Desde que los antiguos griegos comenzaron a disputar una carrera que tenía el largo de un stadion (unidad de medida que equivalía a 185 metros), los Juegos Olímpicos han congregado en torno a las competencias de atletismo al gran público. Gracias a aquella carrera y a la unidad de medida se les dio nombre a los estadios. Y, de hecho, la etimología de la palabra “atletas” ofrece también otra definición clave para el olimpismo: “el que compite por un premio”.

“Atletismo” es competir por un premio, es raíz de los deportes olímpicos y es ineludible su predominancia una vez que se inauguran las competencias. El fin de semana, particularmente, estuvo cargadísimo de atletismo del bueno, con participaciones uruguayas, definiciones de los 100 metros masculinos y femeninos y algunas pruebas de salto en la noche de ayer que se robaron el aliento de los telespectadores y de los espectadores acreditados que estuvieron presentes. No hubo público, pero las tribunas semivacías del espectacular estadio de Tokio nos recordaron que estructuras como esta, obras de megaarquitectura moderna se montan en torno a una pista para que miles puedan disfrutar estas jornadas únicas para el deporte.

Fin de los sueños

La semifinal de 800 metros contó una historia diferente a la que nos hubiese gustado a los uruguayos. Déborah Rodríguez no pudo mejorar su marca personal, terminó séptima en su llave, con un tiempo de 2:01,76, y quedó afuera de la competencia, al no lograr meterse entre las ocho mejores.

La uruguaya, que tiene un récord nacional de 2:00.20, buscaba mejorar ese registro para trepar todas las posiciones que fuera posible y pelear por su oportunidad de alcanzar la final de los Juegos Olímpicos en Tokio. Sin embargo, en una carrera en la que quedó encerrada en el medio del pelotón, careció de su cambio de ritmo habitual y no pudo seguir el paso a las mejores de la prueba durante los últimos 200 metros.

Con esta actuación, terminó en 19º puesto y concretó la actuación en pista más destacada de una mujer en la historia del atletismo olímpico uruguayo. Solamente Estrella Puente, lanzadora de jabalina (prueba de campo), consiguió en atletismo una colocación mejor que la de Déborah, cuando en 1952 terminó en el 10º puesto.

Emiliano Lasa, finalista olímpico en Río 2016, no consiguió repetir aquella gran actuación. En la clasificación del sábado completó sus tres saltos con registros de 7,85; 7,95 y 7,78, con lo que su segundo intento fue su mejor marca de la jornada.

Pese a que en su grupo solamente fue superado por cuatro saltadores, en el grupo B hubo ocho saltadores con mejores marcas, tres de ellos con registro de 7,96 como su mejor salto. Por esa diferencia de un centímetro, Lasa quedó en el puesto 13º de los Juegos Olímpicos, y finalizó su participación de manera prematura.

Su actuación no estuvo al nivel de sus mejores momentos, pero se corresponde con lo hecho este año, en que apenas una vez terminó una competencia con un registro superior a los ocho metros. Emiliano fue operado en 2020 por una fractura por estrés en su tibia y, pese a haber ganado un año para recuperarse tras la postergación de los Juegos Olímpicos, nunca recuperó su nivel para lograr competir como solía hacerlo, saltando consistentemente por encima de los ocho metros. Lo hecho el sábado es una extensión de lo sucedido a lo largo de toda la temporada y, si bien había esperanzas de que su rendimiento mejorara, no consiguió el salto que lo depositara en su segunda final olímpica, entre la docena de mejores saltadores a este nivel.

A todo o nada

Esa misma noche, Jamaica hizo lo que Jamaica sabe hacer: arrasó un podio en la velocidad femenina. 100 metros llanos completamente inundados de amarillo, verde y negro. Las imágenes del final de la carrera mostraron la mirada punzante de Shelly-Ann Fraser-Pryce sobre su compañera, contrincante y vencedora Elaine Thompson-Herah. A nadie le gusta perder. Al rato ya circulaban reportes de que en la interna jamaiquina no hay gran amistad entre la ganadora del oro con Shelly-Ann y Shericka Jackson. Lo cierto es que no hizo falta que fueran amigas para conquistar un podio entero y enorgullecer a la bandera que más identifica a la velocidad en nuestros tiempos.

