Francisco Bustillo no ha pasado desapercibido. Desde que asumió su cargo de canciller de la República Oriental del Uruguay, ha destacado en la prensa por sus errores en comparecencias ante la Organización de los Estados Americanos, por gastos excesivos en almuerzos y por traslados particulares en autos oficiales.

Así, se ha vuelto objeto de estudio: “Está al caer, eh... Lo siento, lo percibo, es cuestión de horas, de días a reventar”, aventuró Ernestor Telavi, investigador grado 5 de la Cátedra de Ciencia Política de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de la República. “Yo, para mí, pienso de que va a meter a un sobrino en un pase en comisión, o capaz que se hace un baño en el despacho, como [Enrique] Pintado, onda jacuzzi, con sales minerales, ¡full equip, eh”, agregó el docente.

Fuentes cercanas al jefe de la diplomacia uruguaya juran que “una de las bromas preferidas en su despacho es cuando pregunta ‘¿me abrís este mercado?’, un asesor responde ‘¿qué mercado?’ y él remata con un ‘¡el que tengo acá colgado!’”. Para las consultadas, es un “inefable”.