Líber Quiñones ha vivido un poco de todo en su carrera. Ese poco de ese todo siempre tuvo que ver con el arco. Y casi siempre, con Racing, a donde siempre volvió. Esta vez, entrada su carrera en el parietal, dice, no será la excepción. A Líber y a Racing los une el barrio. El tremendo delantero centro jugó además en Cobreloa de Chile y en Gimnasia y Esgrima de La Plata. En Danubio, al que le hizo cuatro goles una tarde y se fue aplaudido por las dos hinchadas; en Tiburones Rojos de México, en Universitario de Perú y en Santa Tecla de El Salvador. Y siempre volvió a Sayago.

En Sayago hay horizonte y en el horizonte el sol se pone. Uno de los hijos de Líber duerme en el sillón mientras los dibujitos animados siguen la trama. Líber corre unos juguetes y se sienta cerca. Dice que de lo conflictivo de su salida del cervecero prefiere no hablar. Es que hubo tanto tire y afloje que todos parecen estar en lo cierto. O nadie. Lo tácito es que el gran goleador de la escuelita cambió el color de los bastones y se movió a la cerrazón de la Villa. En Racing y en el barrio se siguen preguntando por qué. En Cerro ya se preguntan cuándo.

El equipo de la Villa del Cerro descendió a la B en un hecho colectivo histórico que depositó a la Segunda División en un escalón de privilegios previos: calidad, competitividad, atención. Con el descenso el fútbol celebró la vuelta de un hecho fundamental en la vida deportiva de nuestro país, el clásico entre Cerro y Rampla Juniors. Ese clásico a Líber lo inquieta, al barrio también. La llegada del goleador de Sayago a los caseros del Luis Tróccoli se sucedió en una renovación casi total del último plantel, que compuso una mixtura al parecer cabal para la competencia, entre la juventud de algunos y la experiencia de otros, que además se identifican con el escudo.

El futbolista de 35 años, con el objetivo de volver a donde pertenece aunque eso implique convertir goles que no lleven a festejos, disputará el ascenso a Primera División con otro equipo histórico, el Club Atlético Cerro, donde firmó contrato por dos años. Cerro se aseguró quizá para ese tiempo una de las producciones a la red más certeras de los últimos tiempos.

Líber Quiñones, querido por propios y extraños, habló con Garra de su arribo a Cerro y de la vieja B que ya se asoma y que a futboleros y futboleras mantiene en vilo.

¿Cómo se vive esta salida de Racing y el arribo a este momento de Cerro en tu carrera?

Yo quiero retirarme en Racing, eso es obvio. Lo único que pedí a la directiva nueva es eso, retirarme en Racing. Ahora tengo dos años de contrato en Cerro. Pero voy a seguir jugando. Estoy haciendo el curso de director técnico como para estar atento a todo, aunque de técnico no me veo, pero puedo ser un buen ayudante, porque el ayudante está más cercano a los jugadores. El técnico tiene que tener cierta distancia. Capaz que voy pasando las licencias y me va gustando más la idea de dirigir. Ahora estoy pensando en Cerro, que se armó un plantel nuevo, con muchos gurises y gente grande, como el Coco [Pablo Lacoste], como el Gato [José Luis Tancredi], como el Teño [Roberto Brum], como el Pichón [Christian] Núñez.

¿Podés imaginarte lejos de las canchas?

A mí me sacás del fútbol y me voy con El Peludo, el canchero de Racing. Ya le he dicho: el día que me saquen del fútbol me vengo a trabajar contigo igual. Se ríe. Pero uno tiene que estar ahí, en el lugar que uno quiere, que es la cancha. Si hay que laburar en otra cosa bien, pero el momento del fútbol lo tengo que tener. No me veo sin estar en la cancha. En la cancha estoy desde chico. El Peludo era hincha del club y se quedó laburando, y en Racing si faltaba él no se entrenaba. Está desde 2003, algo así, cuando pidieron a la gente que viniera a echar arena para enderezar el Parque Roberto. El Peludo fue a trabajar gratis y se terminó quedando; canchero, sereno, te lavaba la ropa, te abría la puerta del club, lo que el jugador precisara.

“El otro día le decía a un compañero: ‘Este año la rompo’”.

