Hace tres años que un grupo de remeros uruguayos viene a empaparse de remo en el río Miño, en la localidad gallega de Tui, más precisamente en el Centro Interfederado de Remo y Piragüismo, hasta donde llegó la diaria. En esta temporada lo hicieron en pleno período de competencia. Entrenar en Tui, competir en algún lugar de Europa, y volver a los entrenamientos. Así completaron cuatro remeros, Felipe Klüver, Bruno Cetraro, Martín Zócalo y Leandro Rodas, las tres etapas de la Copa del Mundo, mientras que el grueso de la delegación estuvo hace algunas semanas en el Campeonato Mundial sub 23, en el que Klüver se consagró campeón.

La distancia

Una concentración deportiva es un espacio desafiante para el cuerpo, pero también para la mente. “Estar acá tres meses no es nada fácil”, dice Nicole Yarzón, que al igual que Felipe estuvo en el Mundial sub 23, “pero es lo ideal para entrenar porque estás concentrada literalmente en lo que estás haciendo”, cuenta. Eso implica tener presente un objetivo y poder hacerlo de lleno: “Acá es todos los días el agua y las pesas; en tu casa a veces te distraés”. Nicole creció en Canadá, pero es hija de un uruguayo, y, junto con Eric Seawright, hijo de madre uruguaya, se incorporaron ya hace algunas temporadas a la selección.

“Tenés dos opciones: bajar la cabeza y decir ‘no estoy para esto’, o ponerte más fuerte y salir a buscar la medalla en la próxima”. Martín Zócalo

Tatiana Seijas nació en Paysandú. Rema desde hace diez años y generalmente lo hacía sola en el Club de Remeros de su ciudad, porque hasta el año pasado no había más mujeres para conformar botes colectivos ahí. Es la primera vez que está en Tui: “Es una experiencia muy buena. Hay mucho crecimiento deportivo y personal. En el Mundial [sub 23] se vio que todo lo que hemos hecho acá está dando frutos”, repasa luego de haber sido finalista junto a Paulina Centurión: “Fuimos las primeras mujeres uruguayas en clasificar a una final A [en un Mundial a cualquier nivel]. No hay palabras para describir lo que se sintió. Una felicidad enorme, fue increíble”.

Momentos como ese no se repiten todos los días, son el fruto, al decir de Tatiana, quien también asegura que el remo “es como un amor, pero un amor medio raro, porque duele”. En su experiencia, le afecta mucho física y mentalmente, incluso ha debido dejar de remar por lesiones, y, sin remar, siente un vacío muy grande: “Me ha afectado mucho, te sentís incompleta”.

Nicole Yarzón, en el río Miño.

Nicole Yarzón, en el río Miño.

Foto: Facundo Castro

El agua

El nombre Felipe Klüver viene de Mercedes y tiene el eco de los nombres del momento. Ya no se pasa por alto, debido a la trascendencia que el éxito deportivo tiene. Pero a él no le gusta el ruido, ni la urgencia, su espacio ideal de trabajo tiene otra cadencia, y sumergido en la niebla una mañana de verano pone su foco en la tarea. Revela el goce: “Se disfruta muchísimo la tranquilidad que hay acá para entrenar, la naturaleza, el río, ir siempre con un bote al lado peleando, intentando dar tu máximo”. Dice que muchas veces, cuando está a más de 200 pulsaciones por minuto y va poniendo en cada remada el máximo esfuerzo, incluso mientras el cansancio se pone pesado, “sentir el agua correr por abajo es algo increíble”.

“Estando acá podemos entrenar todos juntos y la competitividad en cada entrenamiento es lo que te ayuda a mejorar”, afirma el montevideano Bruno Cetraro, la otra pieza de la gesta Tokio 2021. Un año después, Felipe es campeón mundial sub 23, estuvo en las tres finales de Copa del Mundo, y al igual que Bruno, finalista en una de las etapas, ganaron allí una medalla de bronce cada uno. Lo hicieron en el single peso ligero, aunque seguirán soñando juntos, con el doble par peso ligero.