Fred Kerley, de Estados Unidos, Akani Simbine, de Sudáfrica, y Lamont Marcell, de Italia, y ganador del oro en los 100 metros, en el estadio Olímpico de Tokio.

Fred Kerley, de Estados Unidos, Akani Simbine, de Sudáfrica, y Lamont Marcell, de Italia, y ganador del oro en los 100 metros, en el estadio Olímpico de Tokio.

Foto: Anne-Christine Poujoulat / AFP

Tal vez por eso fue curioso que ningún jamaiquino se metiera en la final masculina de los 100 metros, algo que no pasaba desde Sídney 2000. Yohan Blake quedó fuera en semifinales y era el único contendiente real a poder acceder a una final olímpica en la primera edición de la era pos Bolt. Cuánta frustración e impotencia habrá sentido Zharnel Hughes sabiendo que podía dar batalla en la prueba y despidiéndose temprano por una salida en falso.

Al final, el campeón fue Lamont Marcell Jacobs, italiano nacido en Estados Unidos que se dedicaba al salto largo, pero que cambió a la pista en 2018. Aquella decisión le reporta hoy a Italia el primer oro de su historia en esta prueba, que desde 1992 no era ganada por ningún europeo. El podio lo completaron Fred Kerley, de Estados Unidos, y André De Grasse, de Canadá.

Yulimar Rojas, de Venezuela compite en la final de triple salto femenino durante los Juegos Olímpicos de Tokio 2020 en el Estadio Olímpico de Tokio.

Yulimar Rojas, de Venezuela compite en la final de triple salto femenino durante los Juegos Olímpicos de Tokio 2020 en el Estadio Olímpico de Tokio.

Foto: Andrej Isakovic, AFP

A los saltos

El récord olímpico de Yulimar Rojas no se hizo esperar nada. Primer intento en el salto triple y la venezolana lo consiguió con una marca de 15,41 metros, para asegurar de movida la medalla de oro, aunque en ese momento no lo supiera. Mejoraba entonces el 15,39 que estaba vigente desde Beijing 2008.

Nadie pudo saltar como ella, excepto ella, que sí pudo. Fue en el último salto, cuando además consiguió el récord mundial, con un registro de 15,67 metros, para dar cierre a una jornada memorable. Nunca antes una atleta de esta prueba había batido el récord mundial en una final olímpica, como hizo la venezolana, que dejó atrás la marca de 15,50 de la ucraniana Inessa Kravets, que databa de 1995.

Ana Peleteiro, de España, medalla de bronce, Yulimar Rojas, de Venezuela y medalla de oro, y Patricia Mamona, de Portugal, medalla de plata, tras la final de salto triple, en el estadio Olímpico de Tokio.

Ana Peleteiro, de España, medalla de bronce, Yulimar Rojas, de Venezuela y medalla de oro, y Patricia Mamona, de Portugal, medalla de plata, tras la final de salto triple, en el estadio Olímpico de Tokio.

Foto: Christian Petersen, pool, AFP

Campeona mundial en Londres 2017 y Doha 2019, también campeona mundial bajo techo en 2016 y 2018, Yulimar Rojas corona su carrera con su primer oro olímpico, volviendo a subirse al podio después de conseguir la plata en 2016. Ah, tiene sólo 25 años. El podio lo completaron la portuguesa Patricia Mamona y la española Ana Peleteiro.

Mutaz Essa Barshim, de Qatar durante la final salto de alto, en el Estadio Olímpico de Tokio.

Mutaz Essa Barshim, de Qatar durante la final salto de alto, en el Estadio Olímpico de Tokio.

