Miedo, indignación, terror: he ahí las sensaciones que reinan en la capital de Afganistán, luego de que los nuevos amos del país prohibieran comer mandarinas al sol. Analistas expertos en interpretar el Corán como se les cante buscan una posible razón de ser de la medida entre los miles de páginas del libro sagrado del islam, todavía sin éxito.

Mientras tanto, tuiteros de todo el mundo han expresado su solidaridad con el pueblo afgano, al tiempo que en más de 20 ciudades de distintos puntos del orbe se organizaron jornadas masivas de ingesta de mandarinas al sol, a modo de protesta.

El debate sobre la polémica iniciativa llegó hasta el Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas, que se reunió de urgencia a tal efecto. Jerarcas militares de la Organización del Tratado del Atlántico Norte, por su parte, barajan la posibilidad de otra intervención en el país asiático. Finalmente, organizaciones no gubernamentales pacifistas denuncian al “lobby del cítrico” como responsable de la escalada de tensión.