“Mi objetivo no es sólo la medalla en París. Mi objetivo es ser el mejor, y para eso hay que dar pasos todos los días, porque si no te vas quedando”, dice Bruno. En el ambiente de la concentración, esa motivación se contagia. Osvaldo Borchi es un entrenador de remeros metedores, aguantadores. Queda claro que, en su prédica, el remo es para los que sufren y, sobre todo, de los que saben sufrir de esa manera, entregándose al máximo en su esfuerzo.

“Tenés dos opciones: bajar la cabeza y decir ‘no estoy para esto’, o ponerte más fuerte y salir a buscar la medalla en la próxima”. Martín Zócalo

La cabeza

Martín Zócalo está ahí, queriendo ser el próximo. Quiso serlo en el preolímpico de 2021, cuando consiguió en single una plaza clasificatoria a Tokio. Su sueño olímpico se frustró un rato después, porque sólo iría el bote uruguayo mejor clasificado en su prueba, y el doble par ligero terminó llevándose la victoria. Este año también estuvo en las Copas del Mundo y cumplió, junto a Leandro Rodas, con el objetivo de ser finalista en el Mundial sub 23, pero el bronce se quedó a 12 centésimas de segundo. “Dolió, pero el bote está ahí, anda, y ya van a llegar los resultados”, asegura. Su deseo es llegar a París 2024 junto a Rodas, clasificando en el Mundial absoluto del próximo año. Hasta ahora se ha subido a podios regionales, en Panamericanos y Sudamericanos, pero está para más. Los casi-casi de este año no lo achican: “Tenés dos opciones: bajar la cabeza y decir ‘no estoy para esto’, o ponerte más fuerte y salir a buscar la medalla en la próxima”.

Martín Zócalo, Leandro Rodas, Eric Seawright y Joaquín Vázquez.

Martín Zócalo, Leandro Rodas, Eric Seawright y Joaquín Vázquez.

Foto: Facundo Castro

Él elige la segunda, por eso está ahí. Zócalo lo vive a diario. “Vos acá estás entrenando con los gurises y tirás una cancha y ganás, tirás otra y perdés. Estás ahí. Y cuando vas a competir afuera y los resultados están, quiere decir que vamos bien y te sigue motivando a darle duro”, insiste. Están enchufados a 220 por su deseo, por sus sueños, lo transmiten y lo resaltan, así lo viven. Parte de su proceso ha sido creer que sus sueños –la final olímpica, un podio, un título mundial– son posibles.

Lancha y cabeza

“Todo empieza en la cabeza de Osvaldo”, dice Seijas. “Él te va metiendo la idea, todos los días, y llega un punto en que ya te la empezás a creer. Más el entrenamiento y el esfuerzo, y las ganas, que creo que son lo más importante, vas sumando”, concluye. “Con Osvaldo siempre es a ganar”, afirma Klüver, que define: “Teníamos en la cabeza que teníamos los tiempos para pelear el oro. Cuando pasamos los 500 metros me puse en la cabeza que iba a ser campeón del mundo y salí a buscar eso. Los primeros 500 son un poco el déficit, donde se nos van. Pasé segundo, un metro atrás del primero, y sabía que en lo que quedaba era muy superior a los demás. Había que ir a buscar la punta y se demostró”.

“Uno en el entrenamiento sale y da lo mejor, pero el día de la competencia uno tiene la obligación de que sea su mejor día, y eso puede jugar en contra”, dice Cetraro. Con las experiencias que van acumulando, van aprendiendo. A Felipe no le jugó en contra, y a él tampoco cuando ganó el bronce en la Copa del Mundo.

“Nos falta muchísimo para mejorar, y te da para seguir soñando de que se puede llegar a un nivel máximo para París”, dice Felipe con una medalla entre ceja y ceja.

El entrenador pone lo suyo: un contacto en España, su trabajo diario y su conocimiento del camino a los buenos resultados, aunque la responsabilidad la tienen los que compiten. “Por más que Osvaldo sea un gran motivador, si uno no hace las cosas, no va a llegar a ningún lado”, dice Cetraro asumiendo la carga, y a la vez subraya que “cada uno es libre de hacer lo que quiera. Osvaldo no está arriba de nosotros para hacernos cumplir con todo”.

