Carlos Bardakian es de esos superhéroes que durante el día tiene el traje de responsable de recursos humanos y gestión comercial de una fábrica de cables, y abajo, el outfit de periodista, que es parecido pero no es lo mismo, aunque haya ejes transversales, como la comunicación. El año del Mundial de Catar 2022 lo encuentra en una órbita personal que disfruta y siendo el comentarista principal de un ícono del relato futbolero, Javier Máximo Goñi. Cuando Carlos habla de los suyos, y eso involucra a la familia más cercana y a los consejeros y amigos con los que trabaja, se le nota en la mirada que lo sostienen. Y cuando se apasiona sobre el fútbol que lo habita, vuelve sus manos a la mesa y va partiendo el aire mientras habla del deterioro del fútbol nuestro, los porqués políticos y humanos, y las bellezas que en ese deterioro aún afloran en las canchas del país. Para hablar del oficio del comentarista, del contexto mundial del fútbol nuestro, de lo que dejó el Maestro Tabárez y de lo que trajo Diego Alonso, Carlos Bardakian colgó la capa en la silla y se sentó a la mesa con Garra, en esta saga de comentaristas deportivos.

¿Qué le hace falta al oficio de los comentaristas, o qué es necesario que suceda con los comentaristas nuevos que aparecen?

Nosotros hacemos nuestro trabajo para la audiencia. La audiencia es la que juzga, la que elige, y hay diferentes gustos. Hay campo para todo. Creo que en este país, al hablar de fútbol falta hablar de cuestiones técnicas, tácticas, pero es que muchas veces vende más una polémica mediática que discutir sobre temas más precisos. Mi comentario apunta a ser analítico desde lo futbolístico. Primero está el análisis, explicarle al oyente qué es lo que estamos viendo, por qué pasó eso y qué podría haber pasado; pero no desde el “yo hubiera hecho” o desde el “tendría que haber hecho”. Me siento plenamente identificado con un audio de César Luis Menotti que dice “vos no podrías poner ni sacar a nadie porque vos no sos técnico, sos periodista, sos comentarista, sos entrevistador”. En todo caso decís “el partido está teniendo estas cuestiones”, o “el técnico eligió superponer tres jugadores de características muy similares en el mediocampo, que en función de ese estilo hace el juego más lento y falto de dinámica, cuando está queriendo trabajar en la recuperación pero no tiene salida, y eso pasa porque hay un desequilibrio en la elección de los jugadores; podría ser más conveniente que entre este jugador, que tiene tal característica que le puede dar lo que está buscando”. Prudencia y respeto por la persona que trabaja, lo que no implica no criticar, o no decir que se puede haber equivocado en esto o lo otro. Agudo sí, crítico también, pero siempre desde el respeto.

¿Cómo se ha ido puliendo en vos la lectura del juego?

Antes podíamos ir y hablar directamente con los jugadores después del partido, los vestuaristas entraban a los vestuarios sin problema. Todo eso ha ido cambiando, la comunicación se hace más dificultosa. Pero trabajé con el mejor comentarista de radio de todos los tiempos, que es el Cacho [Raúl] Barizzoni, que tenía una capacidad de expresión, de síntesis, de vocalización, de decir lo justo, o de anticipar las jugadas. He pedido grabaciones de él para escucharlo. Cuando pasé a ser comentarista, Goñi me dio muchos consejos, y también me he respaldado mucho en Eduardo Rivas, que muy generosamente me ha dicho cosas, me ha dado pautas que son fundamentales. Y después, viendo fútbol, escuchando, mirando y tratando de aprender.

¿De qué manera influye en tu comentario el entorno institucional político de los medios en los que trabajás?

Yo trabajo para Goñi y para Radio Oriental, pero tengo mi opinión formada. Se da algo muy curioso, que es un paralelismo en el fútbol como en el país: hay una división clara y hay una grieta instalada, con dos visiones distintas de la realidad, ya sea en políticas nacionales, partidarias o clubistas, y eso no es ajeno al fútbol, donde también hay una división, donde está Tenfield de un lado y jugadores, o gran parte de los jugadores, del otro lado. Si tengo que criticar algo de los jugadores, lo voy a hacer; si tengo que criticar algo vinculado a Tenfield, también lo he hecho. Si hay algo que me han dado es independencia de opinión, jamás me han cercenado un comentario, ninguna opinión y ninguna visión. Sí creo que esta división y esta pelea, que tiene un fondo comercial y económico más allá de los valores morales y éticos, termina siendo una pelea de jugadores contra jugadores o de exjugadores contra exjugadores, y eso le hace muy mal al fútbol, se va desangrando con esa lucha de poderes. Hay un enceguecimiento: uno tiene que borrar al otro y esto es la guerra y todo es válido.

¿En algún momento el fútbol uruguayo evolucionó, o seguimos en la misma de siempre?

