Las selecciones mayores de San José y de Lavalleja ganaron las llaves semifinales de la Copa Nacional de Selecciones y en los próximos dos fines de semana, primero en San José y después en Minas, decidirán el título de mejor del interior.

El sábado San José eliminó por penales a Canelones, después de empatar por idéntico marcador al que una semana atrás habían conseguido en el Martínez Monegal de la capital canaria. Esta vez en el Martínez Laguarda josefino volvieron a empatar 1-1 en un apasionante encuentro que se decidió en la última jugada del partido cuando lo empataron los canarios, y después de una larga serie de penales con aciertos, atajadas y pelotas fuera del arco, los maragatos volvieron a meterse en una final del interior por primera vez desde 2007 cuando consiguieron su cuarta estrella al vencer a Paysandú.

El domingo en el Juan Antonio Lavalleja de Minas, Lavalleja ratificó con otra victoria ante Florida su condición de finalista. Los serranos ganaron 2-0 con dos anotaciones seguiditas en la segunda parte, y vuelven a las finales como cuatro ediciones atrás, cuando no pudieron con Durazno.

Lavalleja lleva dos estrellas sobre su camiseta como fruto de sus títulos de campeón en 1992, cuando en Florida derrotaron en tercer partido a la Colonia federada del Litoral con goles en el alargue -uno de ellos de su actual técnico Gerardo Cano-, y en 2009 cuando vencieron a Artigas, con un par de jugadores que ahora mismo vuelven a buscar alcanzar la copa, como el incansable Carlos Corbo y el gran goleador Andrés Berrueta.

La noche que no se repite

La noche que no se repite es una interesante película maragata de 2018. Sus atractivos, y el tenor de su misterio, es propio de nuestros pueblos, de San José de Mayo, donde se desarrolla, pero es tan canaria como si fuese de la propia ciudad de Canelones.

El sábado a la noche San José estaba fría, helada. Nadie por 25 de Mayo arrimándose al Club Social San José, el monumento histórico congelado por el tiempo. A 13 cuadras de allí, en el Casto Martínez Laguarda, se da un fenómeno extraordinario, en sus tribunas está tan frío como en la Plaza de los 33 Orientales, pero en el campo de juego la temperatura está altísima, porque el partido es un fuego.

La revancha entre San José-Canelones para buscar un lugar en la final fue realmente una maravilla de juego genuino de futbolistas que viven por el fútbol pero no viven del fútbol. Emoción e incidencias artesanales, corazones que latían fuerte, aciertos, errores, sueños. Todo de un lado para el otro. Canelones hizo un partidazo y seguramente sorprendió. En numerosas oportunidades estuvo por hacer ese gol que le diera el margen mínimo de la definición, pero sin embargo ya cerca del final del partido el interminable crack Pablo Cabrera anotó para los locales. Canelones siguió y siguió insistiendo y en el minuto 95, literalmente en la última jugada del partido, lo empató a través del goleador Facundo Camejo. En la larga serie de penales -tiraron ocho cada selección- venció San José, que en la estirada del coloniense arquero Mauricio Ruíz encontró la diferencia final para vencer 6-5.

El teatro de las sierras

Si en San José hacía frío el sábado de noche, no imaginan lo que era Minas el domingo. Pero claro, el frío era una cosa de termómetros y aparatos, porque las almas, las emociones estaban encendidas. Florida, que en un abrir y cerrar de ojos había perdido 4-1 en casa, iba por el milagro de revertir el resultado. Nada es imposible en el fútbol y menos cuando se intenta.

Los albirrojos hicieron un gran primer tiempo en campo local, pero se fueron al entretiempo sin haber vencido al golero carolino de los lavallejinos, Gastón Hernández. En la segunda parte Gerardo Cano dio ingreso en Lavalleja al goleador Pablo Andrich, que en 5 minutos recontra aseguró la clasificación a la final de los locales, y puso distancia final a las ilusiones de los floridenses. A los 5’ y a los 8’ de la segunda parte el goleador de Lito puso la diferencia absoluta en el partido y en el global.

Ahora se vienen dos finales divinas entre dos selecciones que allá por febrero, cuando todo empezaba, se habían calzado ya por juego, clase y jerarquía su camiseta de candidatos. No les quedó nada mal.