Como era de prever, la victoria de Giorgia Meloni en las elecciones de Italia, que la dejan como casi segura primera ministra, encendió varias luces de alarma en la Unión Europea. Sus posturas antiimigración y antiderechos, sumadas a su férreo tradicionalismo, hacen que desde varios ámbitos la definan como “peligrosa”. Pero Meloni asegura que estos señalamientos son “exagerados y malintencionados”. “Ahora cualquiera que se manifieste en contra de la izquierda globalista es un fascista. Yo no tengo nada de fascista. Me llaman así simplemente por ser la heredera política de Mussolini. Creo que es algo completamente injusto”. Meloni dijo que, a pesar de las críticas, ella está segura de que las personas que la apoyan “no se van a creer esa mentira de que soy una fascista”. “Los católicos, los italianos de buena familia, los jóvenes dispuestos a incendiar a un inmigrante desahuciado que duerme en la calle, los industriales capaces de pedirle una mano del gobierno para exterminar a los sindicalistas, todos ellos saben que yo no soy fascista. Con eso me alcanza y me sobra”.

De luto: “La muerte de los migrantes que quieren llegar a nuestras costas me afecta mucho. De hecho, todo mi gabinete y yo nos vamos a vestir de rigurosa camisa negra a modo de luto”. Giorgia Meloni, política no fascista.