Foto: Andrej Isakovic, AFP

El pacto de Tokio se selló cuando el catarí Barshim y el italiano Tamberi se dieron la mano frente al oficial que les ofrecía un sistema de desempate para definir un único medallista de oro. En la puerta número uno, podían elegir el primer lugar del podio compartido, un oro para cada uno. La competencia lo había dictado así porque fueron dos de los tres competidores que alcanzaron los 2,37 de altura. La diferencia con el bielorruso Maksim Nedasekau fue que este tuvo un intento nulo en los 2,35, que lo dejó atrás por criterio de desempate. Sin embargo, no había nada sencillo para separar al italiano y al catarí, perfectos ambos hasta que llegaron a los intentos en 2,39 y ninguno pudo superarlo. Ahora están frente a una decisión grande. En la puerta número dos, la oferta era seguir compitiendo hasta desempatar y que hubiera un oro y una plata.

Gianmarco Tamberi, tras obtener medalla de oro compartida con Mutaz Essa Barshim en salto alto, en el estadio Olímpico de Tokio.

Gianmarco Tamberi, tras obtener medalla de oro compartida con Mutaz Essa Barshim en salto alto, en el estadio Olímpico de Tokio.

Foto: Cameron Spencer, pool, AFP

Es cierto que Barshim era el gran favorito y tal vez el menos conforme con el trato, pero cuando alguien te ofrece un oro olímpico asegurado, es difícil cerrar la puerta y decir que no, que mejor vamos por ese 50-50 de posibilidad en el desempate. El italiano rápidamente asintió; el catarí, contrariado, supo, sin embargo, que compartir no era tan malo como no ganar. Al final del día, para el doble campeón mundial de 30 años era la posibilidad de llegar a su primer oro, tras el bronce en 2012 y la plata en 2016. Con el italiano dando saltos de alegría por la pista finalizó la competencia, y minutos después los festejos se entremezclaron, con abrazos a Yulimar Rojas y a Jacobs. Por eventos así fue que los griegos construyeron los primeros estadios, y vaya si acertaron a la hora de crear un espectáculo.

Lesionada, María Pía Fernández decidió comparecer en la pista

La última uruguaya en presentarse en Tokio 2020 era la trinitaria María Pía Fernández.

La medallista en los dos últimos campeonatos sudamericanos se paró en la línea de largada de la segunda serie de los 1.500 metros, pero nuestra expectativa por su gestión deportiva ya estaba desactivada. Una lesión muscular -una distensión de 9 milímetros en su pierna derecha- la había dejado fuera de competencia real. Ella misma lo hizo público en las redes sociales unas horas antes en un texto que decía:

“Normalmente previo a un gran campeonato estaría posteando una linda foto, con una frase motivadora.

Hoy con mi corazón y sueños rotos, solo me queda agradecer a todos por el apoyo.

Agradezco cada mensaje, cada foto y muestra de cariño que recibí, también a las personas que estuvieron estás últimas 72 horas a mi lado haciendo e intentando lo imposible, buscando una mínima pizca de esperanza, por intentar llegar y salir de esta situación.

Con un duro golpe de realidad, rota física y emocionalmente, por voluntad propia y bajo mi propia responsabilidad, decido pararme en esa línea de largada porque me lo merezco y porque trabajé muy duro por esto. Y también, porque huir no es una opción.

Hoy decido enfrentarme a la realidad, aunque duela y no sea como lo soñé y planifiqué. Pero es lo que toca y como siempre voy a dar todo, al menos ‘todo’ lo que mi cuerpo hoy me permita dar. Hoy más que nunca voy a necesitar todo ese apoyo y buenas vibras qué siempre transmiten. Siento mucho decepcionar a todos quienes confiaron en mí y se ilusionaron conmigo. Hoy me propongo intentar disfrutar pese a todo, y pase lo que pase prometo sobre todo, que esto no termina acá. Gracias por todo y perdón por tan poco”.

La floresina de 26 años campeona sudamericana en 2019 en los 1.500 metros y segunda en el certamen continental de este año no había tenido participaciones en Juegos Olímpicos. En Tokio buscaba mejorar su marca, de 4:09.45, pero no lo consiguió y quedó en 4:59.56.