Si el fútbol es monstruoso, lo contrario del fútbol es aún peor.
La película 9 es una película urgente. Por un lado, porque mucha gente nacida en estas latitudes ha tenido o tiene ese número puesto, un número que tiene que ver con lo más importante “de las cosas menos importantes”: el gol. Rica droga la del gol. En estas latitudes y en otras. Pero la película 9 no es una película de fútbol, es un drama que acontece también en otros estamentos: el drama de un joven jugador (Enzo Vogrincic) tiene que ver con la propia opresión de su entorno, con las libertades, con un vínculo dependiente y violento con su padre Óscar (Rafael Spregelburd), con seres de luz que le abren las puertas del mundo como Belén (Sofía Lara) y como Wilmer (Horacio Camandulle); y cómo en ese dramático devenir vincular se alzan el deseo, la presión, la responsabilidad y lo que se espera de alguien con ese número en la espalda. Para el futbolero y la futbolera esta película es urgente y para quien no se considere en esos parámetros, también. Para todo lo que pasa entre un pase frustrado y el despertar de una vida oprimida, Garra habló con Nicolás Branca, Martín Barrenechea y Rafael Spregelburdel Spregelburd, directores y actor de la película.
Algo que me llamó la atención durante la película fueron los momentos de risa de la gente ante el drama de alguien ¿Qué les sugiere eso?
Rafael Spregelburd: Como dijo [Antón] Chéjov, no hay nada más gracioso que la tragedia ajena.
Martín Barrenechea: La primera vez que la vimos en España nos pasó lo mismo, incluso más marcado. Pero yo creo que es eso, que por momentos hay escenas muy opresivas, muy dramáticas, y cuando algo afloja o respira y hay un pequeño guiño –porque no está presente el chiste–, la gente se ríe.
Nicolás Branca: Nosotros también vivimos con mucha desolación esas risas, y con bastante desconcierto. Hay cuatro momentos en los que nosotros detectamos que hay risas, pero las risas aparecen también en otros momentos. O somos unos humoristas de incógnito hasta para nosotros mismos, o lo que pasa es que la película es tan opresiva que la gente necesita esos momentos para descargar la tensión. Porque no es una comedia, es un drama. Creo que, de todas maneras, hay una gran identificación con el personaje, con el contexto, con lo que le pasa al jugador. Y eso es gracias al trabajo de los actores y las actrices.
Rafael Spregelburd: Lo más tremendo es cuando le tenés piedad al personaje de Óscar, cuando ves lo frustrado que está, lo enojado que está, lo solo que está. Esa imposibilidad de comunicarse con su propio hijo a mí me causa mucha angustia. Lo importante era hacer eso creíble, que no fuera una maqueta. Me gusta mucho, por ejemplo, la escena en la que estamos jugando a la Play, que cuando el hijo se va, Óscar, el padre, queda solo, hace un gol y lo festeja.
Nicolás Branca: Había un interés, o descubrimos que había un interés, que no era tanto el fútbol en sí, sino poner un drama humano en un entorno que lo magnifique, que lleve las tensiones al extremo. Básicamente es un vínculo complejo como puede haber en diferentes clases sociales, entre diferentes profesiones. En el fútbol lo que ocurre es que esa mirada ajena es el mundo. Un jugador de élite es como un guerrero o como un gladiador, se le piden cosas sobrehumanas, que no baile, que no se divierta, que sólo viva para el fútbol. En un momento de la película el jugador empieza a hacer todo lo que supuestamente no tenés que hacer. Y en realidad vos te alegrás porque eso que hace te parece que está bien. Eso tiene que ver con la mirada de la película, de qué lado se pone la película.
¿Hubo una elección en el origen social del jugador y cómo eso aplica al desarrollo de la película?
Martín Barrenechea: Puede haber casos que son muy estereotípicos. Era mucho más rico para nosotros que el personaje viniera de una clase media, porque si viene de más abajo puede que haya una extrema necesidad de que este proyecto funcione. Buscábamos que el personaje pudiera plantearse ciertas dudas con respecto al proyecto, tuviera que tomar decisiones, lo mismo que su padre. Que haya matices en los personajes que los saquen de su estereotipo o de un imaginario de esa necesidad extrema de salir de la pobreza a través del fútbol. La inspiración para el personaje viene de aquella mordida de Luis Suárez. También investigamos a Edinson Cavani, a partir de una carta a sí mismo que salió en The Players’ Tribune, donde decía que era un jugador exitoso pero que eso tenía un costo muy alto que es la pérdida de la libertad.
Nicolás Branca: La idea era que pudiera elegir, que sintiera que tenía el derecho a elegir. También es un mundo que conocemos menos el de la pobreza, el de la extrema necesidad. Ellos, los personajes, además, ya hicieron dinero, lo que pasa ahora es la ambición, y hay jugadores que se plantan en el megaéxito y la ambición es seguir ganando.
¿Se imaginan otro tipo de personalidades, como la de los viejos caudillos dentro del fútbol, en este tipo de situaciones?
