El Campeonato del Sur nació en Florida en 1924. En esa instancia inicial y fermental, la final la jugaron a orillas del Santa Lucía Chico las selecciones de Florida y San José. Otra vez en Florida, otra vez cerca del Santa Lucía Chico, Florida y San José juegan la final del Campeonato del Sur de 2022.

El remozado estadio Campeones Olímpicos se muestra colmado, y con la expectativa de la gente, pero hay un detalle más que proyecta al futuro, y que asegura la presencia del fútbol del interior por unos cuantos años más: cuando sale la selección local, al momento de posar en el campo de juego, al plantel albirrojo lo acompañan 48 niños y niñas. Ellos y ellas son la simiente del mañana, sin metáfora, porque esos niños y niñas ya están pensando en jugar hoy, y jugar mañana, y seguramente piensan en los colores rojo y blanco porque están en Florida, pero lo mismo sucederá en San José, en Treinta y Tres, en Minas, en Rivera, en Tacuarembó.

¿Quién no ha tenido una media ilusión?

Pero volvamos al Campeones Olímpicos. Vayamos a la escalerita en medio de la tribuna, y a los jugadores saliendo entre la gente, y al cuento que nos hacía el abuelo de mi amigo. Cuando éramos niños, el abuelo nos contaba de una final, la final del mundo, decía. Nosotros de ninguna manera éramos un auditorio privilegiado de aquellos cuentos de otros tiempos. Queríamos jugar a la pelota, no importaba el sol, la siesta, ni el calor, y entonces escuchábamos increíblemente poco a aquel campeón del mundo. Él nos sentaba, nos frenaba, y hablaba de otros tiempos, de otros jugadores, de otro fútbol. Nos entretenía, pero nosotros queríamos ir a jugar. De esos cuentos, yo me quedé para siempre con una imagen, la de su valija –no tenían bolso ni mochila– cargando con sus botines, la gruesa camiseta frisada, el pantalón corto y las medias. Pero pasaron los años y las décadas y me quedó tatuada la idea, y el sentimiento que transmitía: “Cuando íbamos caminando rumbo a la cancha, sentía el peso de la valija, porque sentía que ahí iba el pueblo entero: mis padres, mis hermanas, mis vecinos, mis amigos. Ahí iba la ilusión, y los sueños de todos ellos”. Muchas veces, cuando la siesta se hacía eterna, y la hora del partido se estiraba eternamente, pensaba en el abuelo, en la camiseta, y en el peso del pueblo que lo acompañaba en la valija de entonces, en el bolso de ayer, en la mochila de hoy.

En el entretiempo, decenas de niños y niñas invaden el cuidado césped del Campeones Olímpicos, y en mil partidos a la vez atacan sobre el arco que da a Gallinal, sobre el que da a la vieja curtiembre, o el que imaginan ahí donde apenas minutos después van a completar la final del Sur, que es la del Mundo, 22 hombres que llevan sobre sus espaldas el peso de la ilusión del pueblo.

Lo clásico

Por mi condición de oriundo de la Piedra Alta, y fundamentalmente de futbolero, llevo décadas viendo partidos entre Florida y San José. No es necesario que institucionalmente sea una final. Son todas finales, desde aquella de 1924. Con 20, 30, 50 clásicos entre Florida y San José, es muy difícil que el aficionado espere otra cosa de lo que vio el domingo a la noche: un equipo recio, aguerrido, dejando absolutamente todo y más dentro de la cancha, pero sin más argumentos que el juego largo, fuerte, nacido en las bandas y con seria propensión al ollazo y a la carga, y otro de toque, rapidez concertada, punzante y de percepción estética agradable por su circulación de pelota cuando logra profundidad. Es más, podrían jugar sin camisetas y se sabría que el primero es Florida, y el segundo San José.

Vale chumbear

El partido fue arduo, intenso y completo, con extremos en que ambos colectivos pudieron llegar con compromiso y estirando sus mejores aptitudes a dar lo mejor que podían: Florida lo hizo en la primera parte en la que apabulló a San José jugando por banda, poniendo pelotas en el área y desequilibrando a la experiente defensa maragata, pero sin embargo no pudo llegar al gol. Fue inmenso el partido que hizo Florida en el tiempo inicial, con ataque, juego preciso y una gran concentración.

San José lo hizo en la segunda parte, con un juego fluido aplicado, justo, y promediando el complemento en dos minutos hizo los dos goles (a los 21´ Diego Torres, a los 23’ Mauro Portillo) con los que se definió el partido.

Hay un detalle que no se puede pasar por alto y habla de la optimización de planteles y estrategia por parte de los entrenadores. Mientras que Fernando Bruno desbordó la línea defensiva de San José colocando tres puntas, con los volantes laterales llegando por fuera, Gustavo Cabrera pegó un gran viraje en el juego maragato al colocar juntos en el inicio del segundo tiempo a Eduardo Chumbo Hernández, Mauro Portillo y Santiago Gáspari, que cambiaron por completo el juego de los visitantes. Es cierto que la tempranísima expulsión en los locales de Maximiliano Siré cambió por completo la ecuación del partido, pero fue tan impresionante el cambio de juego, que se podría pensar que Cabrera puso una oncena durante 45 minutos para absorber el inmenso y vital desgaste de Florida, y viró estratégicamente en la segunda parte con un aluvión de atacantes (también entró Gabriel Alayón), que pusieron en jaque a los floridenses, que, no obstante ello, tuvieron un par de claras situaciones de gol que podrían haber cambiado el rumbo del partido.

Fue una final estupenda, con los equipos dando todo de sí y redoblando esfuerzos para estar a la altura.

Ahora todo se habrá de decidir el domingo en el Casto Martínez Laguarda, donde se levantará la copa. El torneo se define únicamente por puntos. Los maragatos serán campeones si ganan o empatan, en tanto si ganan los floridenses habrá alargue que servirá como tercera instancia de definición. Si hay un ganador en el alargue, ese será el campeón, y si gana Florida, y empatan en el alargue, habrá definición por penales para ver quién da la vuelta olímpica.

Rivera ganó en Tacuarembó

La primera final del Litoral, con el gran clásico del Norte, se jugó en el Raúl Saturnino Goyenola de Tacuarembó ante una muy buena entrada y terminó con victoria visitante 1-0. Los celestes anotaron en el rebote de un tiro libre ya en los descuentos de la primera parte, cuando Cristian Fabricio Ferreira tomó el rebote casi en la línea y anotó el gol celeste.

Fue un partido de alta intensidad, que además representó la primera victoria en 16 años de Rivera como visitante en Tacuarembó.

Al igual que en las finales del Sur y del Este este partido de ida de la final que se define por puntos exclusivamente terminó con triunfo visitante, por lo que el fin de semana encontrará a los locales con la ventaja de ser campeones empatando o ganando.