El experimento de la Superliga Europea, una competición por fuera de la UEFA (y, por consiguiente, de la FIFA) de 12 de los clubes europeos más importantes, fue abortado a los pocos días de haber comenzado. Tras recibir amenazas de represalias por parte de las autoridades del fútbol europeo y mundial, los clubes rebeldes decidieron dar marcha atrás. Pero si bien la crisis se considera superada, los presidentes y dueños que encabezaron el intento por independizarse de la FIFA decidieron cambiar sus nombres y esconderse en algún rincón apartado del planeta. Uno de ellos reconoció que “todo este asunto fue un error de cálculo. Nos olvidamos de que la FIFA es una organización con códigos rigurosos, funcionamiento poco transparente y, sobre todo, que no olvida fácilmente. En mi caso tengo familia e hijos, y no quiero ponerlos en peligro”.

Por otra parte, el propietario de un club inglés contó que tanto él como sus compañeros en esta aventura están considerando someterse a una cirugía plástica que cambie radicalmente sus rostros y les permita ocultarse mejor. “Si fuera la mafia siciliana o la rusa a lo mejor con cambiarse el nombre y mudarse a alguna isla remota en el océano Pacífico alcanzaba. Pero estamos hablando de la FIFA. Esa gente es poderosa, fría e inmisericorde. La única opción que tenemos para mantenernos a salvo es ocultarnos lo más posible y no volver a asomar la nariz por el resto de nuestras vidas”.