¿Provocará la guerra en Ucrania una inmensa crisis alimentaria mundial? La pregunta está planteada desde el comienzo de la invasión rusa. Con el precio del trigo por encima de su “barrera psicológica”, Moscú se reorienta al “rearme agrícola” y Kiev hace lo (poco) que puede. Mientras Estados Unidos busca una difícil oportunidad, India emerge como actor inesperado.

La cotización del trigo blando en el Chicago Mercantile Exchange –una de las plazas de referencia para los contratos cerealeros– pasó de los 275 euros por tonelada, en que se situaba el 1° de enero, a superar el umbral simbólico de los 400 euros en abril. En todos los mercados a término donde se intercambian productos cerealeros los índices de volatilidad de los precios están en su nivel más alto (y en una misma sesión la cotización fluctúa a merced de las novedades que llegan desde el frente y del avance de las negociaciones entre las partes beligerantes). A nivel más general, según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), el índice de los precios de los productos alimentarios alcanzó su nivel más alto, desde su creación en 1990, a causa de la inflación que atañe a los cereales y los aceites vegetales.1 Para comprender las razones de esta explosión hay que examinar las características del comercio mundial de trigo, cereal consumido desde la Antigüedad por la casi totalidad de la humanidad bajo diferentes formas de alimentos esenciales: pan, pastas, etcétera.

Desde hace algunos años el planeta produce en promedio entre 780 y 800 millones de toneladas de este cereal, contra 600 millones en el año 2000.2 Los productores siguen siendo muy numerosos, pero pocos son capaces de acompañar el crecimiento del consumo liberando los excedentes para exportar una parte de ellos con destino a países que no son autosuficientes. En promedio, teniendo en cuenta los episodios climáticos que se registran aquí y allí (sequías, inundaciones), que generan cosechas escasas o de mala calidad, los intercambios mundiales alcanzan entre 200 y 230 millones de toneladas. Al contribuir Rusia y Ucrania hasta en un tercio de los intercambios, se comprende, entonces, el nerviosismo de los importadores. Desde el comienzo del conflicto, seis millones de toneladas de trigo ucraniano fueron bloqueadas en los puertos de Mikolaiv, Odesa y Mariúpol, y hay un alto riesgo de que se pudran. Para Kiev, quinto exportador mundial, es imposible que sus cargamentos transiten por el Mar Negro, que está en el centro del conflicto. Aun ante la perspectiva de un período de calma o de una tregua que permita a los buques ser cargados, las primas de seguros aumentaron de 20% a 30%, lo que tornará más onerosa la factura presentada a los compradores.

Rusia, primer exportador mundial (18%), por delante de Estados Unidos en 2021, enfrenta menores impedimentos para cumplir, pero las sanciones impuestas por los occidentales restringen sus salidas y su exclusión del sistema financiero complica la situación de los pagos. Al mismo tiempo, a mediados de marzo, Moscú sembró el pánico en las plazas financieras al anunciar restricciones de sus ventas con destino a sus socios de la Unión Económica Euroasiática (UEE). Al decidir vender menos trigo a Armenia, Bielorrusia, Kazajistán y Kirguizistán –países que, sin embargo, están lejos de criticar su ofensiva en Ucrania–, Rusia da a entender que está constituyendo stocks estratégicos para sus propias necesidades ante la perspectiva de un conflicto largo. “Es como si Arabia Saudita anunciara súbitamente que reduce sus ventas de oro negro”, resumió Ali Fahmi, un corredor de materias primas situado en el Golfo.

“Rearme agrícola”

Rusia y Ucrania no son solamente grandes exportadores. Más allá de la relevancia de su participación en los mercados, tienen sobre todo la capacidad de aumentar rápidamente sus producciones para suplir eventuales deficiencias en otros lugares del mundo sin afectar su mercado interior. Ucrania, verdadero “granero de Europa” con sus tierras negras fértiles (41,5 millones de hectáreas de superficie agrícola útil), vende actualmente 74% de su producción de trigo. Desde hace veinte años esa tasa no deja de aumentar (era 60% al comienzo de los años 2000), al haber decidido Kiev imponerse en el mercado mundial y buscar nuevos clientes, particularmente en Magreb y en Medio Oriente. Con la guerra que arrasa su suelo y la incertidumbre respecto del porvenir de sus infraestructuras portuarias –particularmente en el puerto de Mariúpol, que parece formar parte de los objetivos de anexión de Moscú–, es entonces un swing producer –productor capaz de adaptarse mejor y a bajo costo a las evoluciones de la demanda– que está a punto de quedar fuera del juego. Esto no sucederá sin impactar en los precios, ya estratosféricos.