Desde que naciste vivís en el barrio y estás en Racing, y ahora te toca defender los colores de otro club de barrio en la misma divisional. ¿Cómo se siente?

Nací un poco más allá, en el barrio Conciliación, pero el liceo lo hice acá, a dos cuadras, todos mis amigos son de Sayago e hinchas de Racing. Siempre andan queriendo camisetas, pero no tengo, regalo todo. Tengo una escondida nomás porque es la que quiero guardar: la del primer año en primera. En una valija tengo otras, aunque un montón las rifé para ayudar al Loco [Jorge] Contreras cuando tuvo el problema del cáncer. Esa fue una linda movida, los jugadores me traían sus camisetas para que yo las rifara. Ahora lo jodo al Loco porque está mejor que cuando jugaba. Pero en su momento estuvo fea. A Cerro llegué hace poco, acá en Uruguay jugué sólo en Racing y en Danubio. En Cerro la gente cuando llegás te espera en la puerta, es un equipo lindo de barrio, la gente hace que lo quieras. Después, dependés de los resultados. Ojalá que nos vaya bien y podamos hacer un buen año. Es un plantel nuevo; llegaron [Nicolás] Raguso, el Pato Martín González, [Agustín] Chopitea y otros juveniles de Nacional, Brum, [Bruno] Foliados, Anthony Sosa. A algunos por enfrentarlos no te das cuenta, pero cuando los ves en el día a día te das cuenta de los jugadores que son.

¿Las cosas que se van aprendiendo se pueden transmitir a los más chicos?

Siempre ando con un dicho que dice Cafú Barbosa: “No es fuerza, es jeito”. A veces es más fácil abrir el pie que pegarle fuerte. Con el tiempo aprendés a correr menos y a ubicarte mejor para que siempre te caiga a vos la pelota. Hoy en día los planteles tienen más jóvenes que antes, eso hace más difícil que te escuchen, para eso tenés que tener cuatro o cinco grandes alrededor. Como el Gato Tancredi, que además te dice: “Vos andá que yo te la tiro”. Sólo hay que hacerle el movimiento. Tiene mucha calidad, te la tira aunque no te esté mirando. El Pichón, gente del club. El Coco que gana en las dos áreas y te banca la defensa. Y te deja loco con la boquilla.

También vas a enfrentar a Danubio, donde jugaste poco tiempo pero fuiste querido.

Yo sabía, cuando me fui de Racing, que iba a seguir jugando al fútbol y por suerte pude venir a Cerro, un equipo grande. Más en esta divisional, porque hay que haber estado en esta situación para ser grande también en la B. Eso hace mucho tiempo que no lo viven ni Defensor ni Danubio. Cerro y Racing son los grandes de la divisional hoy en día. Porque la cultura de la B es distinta. Una vez sola enfrenté a Racing con Danubio, y encima le hice un gol. Pero esos goles no se festejan, a Danubio tampoco le festejo los goles, porque aunque estuve poco la gente me trató muy bien. Le hice cuatro goles con Racing en el Roberto y me fui aplaudido por las dos tribunas, me tienen respeto y yo le tengo respeto a Danubio. Cerro, Racing y Danubio son equipos de barrio, que tienen esa vivencia.

“Todo el mundo la lucha, pero hay algunos equipos que son más sensibles a la lucha”.

¿Qué cambió desde tu llegada al club de la Villa?

Todo el mundo la lucha, pero hay algunos equipos que son más sensibles a la lucha. Yo vivo acá en Sayago, ahora me ven con la ropa de Cerro cuando vuelvo de la práctica. El otro día me pidieron un video para un hincha de Racing y terminó llorando. Y esas cosas te mueven. Fue bravo el año pasado en Racing, con la pandemia, con todo. Me costó disfrutar. Llegué a Cerro y me encontré con referentes que son del club, que conocen la interna, y vos podés acompañar. En Racing era todo Líber, Líber, Líber. Ahora estoy disfrutando otra vez de entrenar, no está sonando el teléfono a cada rato. Se siente otra tranquilidad. Me siento muy bien, el otro día le decía a un compañero: “Este año la rompo”, como si fuera un guacho. Y lo siento así. Y quiero jugar ese clásico, que ojalá sea con gente, porque dicen que es divino.