Nicolás Branca: Cuando uno toma un tema delicado como este y se mete con un estamento como el de los jugadores de fútbol, nosotros creemos que hay un avance en la sociedad hacia otra sensibilidad que tiene más en cuenta al otro. Pero el fútbol es una especie de cápsula que queda aislada y es un lugar con una cultura de la violencia que se expresa en las valoraciones, en el discurso, en los hechos. Esta es una construcción ficcional de una persona sumisa, que todo el mundo toma decisiones por él, con un vínculo de dependencia afectivo muy grande con su padre, un tipo muy manipulado por su padre. No pretende ser un arquetipo del jugador de fútbol ni mucho menos, porque eso no existe, hay jugadores que han hecho cosas horribles y otros que han hecho cosas maravillosas. La idea era mostrar algo que todos hacemos desde la ventanita del jugador de fútbol en la cual todos participamos como hinchas, como foristas, como periodistas, como empresarios, como usuarios de las redes sociales. En el principio de la película la cámara es muy estática, el jugador casi no habla, casi no actúa, aunque todo pasa alrededor de él. Es muy opresivo, pero cuando el jugador empieza a accionar, a moverse por su deseo, la película cambia. Y el diálogo entre la primera y la segunda parte, esa suma de dos tonos y hasta de un cambio en el lenguaje, es lo que más nos interesaba.
En esa brecha aparece el personaje de Belén (Sofía Lara) que es fundamental en el despertar del protagonista.
Martín Barrenechea: Ella en la película no lo conoce, no le interesa el fútbol, el acercamiento que tienen es muy genuino, sin ningún tipo de interés. La función que le buscamos a Belén es la de una persona de la misma edad que el jugador que le muestra otra vida posible, una vida más libre, sin temor a equivocarse, lo que cualquier persona de 23 años tiene ganas de hacer.
Nicolás Branca: Ella toma un rol muy activo después, y el vínculo que se crea a partir de eso también nos resultaba interesante. También correrse de cualquier tipo de moralismo, rescatar el valor de lo romántico por sí mismo.
Rafael Spregelburd: Cuando el pibe le dice “vos no entendés nada”, ella le contesta algo así como “yo entiendo todo, entiendo todo pero no me importa”.
“Más allá de que el fútbol construye una metáfora muy poderosa por sus reglas, siempre es una representación bélica: es una batalla, es una guerra”. Rafael Spregelburd
¿Cuál es la importancia de hacer una película sobre fútbol?
Nicolás Branca: La construcción del Uruguay es a través del fútbol, es muy trascendente. La construcción de relatos a través de equipos de fútbol, de los grandes sobre todo, es algo a lo que estoy muy atento. Y si ese relato es negativo, repercute negativamente en la sociedad. Todo el proceso de [Óscar Washington] Tabárez, lo que hizo en la reconversión cultural, tiene un valor enorme. Lo ves en la valoración de los futbolistas, en el cambio de perfil. Se usó la metáfora del proceso para casi todo.
Rafael Spregelburd: Más allá de que el fútbol construye una metáfora muy poderosa por sus reglas, siempre es una representación bélica: es una batalla, es una guerra, una guerra que algunos pueblos pueden ganar. La identificación con una bandera, en el caso de Uruguay, es también parte del relato de emancipación. Aplastar al enemigo en fútbol está permitido, los goles se festejan, nos burlamos del perdedor, entonces es un relato perfecto para una conciencia popular. Nunca había tenido interés ni había jugado al fútbol hasta los 40 años, cuando me llamaron unos alemanes para que armara un equipo de dramaturgos para ir a jugar a una feria. Todo muy culto, pero nos cagamos a patadas. Autores alemanes contra dramaturgos argentinos fue un partido de vida o muerte, ahí entendí. Una locura todo. Hoy en día todos los martes a las diez de la mañana juego con mis amigos al fútbol y no puedo dejar de hacerlo, es muy divertido, es muy noble lo que está en juego, sobre todo cuando le quitás esa carga histórica, simbólica, pesada que es la que muy cómodamente puede adquirir cualquier espectador. El relato te permite decir “ganamos” cuando los que ganan son los 11 que están jugando, y decir “perdieron”. La construcción narrativa simbólica es extraordinaria, es la idea de la vida o la muerte. El día que hice un gol lo festejaron mis jugadores y los enemigos.
Nicolás Branca: Hay una anécdota de Jorge Luis Borges y Enrique Amorim...
Rafael Spregelburd: Dos delanteros extraordinarios...
Nicolás Branca: Resulta que fueron al estadio a ver un partido Uruguay-Argentina y consideraron que era una oportunidad para la caballerosidad, y Borges celebraba los goles de Uruguay y Amorim los de Argentina. Para ellos eso era lo que había que hacer.
Rafael Spregelburd: Si el fútbol es monstruoso, lo contrario del fútbol es todavía peor. Como yo no sabía nada, lo primero que me tuvieron que explicar de fútbol era el porqué del equilibrio, como la ley del offside, que es una matemática introducida en el juego para equilibrar las fuerzas. Ahora me están poniendo de cuatro, por suerte ahí siempre hay un dos que te dice “salimos, salimos”, entonces salgo.