Desde luego, según las autoridades de Kiev, las siembras de primavera ya comenzaron en las regiones relativamente a salvo de la guerra, en particular en el suroeste del país, cerca de la frontera con Rumania. Pero el combustible falta. En tiempos normales, Ucrania importa 70% de sus combustibles, nafta y gasoil, de Rusia y de Bielorrusia. Desde el comienzo del conflicto, los circuitos de abastecimiento están interrumpidos y las maquinarias agrícolas están paradas. Más hacia el este, como en los campos alrededor de las ciudades bombardeadas de Mikolaiv y Jersón, las tierras no fueron labradas y, de todas formas, falta personal agrícola, ya que en gran medida fue movilizado por el ejército. En términos generales, sigue la incertidumbre en cuanto a las cosechas venideras y las capacidades logísticas para las exportaciones. Recurrir al puerto rumano Constanza sería una solución, pero en abril Kiev y Bucarest aún no habían llegado a un acuerdo en ese sentido.

Por su parte, Rusia también aumentó sus capacidades de producción desde 2014, fecha de entrada en vigencia de las sanciones occidentales tras su anexión de Crimea. En nombre del “rearme agrícola”, Moscú aumentó sus cosechas con el fin de no comprar más productos alimentarios a Europa y Estados Unidos. Por efecto mecánico, eso amplió sus capacidades de exportación. “Desde esa fecha, se siente una presión más fuerte de la competencia rusa sobre los mercados donde estaban ausentes, como Argelia”, confirmó un negociante francés que teme que un largo conflicto y la retirada rusa y ucraniana del mercado “desorganicen totalmente el comercio mundial de trigo. Estamos en más de 400 euros la tonelada y ya es un sálvese quien pueda, pudiendo los más ricos encontrar soluciones de reemplazo, mientras que los más pobres tendrán que contar con la solidaridad internacional”.

Amenaza global

El 14 de marzo, el secretario general de las Naciones Unidas (ONU), António Guterres, advirtió sobre la amenaza “de un huracán de hambrunas” y de un “derrumbe del sistema alimentario mundial”, citando particularmente el caso de países cuyas poblaciones sufren ya un hambre endémica, como Sudán o Yemen. Según Guterres, la crisis ucraniana amenaza con hacer caer hasta 1.700 millones de personas –más de un quinto de la humanidad– en la pobreza, la indigencia y el hambre.3 Según un documento de la FAO,4 cuarenta y cinco países africanos y países menos adelantados (PMA) están bajo esta amenaza, dieciocho de los cuales dependen en más de 50% de Ucrania o de Rusia para sus importaciones de trigo (Eritrea, Mauritania, Somalia y Tanzania dependen al 100%). Así, 30% del trigo consumido en África subsahariana proviene de Rusia y de Ucrania. Por su parte, las autoridades ucranianas aseguran disponer de reservas que garantizan un año de seguridad alimentaria a su población, pero afirman que el conflicto va a reducir en 30% las superficies cultivadas y afectar la suerte de 100 millones de personas a lo largo del mundo.5 “Las tropas rusas minan los campos en Ucrania, hacen explotar las máquinas agrícolas, destruyendo las reservas de combustible necesarias para las siembras. La falta de exportaciones de Ucrania golpeará a varios pueblos en el mundo islámico, en América Latina y en otras partes del planeta”, advirtió el presidente ucraniano, Volodímir Zelensky, en un discurso en videoconferencia ante el Foro de Doha en Catar, el 26 de marzo.

Al comienzo de la invasión, varios países importadores hicieron tiempo, esperando que el conflicto no durara y que las cotizaciones volvieran a ser razonables. Es el caso de Egipto, primer comprador mundial de trigo, con 12 millones de toneladas, de las cuales la mitad es comprada por el gobierno con el fin de alimentar un programa de distribución de pan baladi (local), subvencionado y con precios estrictamente supervisados. Ese país, que depende en 61% de Rusia y en 23% de Ucrania para sus importaciones de trigo y cuyo presupuesto prevé 255 dólares por tonelada, comenzó por anular dos contratos en curso con Rusia para no pagar un precio alto. Pero el régimen del presidente-mariscal Abdelfatah al Sisi no ignora que las “primaveras árabes” de 2011 estuvieron precedidas por varias olas de descontento debidas al aumento de los precios de los productos alimentarios básicos, ligado, a su vez, a sequías en los países productores (Rusia, Australia y Argentina).6 Dos tercios de los 103 millones de egipcios tienen por alimento esencial –a veces único– solamente el pan, llamado, de hecho, ayche (vida), por lo que las autoridades tomaron rápidamente medidas para impedir la especulación sobre la harina de trigo, decidiendo al mismo tiempo buscar nuevas fuentes de abastecimiento. Según el gobierno egipcio, las reservas de trigo cubren las necesidades nacionales hasta el final del verano, ¿pero qué sucederá después? A comienzos de abril, El Cairo exploró el mercado francés, el quinto mundial, con 65 a 70 millones de toneladas cosechadas anualmente, pero el nivel de los precios lo disuadió de toda compra.

Al igual que Egipto, países como Líbano (con 51% de dependencia respecto del dúo Rusia-Ucrania), Turquía (100%) o Indonesia revisan su definición de la seguridad alimentaria.