El deterioro se traslada a través de los años. Hay mucha conveniencia política y todo está sujeto a eso. Pero, ¿quién se anima a tomar la sartén por el mango? A veces hasta se impulsa a equipos que están fundidos a que vuelvan, ¿a dónde? ¿Para qué? ¿Para que tenga un voto para que yo gane y para que los derechos vayan para mí y no para el otro? La excusa son los derechos de TV. Cuando se vendieron los derechos de la Eliminatoria, los jugadores no querían a Tenfield y el ejecutivo quedó haciendo equilibrio, porque Ignacio Alonso es lo que es, un gran equilibrista, siempre trata de ajustar para seguir, pero es imposible gobernar así. Si vamos a la guerra nos vamos a destruir todos, así que alguno tiene que tener un acto de grandeza y decir ‘ya está’, y negociar. Cuando asumió Álvaro Rivero en la Mesa Ejecutiva llegó con un manual de competencia que establecía pautas, y no todas las pautas tienen que ver con la plata: que te construyan una cabina digna no es plata, un baño en condiciones ¿es plata, es voluntad, o es parte de una cultura? Alguien tiene que regular, y el órgano regulador es la Asociación Uruguaya de Fútbol. Porque estamos enquistados en la lucha de las partes... ¿y entre tanto, los que estamos en el medio?

“No me afilio a ninguno de los dos bandos, pro Tabárez o anti Tabárez, o pro Alonso y anti Alonso, no hay necesidad de despreciar lo anterior o de ignorarlo para destacar lo nuevo, tiene que haber una continuidad”.

¿Te gusta el fútbol uruguayo?

Sí, el fútbol uruguayo es muy particular. Primero, no juega cualquiera en el fútbol uruguayo. Aunque si sos como Paulo Silas jugás en cualquier terreno. Pero hasta por un tema de población es impronosticable el fútbol uruguayo. Todo se ha emparejado, y creo en la honestidad y la competitividad del futbolista uruguayo. Puede estar en el fondo de la tabla, pasando las penurias más grandes, y va y juega con la gallardía del que está peleando el campeonato. Entonces, sigue siendo muy interesante y siguen surgiendo grandes jugadores. Darwin Núñez es una muestra de ello.

¿Cómo visualizás a Uruguay en el Mundial en este nuevo contexto de Diego Alonso como técnico?

[Óscar] Tabárez no se fue como se tendría que haber ido, su salida no se refleja con el cambio cultural que promovió. Que además logró abstraerse de las redecillas políticas, creó una burbuja, le dio sentido de pertenencia, la palabra ‘respeto’ fue su bandera; los niños que antes se ponían camisetas de equipos o de selecciones extranjeras se sintieron identificados con Uruguay, sus ídolos eran los jugadores uruguayos. Logró instalar a Uruguay en el concierto mundial, y no hablo sólo de resultados, sino también de identidad y de cultura. Todo eso se lo dio Tabárez. Es cierto que el equipo no estaba funcionando, no es verificable empíricamente qué hubiera pasado si seguía Tabárez. También creo que Tabárez fue muy hermético en este proceso de cambio; podría haberle dado la posibilidad a quien él veía como posible sucesor. Sería perverso que se pierda el proceso de institucionalización de la selección. A Diego Alonso siempre lo identifiqué como una persona empecinada con el trabajo, muy profesional, riguroso, convencido, pero no pensé que iba a lograr esto en tan poco tiempo. Francamente no pensé que iba no sólo ganar los cuatro partidos consecutivos, sino también lograr el convencimiento de los jugadores, que asumieron la idea y la defienden. Se ve en la cancha.

¿Te ilusiona el equipo?

Me ilusiona el equipo del Tornado Alonso, aunque también estoy muy preocupado, porque tenemos un mediocampo de élite a nivel mundial, en la zaga estamos bien y tenemos grandes arqueros, pero el recambio arriba no se ha dado espontáneamente. [Luis] Suárez y [Edinson] Cavani tienen 35 años, quedan cuatro meses de competencia y tienen que tener continuidad. Por una cuestión natural no van a ser el Suárez y Cavani de Rusia o de Brasil. Creo que es hora de que Darwin Núñez se sienta titular, que asuma esa responsabilidad, que no esté condicionado a que está con Suárez o con Cavani; que tome las decisiones de un líder de ataque, que es lo que nos falta arriba.

¿Cuál sería el éxito para Alonso?

Si Diego Alonso no logra mantener y mejorar todo lo que se hizo en estos 15 años sería un fracaso. Eso debe ser parte del éxito. No me afilio a ninguno de los dos bandos, pro Tabárez o anti Tabárez, o pro Alonso y anti Alonso, no hay necesidad de despreciar lo anterior o de ignorarlo para destacar lo nuevo, tiene que haber una continuidad. Es muy importante que los jugadores sigan cargando los bolsos, que tengan la misma humildad y el mismo respeto, y que sigan siendo competitivos. Desde su discurso, Diego Alonso va a ganar el Mundial, ese fue el mensaje. Puede parecer ambicioso, o no tan real, que estemos hablando de las penurias del fútbol uruguayo y que Alonso diga que quiere ser campeón del mundo. Si no nos ubicamos dentro de la lógica, o faltamos a la verdad o tenemos una realidad paralela. Lo que espero es que Uruguay sea competitivo, que pase la fase de grupos y que siga alimentando la ilusión de la gente. Pero que no pierda los valores que se han adquirido en este tiempo.