El lamentable hecho acaeció el jueves sobre la medianoche, cuando un iracundo enjambre de mosquitos arremetió contra las aberturas desprovistas de mosquiteros del banco de sangre Bram Stoker y vació el hemático tesoro. El episodio forma parte de una sucesión de infortunios producto de la invasión de mosquitos por la que atraviesa Montevideo.

“Esto ya no da para más: el otro día, unos mosquitos le robaron la cartera llena de morcillas a una señora; el jueves, el banco de sangre; hoy, los veo fumando droga en la plaza... ¡hay que hacer algo, señor Bonomi!”, declaró, exaltado, un almacenero de las inmediaciones del banco asaltado, quien prefirió permanecer en el anonimato “por miedo a que no me dejen dormir zumbándome en la cabeza toda la noche”.

Desde filas del animalismo aparentemente naïve pero proclive al ecofascismo perista se ha llamado a los uruguayos a “no estigmatizar” a la población mosquita, denunciando que “se está llevando a cabo un mosquiticidio de dimensiones monstruosas”. Militantes por los derechos de los animales llaman a deshacerse de todo frasco de repelente y a dejarse picar por los insectos, acto que consideran de armonía y afecto para con la Madre Natura.

Su convocatoria fracasó rotundamente: la respuesta ha consistido en más palmadas mosquiticidas y en mayor violencia a la hora de putear luego de ser picado salvajemente.