Esta no es la historia del Establecimiento Militar de Reclusión Femenina N° 1, de Paso de los Toros. Es, en cambio, la historia de “Paso Toro”. Un lugar creado por las presas políticas como espacio de resistencia. No extraña, entonces, que más que la violencia de las carceleras se recoja el tejido de solidaridad que permitió habitar lo inhabitable. Las fintas para eludir el control, las manualidades, los acuerdos para hacer más llevadero el hecho de tener que vivir en común las necesidades íntimas, los partidos de vóleibol. Lo otro –la llegada, las requisas, el traslado años después a Punta de Rieles– se recuerda por retazos, armando un relato colectivo con fragmentos de olvidos individuales. Por eso lo más seguro pasa a ser lo onírico –una pesadilla, una carta que se escribe al compañero sentimental que está preso en otro penal y que se tira por las cloacas como imposible botella al mar carcelaria– y el humor.

Los juegos de palabras con los nombres, la capacidad de reírse de lo que las guardianas creen hacer como gesto de deshumanización (como cuando encierran en los armarios de una consigna de equipajes de la estación central de trenes a dos reclusas que están trasladando). Tras los testimonios de exinternas aparecen voces de familiares. En especial de los hijos que entonces eran niños y que hoy, con sus recuerdos de alegría más que de pesar por aquellas visitas de la infancia, prueban que la resistencia fue cosa coral, como este libro.

Varias autoras. Fin de Siglo, 2022 (4ª edición). 261 páginas. 650 pesos.