La vida de Óscar Washington Tabárez cambió radicalmente: tras 15 años de ser el entrenador de la selección uruguaya de fútbol, hace un mes que pasó a la inactividad. Sin mayores hobbies a los que dedicar su tiempo, y tras una pausa de reflexión en la que disfrutó de su familia, resolvió despuntar viejos vicios.

“Se hizo cuatro amigos imaginarios, los puso de periodistas, les dio una conferencia de prensa y los soreteó dos horas seguidas”, aseguraron desde el entorno del orientador táctico fuentes que prefirieron que su identidad permaneciera reservada. Las fuentes consultadas agregaron que “les va cambiando los nombres: les dice Juan Carlos, Máximo, Alberto, Federico, Martín, Rodrigo y hasta Rómulo, según sus necesidades y según cómo esté de humor ese día”.

“Si vos le preguntás, te lo va a negar, pero creenos que es así; nosotros, a veces, lo vemos como algo positivo porque lo mantiene vigente, pero otras veces, y no te vamos a mentir, nos preocupa, creemos que es un poco mucho, por él y por los amigos imaginarios, que son re buena onda pero ni así zafan”, insistieron, para luego concluir que “en una de esas recurriremos a ayuda profesional; claramente, la situación excede nuestro conocimiento, nuestra sapiencia, nuestras capacidades y lo que se te ocurra, sencillamente nos excede”.

La Asociación Uruguaya de Fútbol declinó toda responsabilidad en estos incidentes, a los que calificó de rumores, y puso un manto de duda sobre la versión hecha circular por los allegados del Maestro: “Desde 2006 que los fumamos, ya está, que no encajen más, son una máquina de tirar fruta; Celso, el profe, Mario... Ya está, en serio, que suelten, que se tatúen ‘soltar’ y que suelten”, reclamó un vocero del ente rector del balompié oriental.