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En un conflicto pautado por un uso inédito de los drones y por el regreso del miedo a las armas atómicas, la realidad muestra cómo los ejércitos utilizan la violencia sexual como arma de guerra. A la vez, las sanciones occidentales han sido incapaces de dañar de forma contundente a Rusia, mientras que Europa se perjudica a sí misma. La izquierda, por su parte, parece haber olvidado su tradición antibélica y asiste atónita a una realidad que la supera.