El avance de los dispositivos electrónicos como celulares, laptops y tablets viene provocando una baja sostenida en la venta de las tradicionales agendas que se comercializan cuando se acerca un nuevo año. Pero el sector se enfrenta a un obstáculo mayor que las nuevas tecnologías: el año 2030. Según explicó el propietario de una fábrica de agendas, “hay dos cosas que nos preocupan. En primer lugar, que los lugares en donde se vendan las agendas 2030 sean objeto de atentados por parte de conspiranoicos, pero también nos preocupa que los propios compradores sufran atentados por parte del antiagendismo. Si eso pasa, la gente va a empezar a tener miedo de andar con una agenda 2030. Y con razón, porque esa gente no está muy bien de la cabeza. Va a ser un año complicado para el sector. De hecho, estamos considerando seriamente la posibilidad de tomarnos un año sabático y volver en 2031”.
El aviso: “No tenemos nada que ver con Soros. No somos agendistas en ese sentido. Por favor, dejen de enviarnos amenazas de muerte”. Imagen de portada en redes sociales de un fabricante de agendas.