresado a los clubes, que nunca han sido tan ricos como ahora, las tensiones han ido en aumento. Cosa que me hace pensar que esto no es un final, es solamente una estación hacia otra cosa que también va a ser conflictiva, porque el conflicto está en las entrañas de esta crisis y de aquellos que la han provocado. Esa necesidad por que ingrese más dinero me parece que no se va a aplacar con una nueva competición. Si miras el pasado, la historia dice que esto no se cura con más dinero, al contrario.

¿Qué factores llevaron a los 12 clubes a tomar esta decisión?

La pandemia desencadena este terremoto institucional. Hay tres factores que confluyen. Primero, el endeudamiento exponencial de Real Madrid, Barcelona y Juventus, para la construcción de sus estadios, tres clubes históricos que, junto con el Bayern Múnich, diría que son los clubes más influyentes en la UEFA. Por otro lado están los capitalistas americanos que quieren importar al fútbol el modelo de las competiciones estadounidenses, la NBA y la NFL. Son competencias cerradas y con franquicias que no tienen nada que ver con el modelo europeo, porque los clubes no tienen arraigo en la comunidad. No son clubes que surgen de un barrio, son marcas que van y vienen por el país y se establecen en una ciudad como se establece una empresa. Florentino Pérez tiene socios en la banca americana. Él consigue un compromiso de fondos de inversión canalizados a través del banco JP Morgan para financiar esta Superliga. Casualmente, JP Morgan ha prestado dinero a Real Madrid para construir su estadio.

Una devolución de favores.

No tenemos constancia de esto porque no conocemos los documentos. Los tienen los clubes y no se han hecho públicos. Podemos presumir que es así, pero no lo sabemos. Lo que sabemos es que se producen tres circunstancias: el endeudamiento de clubes históricos, la aparición de capitalistas americanos –que coinciden con la propiedad de clubes como Liverpool, Arsenal o Milan– y la pandemia. Cuando llega la pandemia, el endeudamiento se convierte en un problema mucho mayor de lo que era y amenaza a estos clubes con empequeñecerlos y dejarlos con el mismo potencial que podrían tener Sevilla o Valencia.

La comunidad ha moldeado el fútbol, pero ¿cuánto se parece aquella comunidad fundacional a este presente con clubes-empresas y fanáticos en todo el mundo?

Se parece muy poco en lo superficial, pero en lo esencial es lo mismo. Ahora el aficionado es más consumidor y antes era más conocedor. Los sentimientos son el hilo conductor. Siguen preservándose esos sentimientos de pertenencia tribales, primitivos, de transferir tu identidad a un escudo y esas cosas que entran en el terreno de la antropología. Esas cosas se conservan. Es lo más esencial y básico de la relación entre el fútbol de los clubes con los hinchas.

¿Pueden sentirse traicionados los hinchas por este intento?

Sí, porque esto no es la NBA ni la NFL. Hay una cosa que dijo Boris Johnson que es interesante. Ha dicho que esos clubes, en relación a los seis clubes ingleses, no son ni siquiera de sus hinchas; pertenecen a la comunidad. No solamente pertenecen a sus hinchas, sino también a los hinchas rivales. Se han construido gracias a una relación de competición con otros clubes. Viven en una comunidad. Esa cultura es lo que hace que el fútbol sea un negocio tan apasionante y misterioso, porque es el deporte más fascinante que existe. Esa relación que hay entre los clubes, incluso entre los clubes y aquellas personas a las que ni siquiera les gusta el fútbol, hace que el fútbol sea un gran negocio. Un negocio mucho más atractivo y popular que el negocio del fútbol americano o el básquetbol. Yo creo que parte de la clave es eso que dice Johnson. Hay una magia en el hecho de que los clubes formen parte de la vida de una sociedad, algo que trasciende el deporte y tiene más que ver con la política y la cultura, no solamente con el deporte. Por eso este modelo americano, implantado a la fuerza –porque no se puede cambiar una cultura si no es mediante la fuerza–, suscita tantas incógnitas. La mayor de ellas es ¿será tan rentable este modelo como el modelo tradicional? No sabemos.

El modelo propone sacar a estos clubes de un entramado que comprende a clubes del mundo entero.