Tatiana Seijas y Romina Cetraro.

Tatiana Seijas y Romina Cetraro.

Foto: Facundo Castro

Es cierto, a bordo de la lancha con Borchi apenas se llega a ver un bote. La niebla esconde a todos los demás, y los kilómetros de río hacen su trabajo. No se puede estar encima de todos. A motor, se le puede seguir el ritmo a una embarcación; a los gritos llegan las correcciones, buscando sonar más fuerte que el vehículo. Hecho el trabajo, recibidas las correcciones y apreciadas las mejoras, Osvaldo pone otro rumbo y se va en busca de alguien más.

Podrían entrenar fuerte sólo cuando viene, robársela. Posiblemente algún día que otro lo hagan o lo hayan hecho. Pero la idea de no hacerse trampa al solitario es la verdadera construcción en la identidad de este grupo. La competencia interna moldea la necesidad de entrenar para conservar, primero que nada, el lugar de mejor de los nuestros, y luego de eso, el mejor en la competencia que toque contra los otros.

Si la lancha se aleja y la frecuencia de remadas baja, si la intensidad del trabajo se pierde, el primer perjudicado será el individuo, porque comenzará a ser opacado por sus compañeros. Cuando en un grupo con estas condiciones de trabajo empiezan a aparecer campeones sudamericanos y talentos comprobados en instancias juveniles y absolutas, es cuando sabemos que nadie la deja ahí, que cuando la lancha se aleja, las remadas no aflojan, y eso les permite no sólo ganarse entre ellos, también ganarles a los demás.

Lo ideal

Un oro panamericano, unos finalistas olímpicos y un título mundial juvenil provienen del mismo programa de entrenamiento en el que cada integrante del grupo rema. La sensación de que el sueño es posible para otros aumenta. Se genera ese clima en donde el esfuerzo está a punto caramelo, porque es inducido, no es obligado. Es una elección constante y cotidiana –guiada por sus deseos–, la de prepararse de la mejor manera que esté a su alcance. Es un trabajo cooperativo, en que todos tienen lo suyo para aportar. Un entrenador, 14 remeros, una federación que lo hace posible. Esa cooperación les da resultados a todos, al poder desarrollar su amor por la disciplina, dedicándole sus historias de vida, sus horas de vida. Las dedican los seleccionados, las dedica Osvaldo Borchi y también Fernando Ucha, el presidente de la federación. Entre todos, conocen el valor de una concentración de meses en el exterior, con competencias de primer nivel, y nuevos logros dentro del equipo. Todos ponen su parte.

Las siete remeras uruguayas entrenando a bordo de un ocho con timonel, acompañadas por la tudense Carlota Gonzalez.

Las siete remeras uruguayas entrenando a bordo de un ocho con timonel, acompañadas por la tudense Carlota Gonzalez.

Foto: Facundo Castro

El remo es, además, un deporte con múltiples pruebas y combinaciones de barcos. El éxito, si bien acotado, está disponible en varias formas. Todos quieren destacar dentro de la selección, pero no todos quieren destacar en las mismas pruebas; no hay una sola opción. La competitividad es la rutina del día a día para buscar mejorar. Competencia en la cooperación: la exigencia depende de todos, y cuanto mejor lo haga cada uno, mejor será para el equipo.

Bruno Cetraro se imagina el escenario y lo expresa: “Lo ideal es tener a personas que tengan el mismo objetivo, para que vayan todos cinchando para el mismo lado”. Así es como sucede, durante las últimas tres temporadas, para un grupo de uruguayos, entre nuestras aguas y las aguas del río Miño.

Bruno Cetraro.

Bruno Cetraro.

Foto: Facundo Castro

Los 14 uruguayos en Tui

Mujeres
Ynella Aires
Cloe Callorda
Paulina Centurión
Romina Cetraro
Yuliana Etchebarne
Tatiana Seijas
Nicole Yarzón
(*) Zoe Acosta estuvo solamente las dos semanas previas al Mundial sub 23

Hombres
Bruno Cetraro
Felipe García
Felipe Klüver
Leandro Rodas
Eric Seawright
Joaquín Vázquez
Martín Zócalo

Facundo Castro, desde España.