Europa se preserva, India entra en juego

A la cuestión de saber si tienen o no los medios para comprar trigo se suma ahora la de saber a quiénes pueden comprarlo. Europa es un proveedor posible, pero marginal, porque sus capacidades de producción están al máximo. El 21 de marzo, los ministros de Agricultura europeos convinieron adoptar una derogación temporaria de una de sus disposiciones de la Política Agrícola Común (PAC) que impone poner en barbecho [dejar “descansar” sin cultivos por determinado tiempo] 4% de las tierras agrícolas. Tomada en el marco de un refuerzo “de la seguridad y de la soberanía alimentaria” de la Unión Europea, esta medida podría permitir, en teoría, aumentar la producción de cereales en Europa. En realidad, las puestas en barbecho conciernen en parte a tierras poco explotables en lo inmediato.

Si el conflicto se eterniza en Ucrania, los europeos también podrían estar tentados de constituir stocks estratégicos más importantes y restringir sus exportaciones. Marruecos y Argelia, grandes importadores de trigo francés, podrían sufrir las consecuencias. El caso de Argelia es de hecho emblemático en cuanto a las incertidumbres y los reajustes del momento. Con 11 millones de toneladas de trigo consumidas por año (de las cuales 60% es importado), ese país realizó durante mucho tiempo la mayor parte de sus compras en Francia. Pero desde hace dos años, particularmente en razón de las tensiones diplomáticas recurrentes con París, Argel decidió diversificar a sus proveedores. En 2020, la Oficina Argelina Interprofesional de los Cereales modificó sus pliegos de condiciones bajando sus criterios de calidad para autorizar la compra de trigo ucraniano o ruso, que hasta entonces contravenía sus exigencias sanitarias. Así, a fines de diciembre de 2021, los cerealeros franceses habían exportado menos de 1,2 millones de toneladas, contra los dos a cuatro millones de toneladas en un año normal para la misma fecha. Pero con la guerra en Ucrania, Argel retomó sus compras en Francia, con una adquisición, en abril, de 600.000 toneladas de trigo de molienda a 485 dólares por tonelada (costo y gastos).7

Mientras los países importadores revisan la lista de sus proveedores, un actor inesperado irrumpió en el mercado. Hasta ahora, India, que representa 14% de la producción mundial (90 millones de toneladas, o sea, el segundo lugar detrás de China, que produce 130 millones de toneladas), destinaba la casi totalidad de las cosechas a su mercado interno. Para alentar su producción local y permitir la autosuficiencia del país, Nueva Delhi asegura a sus agricultores un precio de compra superior a la cotización mundial. Pero este año se pronostica que la cosecha será importante y las autoridades decidieron sacar provecho de las dificultades de Ucrania y de Rusia. El objetivo oficial es la venta de diez millones de toneladas, lo que haría que la participación india en las exportaciones mundiales pase de 1% a 5%. Irán, Indonesia, Túnez y Nigeria ya decidieron hacer un encargo o se declararon interesados. Luego de algunos titubeos, debido al hecho de que el trigo indio no es muy conocido por su calidad (altas tasas de pesticidas, bajas tasas de proteínas), Egipto decidió finalmente hacer de India un “proveedor central”. Nueva Delhi también tiene el ojo puesto en los mercados de África oriental, e incluso de África austral. Esto podría reactivar las tensiones con Washington, donde los miembros del Congreso denuncian regularmente las subvenciones de las que gozan los agricultores indios. Incluso llaman a la Casa Blanca a iniciar un proceso contra India ante la Organización Mundial del Comercio. Grandes productores mundiales (60 millones de toneladas) y eternos rivales de Rusia en materia de exportaciones (26 millones de toneladas vendidas en el mundo), los cerealeros estadounidenses, aun si están actualmente en desventaja por la fuerza del dólar, pretenden ellos también sacar provecho del vacío dejado por Ucrania y Rusia.

Akram Belkaïd, jefe de redacción adjunto de Le Monde diplomatique, París. Traducción: Micaela Houston.


  1. “Situación alimentaria mundial”, boletín del 8-4-22, www.fao.org 

  2. Salvo indicación en contrario, las cifras mencionadas en este artículo están tomadas de los informes mensuales del Departamento de Agricultura de Estados Unidos (USDA). 

  3. “Guterres: La guerra de Ucrania es una crisis que nos afecta a todos”, ONU info, 13-4-22. 

  4. Ibid

  5. Reuters, marzo de 2022. 

  6. Caitlin E. Werrell y Francesco Femia (directores), “Climate Change and the Arab Spring: How Climate Change Impacts Contributed to the Outbreak of the Arab Spring in Egypt in January 2011”, febrero de 2013, www.americanprogress.org 

  7. “L’Algérie achète du blé, mais pas français”, terre-net.fr, 17-12-21, e “Importations de blé : l’Algérie se tourne de nouveau vers le marché français”, Algérie-Eco, 12-3-22.