Lo fascinante del fútbol era que cualquiera podía ganarle a cualquiera y escalar hasta lo más alto y ganar un trofeo. Es la metáfora de los ídolos del fútbol. De la nada llegan a lo más alto a través de un sistema y un lenguaje que permiten la participación de todos. Una participación abierta que, de hecho, no es tan abierta, pero el sistema daba una apariencia de apertura y de equilibrio, equidad, igualdad, que hacía que todo fuera muy fascinante. Esa apariencia se ha roto y es evidente que mandan los más ricos. Es un mensaje terrible para los jóvenes, para muchos niños. El fútbol es una metáfora de la vida y esta es una lección terrible.

¿Qué llevó a estos empresarios a pensar que funcionaría?

Es la lógica de la escuela de negocios. Ellos extrapolan las audiencias de la Champions League al mundo del marketing y dicen: “Vamos a hacer que los partidos de mayores audiencias se repitan constantemente y hacer una competición en la que todos los partidos sean del nivel de máxima audiencia de Champions”. Esto va a traer más patrocinadores, porque no hay equipos débiles ni pobres, son todos poderosos. La televisación va a pagar más y no tenemos que compartir estos ingresos con los clubes más pobres ni con el fútbol base. Actualmente la UEFA se queda con 20% de los ingresos, el resto lo reparte entre todos los clubes, fútbol base, federaciones; no sólo con los más ricos. La única explicación para este aumento exponencial de los ingresos es que los clubes no compartirían lo que ganen con los más pobres, porque no habría más pobres, estarían sólo ellos en la competición.

¿Por qué los clubes son optimistas con esto?

Yo no sé si son optimistas. A veces se toman decisiones por desesperación. Si naufraga el crucero en el que atraviesas el Atlántico, no nadas a una isla porque eres optimista, nadas para salvarte. He dicho hace un rato que la pandemia ha convertido los problemas financieros de los clubes en verdaderas catástrofes. En un contexto catastrófico, en el que clubes orgullosos, con presidentes acostumbrados a vivir en el poder y ser superiores a todo lo que los rodea, se ven amenazados con convertirse en uno más por una situación accidental y natural como esta, lo que hacen es intentar por todos los medios mantener su statu quo con la única posibilidad que se les ocurre para salir de una situación crítica.

¿Qué responsabilidad le cabe a la UEFA de que los clubes hayan llegado a este escenario?

La UEFA ha intentado controlar el gasto de los clubes. Quizá haya consentido más gasto del debido. Sobre todo a estos clubes tan grandes, pero no lo sé. No me atrevería a especular sobre eso. Lo que sí sé es que la UEFA no es una organización perfecta y la gran paradoja es que a estos clubes la UEFA les ha concedido más que a nadie. Son los clubes más protegidos en la historia y en las últimas décadas. Los han protegido más que a los demás, pero siempre y curiosamente se vuelven contra la UEFA.

Como aficionado al fútbol, ¿cuánto te gusta o disgusta este escenario?

Como aficionado al fútbol no me interesa. Me interesa como observador de la vida humana o de las miserias humanas. No creo que salga nada muy constructivo de todo esto. Puede ser interesante desde el punto de vista periodístico, porque va a haber un gran movimiento.

“A lo mejor el fútbol no es algo tan bueno”.

¿Qué opinión te merecen las amenazas de sanciones de la UEFA y la FIFA?

Aquí no hay ninguna salida buena. Todas las decisiones van a ser perniciosas. Lo que tiene que hacer la FIFA es pensar en la salida justa. Lo que tienen que hacer los dirigentes es pensar en lo que es más justo y no en lo que es más rentable. Jurídicamente es un debate muy complejo. Si los dirigentes quieren llevar esto al litigio, hay herramientas para hacer de esto una guerra jurídica interminable.

Y qué catástrofe sería esto.

Yo me planteo una cosa: a lo mejor el fútbol necesita una catástrofe. A lo mejor el fútbol no es algo tan bueno. Si hemos llegado a este punto es porque la naturaleza de este negocio conduce a esta catástrofe. Esto no tenía solución por la deriva que había adquirido. Si esa era la deriva natural, tal vez el fútbol no sea una cosa tan buena. Es una duda que tengo y me planteo ahora. No lo sé. No entiendo por qué hay que aficionarse al fútbol, y sobre todo al fútbol televisivo. No tengo muy claro que eso sea lo más saludable para la humanidad.