“La vida por los colores” dice un trapo colgado arriba de la cancha, detrás de uno de los aros del gimnasio de Verdirrojo en la Villa del Cerro. Sobre el piso que sintió picar tantas pelotas, se apoyan los pies de veinte niños. Cada uno en una mesa individual y acompañado por más pies: un maestro, estudiante universitario o profesor, que voluntariamente lo apoya con las tareas escolares. Alcohol en gel mediante, computadora, lápices y cuaderno realizan las tareas de la escuela, colegio o liceo y al finalizar meriendan.

Esta iniciativa tan oportuna, necesaria y original, surgió tras la idea de una vecina que publicó en Facebook ofreciendo el internet de su casa para que cualquier niño, niña o adolescente del barrio que lo requiriera, se conectara desde allí para realizar las tareas escolares. Se mantendrá hasta que el gobierno determine que se retome la actividad deportiva en los clubes.

Allegados a Verdirrojo pensaron que se podía utilizar el club para ofrecer esto mismo, la directiva lo aceptó y lo comunicaron en redes. Rápidamente aparecieron muchos interesados, elaboraron un protocolo sanitario estricto para evitar aglomeraciones y desde la primera jornada reciben a un mínimo de veinte estudiantes.

El barrio organizado

Ofrecen el espacio físico, la conexión segura a internet y apoyo académico. La iniciativa tuvo mucha difusión. Jugadores, exjugadores, allegados y vecinos empezaron a colaborar. El barrio organizado potenció la movida: panaderías, comercios y empresas aportan la merienda, artículos escolares y más.

Hicieron inscripciones. Al principio se anotaron 20 chicos que iban tres veces por semana, lunes, miércoles y viernes de 16 a 18 horas, divididos en dos grupos de 10 niños cada uno. Cuando llegaron a la cuarta semana ya eran 60 los asistentes, separados en cuatro grupos, de 16 a 20 horas, los lunes, miércoles y viernes.

“Viene siendo un éxito y contamos que tenemos cubierto todo mayo con las donaciones que recibimos”, dice Ignacio Ortega, integrante del cuerpo técnico de Verdirrojo y uno de los organizadores de “No dejen de estudiar”.

Son 20 los colaboradores entre estudiantes, profesores y maestros, que se van rotando en el horario en que funciona la asistencia. “Comenzó como una simple iniciativa y ha sido un éxito”, agrega.

Está demostrado en los hechos. Cada vez se sumaron más niñas, niños y adolescentes, por lo que debieron abrir una lista de espera y proponerse incluir otro grupo. La demanda es muy grande, no solo por el internet sino por la ayuda, pensada para que los estudiantes no se queden atrás ni se desvinculen del sistema educativo.

“Hemos logrado que los chiquilines queden al día con las tareas y que hayan resuelto aquellas para las que necesitaban ayuda, también para enseñarles a cargarlas a la plataforma. Se generó un vínculo tanto desde el club como institución como en general como vecinos”, dijo la colaboradora y profesora de historia Fernanda Mancini.

La docente considera que para la educación en este nivel es fundamental el apoyo académico: “no solo no todos tenemos acceso a internet, sea wifi o datos, sino que no todos los padres, madres o tutores tienen las herramientas ni los conocimientos para poder enfrentar la educación virtual”, finalizó.

Por parte de los niños, Nicolás Cruz dijo a Garra “está muy buena la idea porque los que no tienen internet no se quedan atrás con los deberes. Yo me siento muy cómodo porque conozco a los del club y es como mi segunda casa. Ya hice todas las tareas, solo me queda enviarlas y además me voy con la panza llena por la merienda”.